Desde que la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) emitiera el pasado miércoles un Aviso Especial por Ola de Calor, las altas temperaturas se han convertido en el principal motivo de interés ciudadano. Sin embargo, así como los árboles no nos dejan ver a menudo el bosque, el sofocante calor que estamos padeciendo y sus graves consecuencias para la salud no nos dejan ver otro problema quizá mayor: la sequía.
Porque lo más grave de lo que está pasando ahí fuera no son las altas temperaturas que marcan los termómetros, sino el bajo nivel de los embalses.
Nuestros pantanos se han quedado esta semana por debajo del 55% de su capacidad. El año pasado por estas mismas fechas estaban al 74%. Y lo que es peor: la media de los últimos diez años para estos días era del 72%. La situación es perfectamente seria. Si no llueve pronto de manera generosa y repartida (y las previsiones señalan que no), corremos el riesgo de padecer una de las peores sequías de los últimos tiempos. Por eso es necesario que nos preparemos.
Siempre salgo en defensa de los compañeros del tiempo cuando realizan sus previsiones y estas no se cumplen. Miren, es muy fácil hacer pronósticos del tiempo en países de clima continental, donde la variabilidad es escasa. Lo difícil es predecirlo en un país mediterráneo. Aquí, pese a la evolución de la ciencia y la tecnología asociadas a la meteorología, hacer un pronóstico a tres días es arriesgado, a una semana es temerario y a un mes es simplemente ciencia ficción.
Con todo, algunas predicciones estacionales para nuestro país señalan que este podría ser uno de los veranos más tórridos y secos de los últimos años. La propia AEMET pronostica un estío con temperaturas superiores a lo normal en toda España, si bien las precipitaciones serán las normales para esta época del año: es decir, más bien pocas.
Pero es que el verano aún no ha empezado y, además de estar batiendo récords de calor en media España, estamos con las reservas de agua a la mitad. Es como salir de excursión a la una del mediodía y con la cantimplora medio vacía. Las posibilidades de llegar en condiciones a nuestro destino dependerán de nuestra capacidad de adaptación y del consumo razonado del agua, de lo contrario lo vamos a pasar fatal.
Sin embargo, nosotros en nuestras casas no estamos sujetos a la parvedad de la cantimplora, sino que contamos con una providencia que nunca falla: el grifo. O por lo menos eso pensamos, porque la realidad es otra muy distinta.
Si el consumo de agua se dispara como todos los veranos y las reservas no se renuevan, podrían llegar las indeseables restricciones en el abastecimiento urbano: es decir, lo de ir a abrir el grifo y que no salga. Por eso haríamos bien, este año especialmente, en seguir los consejos para hacer un uso más eficiente del agua. Un consumo basado en la responsabilidad individual y el compromiso con el ahorro.
Está claro que nosotros, los ciudadanos, no somos los mayores consumidores de agua en España. El sector agrícola se lleva tres cuartas partes del consumo, es verdad, y ahí podemos y debemos avanzar mucho. Y también es cierto que a quien habría que poner en vereda algún año de estos es a su excelencia el sector turístico, donde el derroche no tiene límite ni admite comparación.
Por muy motor de la economía que sea, por mucho que dependamos de ellos, el desfase entre el consumo de agua de un turista y cualquiera de nosotros es tan abismal que puede resultar desalentador. Pero pese a todo ello, ante situaciones como las que estamos a punto de atravesar no valen excusas: a la hora de ahorrar agua toda gota cuenta, y este año más que nunca.