El microscopio es uno de los símbolos asociados a la ciencia más destacados en la cultura popular alrededor del mundo. Basta revisar numerosas entrevistas a investigadores en los medios de comunicación o rebuscar entre las imágenes de stock sobre científicos para comprobar que esta herramienta, esencial para la biomedicina y otros campos de la ciencia, está presente con mucha frecuencia entre las fotos, junto a la característica bata blanca. Tanto es así que la imagen del científico mirando ensimismado al microscopio se ha convertido casi en un arquetipo.
En estos tiempos de postureo visual en el que están cada vez más infiltradas las sociedades, potenciadas por redes sociales como Instagram o Tik Tok, los símbolos de la ciencia como el microscopio cobran un papel más destacado que nunca. Este utensilio para ver el mundo de lo pequeño resulta fascinante para muchas personas y las imágenes microscópicas tienen el potencial para captar el interés de una gran audiencia y convertirse en virales si contienen información llamativa. Especialmente populares han sido las imágenes de un macrófago (célula del sistema inmunitario) persiguiendo a una bacteria o las archiconocidas fotos del SARS-CoV-2 mediante microscopía electrónica, que han publicado multitud de medios en los últimos tres años.
Más allá de informar, los bulos transmitidos a partir de fotos al microscopio pueden llegar también muy lejos, ya que, sin el contexto adecuado, pueden resultar muy convincentes para los legos en la materia. En ese sentido, una de las noticias falsas que más se difundió durante la pandemia afirmaba que las vacunas contra la COVID-19 contenían grafeno. Para “demostrarlo” mostraban imágenes, supuestamente realizadas mediante microscopía óptica, en las que se veían diminutas fibras o cristales.
Dejando a un lado que es imposible identificar el grafeno con las técnicas empleadas, estas observaciones aisladas no tienen absolutamente ningún valor sin seguir una metodología científica. Usar un microscopio sin criterio para afirmar la presencia de algo no dista mucho de emplear una báscula para medir la estatura. Cada herramienta tiene su utilidad para informarnos sobre aspectos muy concretos, siempre que se utilice bien. De lo contrario, se convierte en una fuente de desinformación.
El último episodio mediático de postureo al microscopio lo ha protagonizado el nutricionista Carlos Ríos, muy conocido por su movimiento Realfooding. Ríos, que ha centrado su carrera en la lucha contra los ultraprocesados, para terminar vendiendo los suyos propios, ha empezado recientemente a utilizar el microscopio para “valorar” a estos productos alimentarios.
Uno de los vídeos que ha recibido más atención, por la polémica creada detrás, son las imágenes microscópicas de una salchicha. En un vídeo titulado “¿Qué hay dentro de una salchicha?”, publicado en sus redes sociales, el influencer muestra una serie de fibras al visualizarla con un microscopio a 4 aumentos (4x) y añade “Juro que esta especie de pelos viene dentro. No los he puesto yo”.
En primer lugar, valorar la calidad nutricional de un alimento a través del microscopio es simple postureo sin ninguna utilidad. De hecho, si apagáramos la luz del microscopio y lo utilizáramos para ver la salchicha a oscuras, nos daría más o menos la misma información nutricional: ninguna. Para conocer la composición de un producto alimentario existen muchos métodos que nos detallan el contenido de azúcar, sal, grasas saturadas, etc...
Por otro lado, la presencia de fibras en una salchicha que se ha cortado en casa sin ninguna medida especial de esterilidad e higiene puede perfectamente deberse a una contaminación con alguna superficie o a que el propio nutricionista los haya depositado sin querer. Además, las fibras que se muestran pueden ser multitud de cosas: desde la proteína queratina (pelo) hasta algún material artificial. Sin identificar la composición, ni el origen de las fibras, el vídeo solo causa dudas y miedos sobre la seguridad alimentaria del producto en cuestión, sin plantear ninguna información relevante.
Por último, estas visualizaciones al microscopio podrán quedar resultonas en las redes sociales, pero desde un punto de vista científico e informativo no aportan nada, sino justo lo contrario porque son contrarias al método científico para realizar hallazgos. Cuando se realiza una investigación, los pasos para usar un microscopio y procesar las muestras están muy definidos para que siempre se realicen de la misma forma y se puedan comparar los resultados. Además, no sirven las observaciones puntuales, sino que debe realizarse sobre un tamaño de muestras mínimo para poder extraer alguna conclusión.
Está muy bien jugar con el microscopio y asombrarse con el mundo de lo pequeño, pero de ahí a difundir la idea de que con ello puedes valorar los alimentos con los que te encuentras hay un amplio y enorme trecho. Si en periodismo es muy célebre la frase “Que la realidad no te estropee un buen titular”, en este caso habría que decir “Que la ciencia no te estropee un buen postureo científico”. En ambos casos el problema es el mismo: el afán por llegar a la mayor audiencia posible, pisoteando los principios más básicos de la correspondiente profesión.