La gran conspiración de Podemos

Ya es hora de que se sepa la verdad: Podemos fue un invento del sistema para cargarse Izquierda Unida en un momento (principios de 2014) en que IU tenía buenas perspectivas electorales. Como sabe cualquiera, Podemos fue un invento del Partido Popular para dañar al PSOE, y así conservar el poder. Hasta mi hija de cinco años sabe que Podemos es un invento de La Sexta para dar audiencia a sus tertulias. No me negarán que Podemos es un invento del CNI para desactivar la protesta callejera y reconducir el malestar ciudadano hacia las instituciones. Venga ya, Podemos es un invento de Rubalcaba, de quién si no. Podemos es un invento de Venezuela para desestabilizar España y conseguir apoyos en Europa. Podemos es un invento de los separatistas (etarras incluidos) para erosionar al Estado. Podemos es un invento de los españolistas para frenar el Procés catalán. ¿Me dejo algo? Ah, sí, la conexión iraní, no la pierdan de vista. ¡Y Rusia, por supuesto, la Rusia de Putin!

No se rían, que no me invento nada. Todo lo anterior ha circulado en los últimos tres años. A veces ocupando portadas de periódico y columnas, otras viralmente en redes sociales, o como gracioso cotilleo a la hora de las cervezas. Y hoy no faltarán lectores que, tras el párrafo anterior, reaccionen indignados al ver su teoría (la buena, la verdadera) mezclada con otras absurdas.

El nacimiento y rápido crecimiento de Podemos alimentó teorías conspiranoides desde el minuto uno, y así hasta hoy. Pero no solo entre quienes buscaban explicación desde fuera. También desde dentro se empezó pronto a interpretar la realidad en clave paranoica. El mundo contra Podemos. Los ataques ciertos se confundían con los figurados; los errores propios se explicaban señalando al enemigo externo. Cualquier cosa que dañaba a Podemos tenía detrás una mano negra. En la operación anti-Podemos estaba el Estado entero, los viejos partidos, los servicios secretos, la policía, los grandes medios (sus directores, articulistas y hasta periodistas que van a ruedas de prensa), y las empresas encuestadoras que le restaban apoyo o por el contrario hinchaban los sondeos para luego defraudar las expectativas (el sorpasso como trampa). Y por supuesto, las inexistentes diferencias internas eran un invento de los enemigos, como se ve estos días.

Inevitablemente, la visión conspiranoica del mundo no tardó en echar raíces de puertas adentro. Una organización en estado de guerra permanente (aquí lo explica muy bien Nuria Alabao) solo podía dirimir sus diferencias internas desde la misma lógica defensiva. Pablistas contra errejonistas, con anticapitalistas aprovechando para ganar espacio. Iglesias empeñado en reconstruir IU. Errejón como favorito del PSOE. El piso de Espinar aireado por enemigos internos. La batalla de Madrid. La caída de Sergio Pascual. La fantasmagórica operación “Jaque Pastor”. La camarilla de conspiradores a la sombra del líder, “a punto de tomar el control en Podemos”. Todo una conspiración sin fin.

La cultura de la conspiración se contagió a todos los niveles de la organización. Como la competición ha sido permanente (no han hecho otra cosa que celebrar primarias en tres años), las grietas se ensanchan y el pegamento de los incondicionales acaba siendo una y otra vez la conspiración, que con tanta facilidad permite señalar un enemigo. Yo he llegado a oír conspiraciones hasta en pequeños círculos de barrio.

Normal que estos días las teorías conspiranoides circulen a lo loco por medios, redes, telegrams y bares de Lavapiés. De aquí al fin de semana oiremos unas cuantas más, seguro. Y si nadie sensato lo remedia, Vistalegre 2 solo servirá para corroborar las conspiraciones de unos y otros.