Para llegar a la manifestación del 14D Rodea el Congreso tuve que atravesar el centro de Madrid inundado por riadas de gente que apenas permitían dar un paso. No pude evitar pensar que si esas miles de personas se hubieran dirigido solo a unas manzanas de allí al lugar de la convocatoria, hoy el gobierno estaría rodeado y la Ley Mordaza contra la valla.
Evidentemente no ocurrió. Sucedió lo contrario, la marea notable pero no imponente de manifestantes terminó moviéndose hasta Sol donde fuimos devorados por el espíritu de la Navidad. Algunos manifestantes coreaban a los viandantes el grito de socorro “no nos mires, únete”. Pero nos miraban como marcianos recién aterrizados en la Tierra aunque yo pensé que era al revés. Esto es España: las mareas indignadas son engullidas por las mareas del Corte Inglés, el ruido de las manifestaciones ensordecido por la canción de Cortylandia.
La realidad devora a la utopía como si fuera un canapé de la cena de Nochebuena, la protesta se diluye en la fiesta como un azucarillo en el ponche navideño, la mayoría silenciosa hace más ruido cuando compra que la minoría ruidosa. Hace dos años ese mismo lugar estuvo tomado por un grito unánime que pedía que parásemos la maquinaria que nos había llevado hasta allí. Ahora estaba tomada por la masa que hace de combustible del motor que nos tritura los huesos.
Tuve entonces una visión pesadillesca. Las puertas de los comercios me parecieron enormes bocas que ingerían insaciables a miles de ciudadanos y, convertidos en clientes, los escupían a la calle donde eran arrastrados por el torrente desordenado de piernas, brazos, carritos de bebé, bolsas de la compra, manos y pies, hasta la siguiente boca que se los volvía a tragar. Un gigantesco tragabolas. Saturno devorando a sus hijos y arrancándoles la cabeza de cuajo.
De cada agujero salía un fulgor intenso como de horno crematorio. Hornos crematísticos son en realidad. Ahí dentro se están quemando ahora nuestras esperanzas de rehacer el país a la medida del ciudadano. Pero esto no es una crítica al consumo o a la histeria colectiva de las compras navideñas. No es nada nuevo y de nada bueno sirve quejarse de los que no se quejan o se han dejado de quejar. No son la causa, son un síntoma de cansancio y de impotencia: la constatación de que no hemos conseguido sumar sino restar.
Es no es una crítica a nadie, es pues una esquela. La protesta está moribunda, si no muerta, como forma de enfrentarse al poder que la ignora. Sigo creyendo que hay que hacerla porque lo contrario sería firmar la rendición. Pero debemos empezar a pensar y rápido por qué no están las calles ardiendo de indignación por las ignominias y estafas de Blesa y los suyos que andan sueltos mientras el juez que le quiso juzgar anda perseguido, por qué no tomamos las calles antes de que nos impidan tomarlas con la Ley de Seguridad.
A 40 años de sumisión y otros casi 40 de destrucción del tejido asociativo, hay que unirle la devastadora coyuntura actual. La “doctrina del shock” está siendo un éxito. El bombardeo incesante de medidas de ahogo y noticias asfixiantes nos están llevando a la parálisis. El ciudadano se siente minúsculo y desarmado. La manifestación parece una forma de lucha agotadora y agotada. Y no tenemos referentes políticos que nos defiendan y contraataquen. La oposición es inoperante, la izquierda timorata y el sindicalismo está en la picota.
A estos tres agentes les reclamo que asuman una responsabilidad que han delegado a la calle. Que limpien sus cloacas, que también las tienen como hemos visto en el caso Blesa con IUCM y les quitan legitimidad, y que reaccionen con la beligerancia con la que las mareas sociales lo han hecho estos años. Como votante de izquierdas, señalo muy directamente a IU, a la Izquierda Plural y a EQUO en menor medida pues su peso es inferior. Dónde estáis. Podéis hacer mucho más.
Podéis plantaros, boicotear, desobedecer, movilizar, reaccionar, uniros, unir a fuerzas distantes, incluso opuestas, para parar a un gobierno autoritario deslegitimado por sus falsedades y el incumplimiento de su programa electoral. Convertid el Congreso en la plaza que debería ser, paralizad o dificultad su funcionamiento. Armad ruido. Seguid denunciando en los juzgados. Pedid ayuda a las instituciones europeas ante las leyes abusivas y la represión. Preparad el terreno para convocar una huelga indefinida, un paro total o algo que les haga temblar de verdad.
Si no, el camión cisterna que el gobierno va a comprar por 500 mil euros para disolver las manifestaciones a manguerazos, solo servirá para limpiar las calles de la basura de las compras la Navidad. Y entonces, es que habrán vencido.