Como todos los españoles, sean aficionados al fútbol o no, saben, porque en España hay cosas que no es posible no saber, el primer gol no vale lo mismo que los demás. Alfredo Di Stefano, que de esto sabía, decía que el primer gol vale por tres. Todo el mundo sabe lo que quería decir.
En política ocurre algo parecido. La primera acción de gobierno de un nuevo presidente no vale lo mismo que las que adopte ulteriormente. Con su primera acción de gobierno un presidente se retrata. Hace saber de manera solemne qué es lo que él entiende por la tarea de dirección política, que es la primera responsabilidad que la Constitución en el artículo 97 le atribuye. Para esto, para resolver problemas como este, es para lo que entiendo que estoy en la presidencia del Gobierno. Esto es lo que un presidente transmite con su primera acción de Gobierno. La marca que deja suele ser indeleble. Le acompaña para siempre.
Cuando se ha llegado a la presidencia del Gobierno tras unas elecciones generales, el presidente ha tenido tiempo para pensar cuál va a ser esa primera decisión. La elaboración del programa electoral, los discursos durante la campaña y sobre todo, el discurso de investidura anticipan en cierta medida la primera decisión del Presidente, que suele ser, en consecuencia, previsible.
Pero cuando, como le ha ocurrido a Pedro Sánchez, se llega a la presidencia mediante una moción de censura rocambolesca, el Presidente no dispone de tiempo para reflexionar sobre cuál va a ser su tarjeta de presentación. Tiene que empezar a gobernar inmediatamente después de la votación de la moción de censura y sobre la marcha tiene que decidir cuál va a ser el primer problema al que va a hacer frente, de todos los que en ese concreto momento necesitan una respuesta.
Pedro Sánchez se ha retratado con el Aquarius. El Aquarius era un problema enorme no para España específicamente, sino para la Unión Europea. Afectaba a la inmigración, que es posiblemente la cuestión que más divide a los países que integran la Unión Europea en este momento y, además, enfrentaba a los Gobiernos de dos países vecinos, Francia e Italia, de una manera más que preocupante. Pero el barco estaba lejos de los puertos españoles y no había nada que obligara a España a dar el paso de convertirse en el protagonista de la solución del problema. ¿Hay algún lector que tenga la más mínima duda de que con Mariano Rajoy como presidente del Gobierno el Aquarius no habría venido al puerto de Valencia?
Quiero decir que no es el Aquarius el que eligió a Pedro Sánchez, sino Pedro Sánchez el que eligió el Aquarius. El que entendió que el Aquarius era, ciertamente un problema, pero también una “oportunidad para la acción”. Estos son los términos en que se suele definir el liderazgo en los libros de texto de ciencia política. Ver en un problema una oportunidad para la acción.
El mensaje del nuevo Presidente del Gobierno ha sido nítido. España está dispuesta a ser protagonista de la política europea en general y en el tema más delicado del momento en particular. El Gobierno no va a mirar para otro lado, sino que va a enfrentarse con los problemas a medida que se presenten. Hay que hacer de necesidad virtud, porque, además, se puede. Cada país individualmente no puede, pero Europa sí puede.
Esta primera acción de gobierno ha sido caricaturizada como una mera acción de propaganda por Pablo Casado y Albert Rivera secundados por el aparato de comunicación de la derecha española. No ha sido más que una operación de imagen para adquirir protagonismo de manera fácil. El “efecto llamada” que con dicha operación se va a poner en marcha, acabará convirtiendo la inmigración en un problema inmanejable para nuestro país. En cuanto el Aquarius ha vuelto a llenarse de inmigrantes, aunque sin plantear un problema de la misma magnitud, la derecha política y mediática española ha visto confirmado su diagnóstico e inició una campaña de acusación a Pedro Sánchez de incoherencia por no responder ante el Aquarius 2 de la misma manera que lo había hecho ante el Aquarius 1.
El curso de los acontecimientos los ha dejado en ridículo. Para el Aquarius 2 se ha encontrado respuesta sin llegar al límite en que se llegó en el Aquarius 1 y también en esa respuesta el Gobierno de España ha sido protagonista, aunque la derecha española, como no puede ser de otra manera, sea incapaz de reconocerlo.
En este Aquarius 2 España no ha sido protagonista en exclusiva como lo fue en el Aquarius 1. Pero nadie puede discutir que sin la respuesta que se dio al Aquarius 1 no se hubiera podido instrumentar la respuesta al Aquarius 2. El hecho de que hayan sido varios los países que han participado en esta operación es un punto más a favor del presidente del Gobierno. Es un indicador de que el Aquarius 1 no fue una ocurrencia, sino el primer paso de un proyecto político para hacer frente al problema de la inmigración en el que por fuerza tienen que ser muchos los Estados protagonistas.
El gol del Aquarius 1, como los primeros goles de Alfredo di Stefano, valen por tres o por mucho más. De momento, la sensación de angustia de estos últimos meses ya no la estamos padeciendo. El problema sigue siendo de primera magnitud, pero empieza a prefigurarse una respuesta política europea. Y en esa prefiguración el Gobierno de España ha ocupado un lugar de protagonista, algo que no ha ocurrido en ningún asunto europeo a lo largo de los algo más de seis años que Mariano Rajoy ha sido presidente del Gobierno.