Seguro que saben lo que hacen y que cuentan con apoyos y redes de rescate, pero el PP ha dado ya un paso hacia los infiernos y sigue avanzando en la misma dirección. No por anunciada esta realidad en forma de pesadilla es más llevadera. Un PP sin escrúpulos ha metido en más de 140 ayuntamientos -entre ellos Valladolid, Burgos, Guadalajara, Toledo o Ciudad Real- a Vox, amplificando exponencialmente el 7% de los votos recibidos en toda España: 1.600.000. Añadan las Comunidades Autónomas que también se han rendido a la ultraderecha oficial. Madrid como prototipo en sí mismo y Castilla y León. Las consecuencias pueblan las noticias estos días: Vox se está haciendo -gracias al PP- con las parcelas que le interesan ideológicamente: la “seguridad” ciudadana, la educación, fulminar la violencia machista como prioridad y toda diversidad, la inmigración (pobre) o imponer asuntos tan identitarios de sus cabezas como la vuelta de los toros y coches sin restricciones en el centro en lucha contra la protección del medio ambiente (Gijón). Almeida en Madrid, con su mayoría absoluta bajo el brazo, se ha negado a colocar la bandera del Orgullo en su ayuntamiento para las fiestas que se inician el próximo sábado. No ondeará allí por primera vez en décadas. Él prefiere jugar con luces de colores, las banderas son sagradas.
El trágala del martes ha sido la entrega de la presidencia del Parlamento balear a un machista, homófobo, racista, negacionista del cambio climático y antivacunas. Gabriel Le Senne, que considera un demérito no tener pene, rechaza el aborto y la eutanasia. Un completo.
Extremadura le ha fallado a Feijóo. La líder del PP, María Guardiola, no se ha puesto de acuerdo en los repartos con Vox y prefiere ir a nuevas elecciones, añadiendo que no puede pactar con un partido que niega la violencia machista. Una única nota discordante en este desastre. Porque, de un zarpazo nos han borrado medio siglo de la historia de España, más: 70 u 80 años, para retornarnos a los usos y costumbres del franquismo incrustado en su educación. Y todo esto es gracias al PP, es el PP quien lo firma, lo enmascara cuanto puede en su bochornosa hipocresía, y lo va a aplicar sin sonrojo.
En una sociedad democrática, la alianza del Partido Popular con Vox para impulsar a la ultraderecha y aplicar sus políticas le costaría muy cara. Más aún que su paradigmática corrupción. Dado lo que se deriva de esta unión para toda la ciudadanía. Es una condena de cuatro años -inicialmente- que se proponen extender a todo el país desde La Moncloa y que millones de demócratas y de personas honestas no se merecen. Porque lo llaman democracia y no lo es cuando sufre tan inmensas injerencias mediáticas o judiciales que desvirtúan la elección consciente de muchos ciudadanos. ¿En serio quienes son citados a las urnas el 23J quieren esta España… de nuevo?
Por enésima vez hay que decir que todo esto es consecuencia de la impunidad. De la impunidad del franquismo y de cuantos caminos torcidos han impedido una democracia plena. El que sería vicepresidente del gobierno con Feijóo si le sale la jugada, Santiago Abascal, declaró: “Los que defienden la obra de Franco tienen cabida en Vox”. Ninguna sociedad democrática salida de dictaduras sangrientas consiente el culto a sus tiranos. En Alemania, la más similar a la nuestra, la derecha equivalente al PP sigue manteniendo un cordón sanitario frente a los partidos neonazis.
España tiene sus peculiares propagandas, que van desde la -frecuente- falsa equidistancia de TVE a declarados propagandistas en los grandes medios. Iniciamos semana este lunes con una entrevista de Carlos Alsina al presidente del Gobierno. Una hora antes, el presentador lo anunciaba así: “Pedro Sánchez comparece a las 9 de la mañana, aquí, en Onda Cero”. Comparece. Hay veces que los verbos empleados son toda una declaración de intenciones. Y se cumplió. “Cuando se mira en el espejo, ¿qué ve?”, “¿Se ve fiable? ¿Se ve como un hombre de palabra?”, le espetó de saludo Alsina. Existen pruebas computables de los logros de este gobierno, a pesar de la oposición rastrera. Centrar una “entrevista” en los incumplimientos -y muy precisos ideológicamente- es tramposo.
Por la noche, en el 24 Horas de TVE, José Luis Rodríguez Zapatero compartía el asombro y la indignación por cuanto se está desvirtuando. Dijo no haber visto en parte alguna una entrevista en la que le digan a un presidente “usted miente” y con argumentos tan falaces. Y aludió a una campaña de deshumanización y de ataque personal a un presidente honesto. Recordó lo que es una obviedad y merece la pena oír por cuanto rompe el discurso general de los medios de la derecha.
La gestión política del gobierno de Pedro Sánchez y su reconocimiento personal en Europa e internacionalmente no tiene la menor duda. Ni color frente a la mediocridad de Feijóo. Aunque Sánchez a veces patine como hizo al entregar la carnaza del feminismo en esa misma entrevista: “Hay una impresión, sobre todo de hombres de 40, 50 años, que han visto discursos incómodos hacia ellos”.
Un Feijóo que niega en palabras lo que plasma en la práctica, suelta en entrevista con Aimar Bretos en la Cadena SER que el tipo de Vox de Valencia cabeza de lista al Congreso, condenado por violencia machista, es que “tuvo un divorcio duro” y se pasó verbalmente. Años, al parecer. Por lo demás, ningún problema, a salvo de sus socios en Valencia, Baleares... y cualquier parte.
Ahí estamos, ése ha sido el eterno problema de España. Tanta pasión por los toros y no se cogen por los cuernos en asuntos fundamentales. Toda la vida igual. Nunca es el momento. Siempre hay que ceder para seguir cediendo al infinito. Elegir “transición” en vez de romper con la dictadura, aceptar el sucesor que Franco designó para sí, que malas artes destruyan a políticos incómodos al poder en la sombra, o que se impusiera durante décadas un modelo económico destinado al fracaso social y el enriquecimiento de unos pocos como fue el ladrillo y el turismo. El colmo es volver atrás en esa concepción intolerable que de la mujer hace la ultraderecha. “Abrazar el feminismo te hace mejor persona y hace mejor a un país”, dijo Zapatero, libre de ataduras y mochilas de partido.
No, basta ya de alabar la ausencia de ruido. Estamos en un momento crítico. Los derechos pisoteados se defienden a gritos o, si lo prefieren, con la mandíbula apretada y sin ceder ni un paso.
La Europa civilizada teme un gobierno de Feijóo y Abascal que se sume a la peste parda que se extiende por el continente y el mundo. Ya pueden espabilar las izquierdas que ya cierran sus candidaturas y enderezar sus pasos torpes si los hubiera. Todos los personajes de esta obra. Los estómagos a llenar de exquisiteces y los sillones para asentarse no justifican lo que están haciendo muchos mediadores de las trampas. Precisamos un nuevo gobierno progresista y que se atreva a afrontar de una vez los retos profundos de este país.
Cada día veo en carne viva la lucha por la supervivencia de múltiples personas, a quienes trabajan calladamente por ella, las nubes de dolor, la búsqueda incansable de soluciones. Desde esa perspectiva producen mayores náuseas aún los juegos sucios de la política y el periodismo, la banalidad sin conciencia. Por quienes sí levantan este país cada día, cada hora, no podemos dejar de intentar alejar del futuro la barbarie.