Antonio Guterres, secretario general de la ONU, no fue un revolucionario cuando expresó de manera sencilla que los ataques terroristas de Hamás no se habían producido en el vacío, sino que formaban parte de una serie de acontecimientos ocasionados por décadas de ocupación de Israel sobre Palestina. Es una evidencia histórica, un hecho incontestable, un diagnóstico básico imprescindible para poder afrontar el conflicto y encontrar la solución más adecuada a un siglo de enfrentamiento. En la misma línea actuó Pedro Sánchez en su visita a Israel y Palestina. La del mínimo imperativo categórico que dictan la moral y la realidad.
Pedro Sánchez hizo ante Benjamin Netanyahu una serie de declaraciones formales sobre lo inaceptable de la respuesta de Israel en represalia por los ataques del 7 de octubre. Una descripción pulcra que marca los límites de la posición hipócrita de los países occidentales ante los crímenes de guerra de Israel en contraposición con la respuesta dada ante Rusia, pero que fue la más osada y valiente de cuantos se han pronunciado ante Bibi Netanyahu en visita oficial a Israel. La importancia de decir lo evidente en el foro adecuado no puede ser desdeñada.
“La matanza indiscriminada de civiles inocentes [por parte de Israel], incluyendo miles de niños y niñas, es totalmente inaceptable. La violencia solo conducirá a más violencia”, dijo Pedro Sánchez en el paso de Rafah. ¿Quién puede posicionarse en contra de esta afirmación? Israel, como victimario, y los socios de derecha y extrema derecha que ven en el país hebreo una referencia como democracia securitista y utopía de etnoestado. Israel es la envidia de todos los que aspiran a un país étnico puro sin musulmanes. Pedro Sánchez se convierte en vanguardia internacional de derechos humanos solo por expresar los principios básicos de las democracias liberales. Es decir, que la respuesta ante un ataque terrorista salvaje no puede ser el asesinato indiscriminado de civiles. Es una apreciación humanista de mínimos que solo no puede ser compartida por ultras, genocidas y columnistas de extremo centro.
Lo único que han expresado Pedro Sánchez y Alexander De Croo, primer ministro de Bélgica, es la posición común europea adoptada por los países miembro. Sin salirse un ápice. Esta es la posición común de la UE adoptada el pasado 15 de octubre:
“Hoy, los miembros del Consejo Europeo han adoptado una declaración que establece la posición común de la UE en relación con la situación en curso en Oriente Próximo. La Unión Europea condena con la máxima firmeza a Hamás y los atentados terroristas brutales e indiscriminados que esta organización ha cometido en distintos lugares de Israel, y lamenta profundamente la pérdida de vidas humanas. No hay justificación para el terror. Subrayamos con firmeza el derecho que tiene Israel a defenderse, en consonancia con el Derecho internacional y humanitario, ante estos ataques violentos e indiscriminados. Reiteramos la importancia de que la protección de todos los civiles sea en todo momento conforme con el Derecho internacional humanitario. Hacemos un llamamiento a Hamás para que libere de inmediato y sin condiciones previas a todos los rehenes. Reiteramos la importancia de prestar ayuda humanitaria urgente y manifestamos nuestra disposición a seguir apoyando en Gaza a los civiles más necesitados, en coordinación con nuestros socios, garantizando que dicha asistencia no sea objeto de abuso por parte de organizaciones terroristas. Impedir la escalada regional de este conflicto resulta crucial. Seguimos resueltos a encontrar una paz duradera y sostenible basada en una solución de dos Estados mediante la revitalización de los esfuerzos en el marco del proceso de paz en Oriente Próximo. Subrayamos la necesidad de colaborar de forma amplia con las autoridades palestinas legítimas y con los socios regionales e internacionales que puedan desempeñar una labor positiva para evitar una escalada mayor”.
La posición común es blanda, equidistante y no respeta en sí misma el derecho internacional porque le reconoce a Israel el derecho a la defensa ante el ataque de Hamás que se incluye en el artículo 51 de la Carta de la ONU. El derecho a la defensa de una potencia ocupante no puede ser invocado por Israel según las resoluciones internacionales. La Corte Internacional de Justicia ya concluyó en 2004 en la 'Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia sobre las consecuencias jurídicas de la construcción de un muro en el territorio palestino ocupado' que Israel no puede acogerse al artículo 51 de la Carta de la ONU para alegar derecho a la defensa ante un ataque de Hamás porque al aceptar que está ocupando Palestina y negar la legitimidad del estado de Palestina está negando la existencia de un estado extranjero y Hamás no puede ser considerado ejército de un estado extranjero.
“La Corte señala también que Israel ejerce el control en el territorio palestino ocupado y que, como señala él mismo, la amenaza por la que considera justificada la construcción del muro proviene de dentro, no de fuera, de ese territorio. Por lo tanto, la situación es diferente de la que se prevé en las resoluciones del Consejo de Seguridad 1368 (2001) y 1373 (2001), razón por la cual Israel no puede en ningún caso invocar esas resoluciones para apoyar su argumentación de que está ejerciendo su derecho de legítima defensa. Por consiguiente, la Corte concluye que el Artículo 51 de la Carta no es pertinente en este caso”.
Hay que repetir de manera machacona que Israel no tiene derecho a la defensa ante un ataque de Hamás porque eso es en sí mismo una violación del derecho internacional. Si lo dice Pedro Sánchez, y lo dice mucho, también se está saltando el derecho internacional. Pedro Sánchez sí fue más allá al añadir a la posición común de la UE el reconocimiento de Palestina por parte de España, basado en el acuerdo de gobierno que firmó con Sumar. Estos son los hechos. La expresión nítida de la posición común de la UE ha provocado una cascada de reacciones que consolidan la necesidad de expresar lo evidente para que se asiente en la opinión pública.
Las reacciones de un grupúsculo minorizado, antes en el gobierno, de la izquierda y la habitual en la derecha desnortada han confluido para hacer el más espantoso de los ridículos desde posiciones antagónicas por la nula capacidad analítica que les ha llevado a hacer un diagnóstico de oposición frentista ante todo lo que haga el Gobierno de PSOE-Sumar sin saber medir la respuesta en cada ocasión. De la derecha es previsible esta inopia, pero desde el espacio poscomunista que ocupa Podemos se espera un poco más de claridad y saber estar ante un gobierno progresista. La oposición ante un gobierno del mismo signo ideológico merece trazo fino y no esta vergüenza ajena constante a la que nos somete la exministra Belarra cada vez que habla, escribe o tuitea.
A Ione Belarra le han dicho que tuiteando en inglés y llevando una kufiya se puede convertir en referente de la causa palestina y se lo ha creído. No importa que antes del 7 de octubre solo se hubiera pronunciado en diez años un par de veces sobre el asunto –y una porque la invitaron a un concierto–, en Podemos las causas ahora son utilitaristas, se graban a fuego en la piel siempre y cuando sirvan para instrumentalizarlas contra Sumar. Cuenta en Twitter tenemos todos, pero la oportunidad de actuar de manera eficiente en diplomacia usando el cargo de presidente solo uno. No saber la diferencia, importancia ni los márgenes de actuación que cada rol otorga es lo que convierte a una exministra en tuitera irrelevante. Por eso Netanyahu protesta ante lo que ha hecho Pedro Sánchez y no sabe ni quién es Ione Belarra. Por eso es más importante para la causa palestina esa declaración del presidente que la sobrerreacción vergonzante de quienes le piden todo tuiteando desde casa. En política es importante saber parar y qué batallas dar. No se puede tener como línea política decir lo contrario del sujeto político que conviertes cada día en antagonista sin recurrir a la cultura política de la historia de la izquierda. Un poco de respeto a nuestra intelectualidad y memoria.
El órgano de doctrina dijo antes de que finalizara la visita en la que se acusaba a Pedro Sánchez de blanquear a Netanyahu: “La prueba más evidente es que el propio Netanyahu ha accedido al encuentro; cosa que no habría hecho si no pensase que le convenía para sus propósitos”. El fino análisis quedó devastado en pocas horas cuando tras la declaración de Pedro Sánchez en el paso de Rafah el Estado de Israel hizo una declaración en la que se acusó a España de apoyar el terrorismo de Hamás y convocar a la embajadora española en Israel para una dura reprimenda. La prudencia analítica aconseja silencio en temas de relaciones internacionales antes de pronunciarse de manera tan ridícula para no quedar colgado de la brocha y alineado junto a PP y VOX como aliado pragmático de los intereses de Israel en una confrontación diplomática con el Gobierno de España.
El peso de la opinión pública en un conflicto marca la diferencia entre la victoria hegemónica, que trasciende la militar, para convertirlo en ejemplo histórico de los triunfos de la democracia ante la barbarie y acabar juzgado en una corte penal internacional. Benjamin Netanyahu se diferencia de Radovan Karadzic en la buena prensa entre los conservadores y el apoyo de EEUU. Pero no en las semejanzas que el asedio de Gaza y el sitio de Sarajevo nos muestran. Ser condenado como criminal de guerra comienza por perder la batalla de la opinión pública más allá de las tropelías y barbaridades que cometes. No se juzga a quien comete crímenes de guerra, se juzga a quien pierde la batalla de la propaganda. En esa guerra de la opinión pública a Benjamin Netanyahu le ha salido una confrontación grave y problemática que no tenía antes de la visita de Pedro Sánchez. Las declaraciones del presidente español han trasladado el sentir mayoritario de las sociedades al lenguaje diplomático en el seno de la UE, algo que hasta ahora no había ocurrido. Las opiniones públicas europeas no toleran las matanzas indiscriminadas como las de Gaza por parte de Israel por mucho que una elite sionista y americanófila tenga influencia y poder en las grandes cabeceras mediáticas, publicitarias y económicas del mundo libre. Pedro Sánchez se mueve muy bien en el mercado político de la demanda y ha captado el humor social ante los crímenes de guerra de Israel. Sánchez sabe que liderar una posición humanista en Gaza le proporcionará réditos y un liderazgo internacional que estaba ausente y que ha corrido a ocupar.