Un paripé. Una mala función. Una treta que decepciona a la propia claque y añade un estrambote más para una delirante negociación en la que no se juega más que el futuro de Irene Montero. Ni siquiera importa ya el de Ione Belarra. Cualquier pieza es susceptible de sacrificio menos la de la cuestionada ministra de Igualdad. La pregunta que plantea la dirección de Podemos a sus inscritos sobre si autorizan a la dirección a negociar y, en su caso, a alcanzar un acuerdo de coalición con la plataforma de Yolanda Díaz y el resto de partidos es una broma de mal gusto, un Macguffin con el que los de Pablo Iglesias pretenden introducir un elemento de suspense sin mayor relevancia en la trama principal.
La pregunta concreta plantea a las bases si aceptan que el Consejo de Coordinación de Podemos, “siguiendo el criterio de unidad que marcó el Consejo Ciudadano Estatal, negocie con Sumar y, en su caso, acuerde una alianza electoral entre Podemos y Sumar”. La traducción sería: ¿Nos dejáis decidir sobre algo que llevamos negociando desde enero? Una interpelación absurda teniendo en cuenta que la dirección empezó a negociar con Sumar en enero, interrumpió las conversaciones en abril por la campaña electoral y las volvió a retomar hace dos semanas.
Un poco tarde, pues, para solicitar ese aval por mucho que desde la dirección esgriman que la Asamblea Ciudadana (el conjunto de inscritos) es la competente para aprobar o rechazar cualquier pacto o alianza preelectoral o postelectoral con otras fuerzas políticas y que lo que se propone es solicitar permiso para que sea la dirección quien decida finalmente si acepta una alianza con Sumar. ¿Alguien dudaba a estas alturas de en manos de quién está la decisión, más allá de disposiciones estatutarias?
Lo que la realidad esconde es, a juicio de algunos críticos con la dirección, una pregunta trampa que tiene que ver con la desbandada de cuadros en los territorios y el propósito de evitar la ruptura definitiva de la dirección estatal. Y es que la presión que llega desde las direcciones territoriales aumenta cada hora que pasa, ya que los líderes territoriales alertan del riesgo de desaparecer si no se coaligan con Sumar. Más claro: quien no ha saltado ya del barco del clan de Galapagar amenaza con hacerlo en las próximas horas, por lo que la única salida de la dirección para frenar el goteo de espantadas es plantear una consulta que lo que pide, más que un aval para negociar, es un mandato que evite que los territorios negocien con los de Yolanda Díaz por su cuenta al margen de la dirección estatal.
Después de la debacle del 28M que dejó a Podemos sin representación en Madrid, Valencia y Canarias y a punto de la extinción en Baleares, Aragón o Asturias, la secretaria general de Aragón ha anunciado que no recogerá el acta ni seguirá como líder del partido en esta región después de las generales de julio. Esto, además de hacer un llamamiento a la “generosidad” y la “humildad” y unos días después de que la Ejecutiva de Baleares pusiera sus cargos a disposición tras la debacle en las islas, dimitiera el secretario de Organización de Canarias y 13 miembros de la dirección de Catalunya pidieran en un comunicado la adhesión a Sumar.
El resultado de esa consulta, mucho más que un cheque en blanco para Iglesias y Montero, busca atar en corto a los cargos territoriales, frenar el goteo de bajas y arrastrarlos a la bunkerización en la que lleva meses instalada una dirigencia soberbia que se resiste a ver la realidad. Y todo mientras corre el reloj, el plazo legal para registrar la coalición para las elecciones del 23 de julio está a punto de expirar y las señales que alertan de la desaparición de un partido que llegó a sumar más de cinco millones de votos y 71 diputados son cada vez más nítidas. O suman o ya no serán más que el triste recuerdo de un partido que no estuvo a la altura de las expectativas que generó y mucho menos de la responsabilidad de gobierno que se le otorgó.