Con los deseos de año nuevo siempre me ha parecido que pasa lo mismo que con las etiquetas y galas que la gente se viste para recibirlo. O van a la basura o van a la tintorería, sin excepciones. No sé ustedes pero yo ya estoy viejo para tanto buenísimo. Digámoslo desde el primer día. Tiene mala pinta y existen muchas probabilidades de que acabemos echando de menos al 2016.
El mundo queda en manos de dos tarados convencidos de que la gloria se construye sobre el sufrimiento de los demás y la grandeza se puede pesar en dientes de oro y cadenas de plata. Donald Trump y Vladimir Putin representan la prueba viviente de que Groucho Marx tenía razón y el hombre es el único animal que, saliendo de la más absoluta nada, ha llegado a las más altas cotas de la miseria.
Para ambos el mundo estaba bien como estaba antes de los ochenta, con la guerra fría, el equilibro nuclear y el Muro de Berlín. Entonces estaba claro quiénes eran los malos: los que no éramos nosotros. Allí quieren volver ellos y sus millones de votantes, hartos de un mundo cruel y violento, lleno de grises y dónde nunca hay nadie en blanco y negro a quien echarle la culpa.
En medio, Europa afronta su año más oscuro. Los mismos miedos que impulsaron la construcción de la Unión Europea han vuelto ahora más fuertes, pero para detenerla. El mayor intento de cooperación entre naciones en la Historia para hacer avanzar la democracia y el bienestar se tambalea, zarandeado por una manada de oportunistas y ultras que se burlan de unos estados y unos gobernantes que primero los alimentaron para mantener el orden y ahora no saben cómo parar tanto desorden.
En España estamos mucho mejor. Dónde va a parar. Tenemos estabilidad y hasta hemos podido escoger “populismo” como palabra del año. Podrían haber elegido “corrupción”, o “desigualdad”, o “desahucio”, o “pobreza” o incluso “cambio”; pero no, ha ganado “populismo”. Ya lo decía Michel Foucault: las palabras nunca son neutrales.
Mariano Rajoy completará el primer año de su segundo mandato rodeado, de nuevo, de una multitud de compañeros de partido, líderes rivales o periodistas supercool que se creen mucho más listos que él y, otro año más, le perdonarán la vida y le volverán a dejar ganar por aburrimiento, por resistencia o porque “me coge de buen humor que si no se iba a enterar ese provinciano”. Mientras, la izquierda naufragará en un mar de cinismo, abrazos y vídeos ñoños para ver quién queda mejor. Lo peor de cuánto está sucediendo en el PSOE o en Podemos no son los líos sino esa falsedad de compañeros de pandilla peleados por elegir al más popular que exhiben como si fuera el colmo de la estrategia y el maquiavelismo.
Váyanse preparando. Esto es sólo el comienzo. Aunque tampoco me hagan mucho caso. Casi nunca acierto.También estaba convencido de que habría gobierno del cambio y miren dónde hemos acabado.