Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, llamó el otro día por teléfono a Jorge Javier Vázquez, famoso presentador del programa vespertino Sálvame, líder de la parrilla. Hablaron en directo. Su llamada generó sorpresa y juicios de distinto cariz, pero no puede calificarse de extemporánea: la televisión está siendo, más que nunca, un escenario cotidiano para políticos de todo signo. Lo que me interesa es que Sánchez llamó porque Jorge Javier manifestó, sin pelos en la lengua (como tantas otras veces en lo que respecta al maltrato animal), su repulsa ante el Toro de la Vega. Y, teniendo en cuenta que el alcalde de Tordesillas, José Antonio González Poncela, es del PSOE, Jorge Javier amenazó, ante su millonaria audiencia, con no volver a votar socialista si el partido sigue tolerando ese cruel festejo.
“¿Os vais a comprometer a presentar un ley para que no se produzcan este tipo de espectáculos y para acabar con el maltrato animal?”, preguntó Vázquez al líder socialista. “Tienes que entender que los que somos votantes de un partido, yo voto siempre PSOE, nos sentimos muy ofendidos cuando los alcaldes defienden este tipo de celebraciones. No queremos participar en un partido así”. Sánchez respondió, también como otras veces, que no le gustan los toros y que nunca se le verá en una corrida, y se comprometió a promover una ley nacional contra el maltrato animal, dado que en la actualidad esta competencia está dispersa en las distintas normas autonómicas.
Pero Pedro tiene un problema con el toro, ya endémico en el PSOE en lo que a este y otros asuntos respecta: hoy digo una cosa y mañana la contraria. Pues un par de días después el socialista celebró en Zaragoza una suerte de asamblea abierta con 400 afines y soltó lo siguiente: “No negaré a nadie el gusto de disfrutar viendo torear a José Tomás”. Lo de siempre en el PSOE.
Si bien hay en este partido dignas voces que se declaran contrarias a todo espectáculo que suponga sufrimiento y muerte de un animal (Cristina Narbona, Pedro Zerolo, Carla Antonelli, entre otras), hay barones taurinos, de manera más o menos confesa, y una lideresa andaluza que manda mucho en el PSOE nacional y es decididamente taurómaca. Es muy probable que Sánchez recibiera un tirón de orejas (al menos, no se las cortaron) por la llamada a Jorge Javier, y recurrió en Zaragoza al topicazo: José Tomás, adalid del supuesto arte de la tauromaquia.
Sánchez hizo lo que hacen muchos taurinos de plaza, que se desmarcan del salvajismo del lancero para que la faena del torero parezca menos salvaje. Algo que contradice el mismísimo Patronato del Toro de la Vega, que alardea de que su Torneo es incluso el origen de la actual tauromaquia, en su conjunto: así lo expuso en 2011 ante el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio en las alegaciones que le hizo llegar frente a la petición de varias organizaciones de defensa animal para que fuera revocada la declaración de 1980 como Fiesta de Interés Turístico.
Desde el punto de vista de la ética, la postura de Sánchez, y de los taurinos de plaza, no se sostiene ni tiene el menor sentido, pues en cualquier plaza el toro sufre tanto, puede que incluso más, que en la vega tordesillana, y crece la repulsa ante la tortura de un herbívoro hasta la muerte, ya sea en forma de linchamiento o de lidia. La única diferencia es que la violenta escenificación de Tordesillas está removiendo la conciencia de nuestra época y movilizando a una aplastante e insoslayable mayoría de la sociedad: un 97% de los encuestados por eldiario.es se ha mostrado en contra del Toro de la Vega, y me consta que Cuatro no ha podido celebrar un debate sobre ese festejo porque no ha encontrado a nadie que se atreviera a defenderlo en prime time. Hasta El País, que cuenta con una importante sección taurina y con algunos de los críticos taurinos más prestigiosos, ha llegado a pedir en su editorial la prohibición del Toro de la Vega: “espectáculo indigno”, “sadismo”, “imagen deplorable de España”, “brutalidad” son algunos de los calificativos que brinda El País a ese festejo. Podría haberlo escrito yo.
Pero dejemos a un lado la ética y centrémonos en la aritmética, por triste que resulte a la hora de abordar los asuntos políticos. Pedro Sánchez (o acaso Susana Díaz) calculó que tras la llamada a Jorge Javier Vázquez podría perder votos (principalmente en Andalucía y Extremadura), por eso dijo poco después lo de José Tomás. Sus cuentas son paradójicas, pues la llamada a Vázquez respondía, precisamente, a la anunciada pérdida de su voto. Y, con el de Vázquez, el de muchos votantes del PSOE. ¿Qué dicen, por ejemplo, al respecto las Juventudes Socialistas, las nuevas generaciones, los jóvenes que aspiran a una renovación real, profunda de su partido? No los hemos oído aún, quizá porque el miedo es ciego. Por eso luego no salen las cuentas y el PSOE lleva perdidos, a causa de este y otros asuntos no abordados con valentía, más de 3 millones de votos.
El problema que tiene el PSOE con los toros es el de una indefinición que le viene siendo muy propia y muy poco rentable desde un punto de vista electoralista. Es una indefinición que choca de frente con esa creciente movilización social y mediática que aboga por la erradicación de tradiciones crueles, incompatibles con la modernidad, la justicia y la educación en la no violencia. Una sociedad en movimiento, como la define en un artículo en El Mundo el activista Leonardo Anselmi, director para el Sur de Europa y Latinoamérica de la Fundación Franz Weber. Una indefinición que puede llegar a ser tan grotesca como cuando el propio alcalde de Tordesillas se salta el Toro de la Vega al hacer un recuento de las atracciones y festejos de su pueblo.
Chesús Yuste, ex diputado de CHA, y coordinador de la APDDA, resume a la perfección la postura del PSOE ante los festejos taurinos: ni prohibir ni promover. Pues cuando en 2013 el diputado por el Grupo Socialista José Andrés Torres Mora intervino en las sesiones del Congreso que tomaban en consideración la Proposición de Ley presentada para regular la tauromaquia como Bien de Interés Cultural, dejó clara una posición que, sin embargo, no está cumpliendo su partido en las plazas que gobierna: “Ni estamos de acuerdo en obligar, en las presentes circunstancias, a todas las administraciones, por ley, a que dediquen recursos a sostener la fiesta de los toros, ni sinceramente nos parece que debamos legislar que los menores de edad deban ser educados en la afición a la fiesta”.
Pero se sigue subvencionando y siguen asistiendo niños. Y subvencionar y permitir la asistencia de niños a los festejos taurinos es promover. Así que, al hilo de la declaración institucional de Torres Mora, ni siquiera voy a pedir al PSOE la abolición de la tauromaquia, sino que me voy a centrar en esos dos aspectos asociados, que, a su vez, conllevan dos preguntas. Son dos preguntas de mínimos:
Teniendo en cuenta que en toda la geografía nacional la tauromaquia recibe ayudas, favores y subvenciones públicas. Teniendo en cuenta que el Ayuntamiento de Tordesillas ha publicado en su web los gastos de las “Fiestas de la Peña 2013” y, de un total de 330.354,63 euros, 204.010,42 corresponden a festejos taurinos, entre los que se inscribe el Torneo del Toro de la Vega, y que cabe destacar que la diferencia entre ingresos y gastos tras las fiestas deja en Tordesillas un saldo negativo de 205.263,80 euros. Teniendo en cuenta que el propio PSOE ha pedido en varias ocasiones al PP que no subvencione festejos taurinos, que ha criticado ese gasto e incluso ha manifestado su “oposición radical”. Teniendo en cuenta que la última plaza que dio corridas en Barcelona en 2011 generó 2.500 horas de trabajo directo, mientras que Las Arenas, reconvertida en centro comercial, ha generado en su primer año de apertura 850.000 horas de trabajo directo: ¿está el PSOE de Pedro Sánchez dispuesto, al menos, a suscribir el compromiso firme de no asumir como gasto público, es decir, de no subvencionar, las corridas de toros y demás festejos taurinos?
Teniendo en cuenta que la Convención de Derechos del Niño de la ONU recomendó este año a Portugal la protección de los menores frente a la violencia de la tauromaquia, y que las recomendaciones de dicha Convención tienen, desde su creación en 1989, carácter de universalidad. Teniendo en cuenta que el propio PSOE ha instado al PP a tipificar como delito grave aquellas actividades dirigidas a niños que comporten maltrato animal: ¿está el PSOE de Pedro Sánchez dispuesto, al menos, a observar las recomendaciones de la ONU y de una Convención que este país ha ratificado en dos ocasiones, y, más allá de los derechos de los animales, a velar por los derechos de los niños, suscribiendo un compromiso firme de protección de la infancia que impida su asistencia a los festejos taurinos?
Ojalá yo fuera Jorge Javier Vázquez para tener la garantía de que Pedro Sánchez me respondiera a estas preguntas.