El pediatra de Atenas

Christos Kammilazos es pediatra. Director de departamento en la sanidad pública ateniense. Hace cinco años, su salario era de 3.200 euros mensuales, ahora gana 1.600. Ha perdido el 50% desde que empezó la crisis griega.

Es de lo último que habla -solo cuando le preguntan- el sábado por la mañana, 19 de marzo, en el puerto de El Pireo, en Atenas. Han pasado menos de 24 horas desde que en Bruselas se aprobara el pacto con Turquía para devolver a los refugiados que entren en Grecia a partir del domingo, día 20. El acuerdo de la vergüenza que retrata el camino escogido por la Unión Europea, cada día menos unión y menos europea si recordamos los valores sobre los que fue fundada.

La lucha de Christos es otra. Acaba de llegar de Tesalónica, de llevar una ambulancia y lleva muchas horas sin dormir. En el puerto de Tesalónica hay 3.000 refugiados en unas condiciones muy similares a las de los 4.300 que están instalados en cuatro puntos de El Pireo. Unas condiciones cada vez más extremas, explica mientras observa a sus compañeros repartir pañales, leche, vitaminas, agua desde el hospital móvil de la Ong 'La sonrisa de un niño', de la que es secretario general en Atenas.

Hace tiempo que el doctor Kammilazos es sordo para los mensajes que llegan desde Bruselas, no entiende o no quiere entender a los políticos. “En las últimas dos semanas hemos atendido a 850 niños aquí. En general, no llegan mal de salud, salvo los que caen al mar o mueren en el camino. Hemos detectado un caso de hepatitis y otro de sarampión”, explica mientras observa a los niños que dibujan en una mesa improvisada a la puerta del hospital móvil.

Sobre el acuerdo con Turquía -no lo conoce por escrito, se lo han resumido sus compañeros- “¡què voy a decir! Yo soy pediatra, me importan todos los niños ¿Qué hago, les pregunto si son kurdos, afganos o sirios? ¡Por Dios! Los niños son mi problema, yo haré aquí todo lo que esté en mi mano. Los adultos son problema de los políticos. Ellos sabrán si tienen conciencia”.

El pediatra dedica su escaso tiempo de ocio –los niños griegos también requieren ayuda y medicinas con esta crisis devastadora- y un poco más a su trabajo en la ONG. Sus ojeras dan muestra del esfuerzo, como las de todos los compañeros que le rodean.

Un licenciado en medicina más joven que el doctor Kammilazos gana entre 800 y 900 euros al mes. Todos han perdido entre el 40% y el 50% de sus ingresos con la Gran Depresión y las políticas que les ha impuesto Bruselas, pero están  aquí, al pie del cañón en El Pireo. ¿Una sociedad empobrecida como la griega con las políticas de austeridad impuestas desde Bruselas, con efecto similar al de un país que ha sido arrasado por una guerra, hasta cuándo puede soportar este gigantesco esfuerzo de solidaridad?

La respuesta del pediatra es la misma que la del matrimonio de jubilados que se acerca al puerto a dejar frutas fresca y verduras, pese a que les han recortado once veces su pensión o la del conocido periodista Ioannis Sotiropoulos: “hasta que el cuerpo aguante seremos solidarios. Es el sino de los griegos. Llevamos viendo esto siglos, la última vez cuando los griegos fueron expulsados de Esmirna, en Turquía. Que Europa haga lo que quiera, pero la mitología griega ya tenía un dios para los emigrantes y la solidaridad”.

Lástima no haber retratado la cara del pediatra o la del periodista cuando se enteran que el Gobierno de Rajoy ha llevado a España, hasta ahora, a 18 refugiados“. Sotiropoulos se encoge de hombros con un significativo ”allá ustedes que lo consienten“, mientras pide a su cámara que le acompañe a entrevistar a dos mujeres que han llegado para llevar a casa a dos familias de refugiados, darles de comer y baños mientras puedan.