Parece que la Junta de Andalucía ha depositado 2,3 millones de euros para formalizar la titularidad pública de los terrenos sobre los que se construyó el controvertido hotel de la playa de El Algarrobico. Para quien no lo conozca, estamos hablando de una construcción de 20 plantas y 411 habitaciones en pleno Parque Natural Cabo de Gata-Níjar que nunca debió construirse y que ha conseguido ser calificada por Greenpeace como el símbolo más flagrante de la destrucción de la costa.
Estos días, en los que una buena parte de nosotros hemos estado o estamos disfrutando de alguna escapada veraniega fuera de la rutina del resto del año, son un buen momento para plantearnos la importancia que estas escapadas turísticas tienen para el desarrollo social, ambiental y económico de las zonas a las que vamos. El turismo puede llegar a ser una fuente indudable de riqueza en esas tres dimensiones que conforman el desarrollo sostenible.
A nivel económico, todos hemos escuchado reiteradamente cómo las actividades relacionadas con el turismo se encuentran entre las principales fuentes de generación de ingresos de nuestro país y cómo todos los años por estas fechas mejoran las estadísticas de empleo gracias a las contrataciones temporales que se realizan estacionalmente para poder atender la demanda turística del verano. Sin embargo, los mayores impactos y los que, además, pueden superar esa estacionalidad convirtiéndose en permanentes son precisamente los sociales y los medioambientales.
Muchos países han optado por explotar sus playas paradisíacas y casi vírgenes para la creación de grandes complejos hoteleros que en su construcción destruyen de forma permanente parte de esa naturaleza (como los manglares) y que en su funcionamiento consumirán grandes cantidades de recursos (agua, energía, etc.), además de generar volúmenes importantes de residuos para los que no se dispone de los tratamientos adecuados. En algunos casos la situación se agrava ya que para su construcción, los pobladores originales de esas tierras son obligados a desplazarse y abandonarlas. Con ello se están destruyendo esos mismos espacios naturales únicos que son los que atraen al turismo.
Frente a estos casos, otros países como Costa Rica ya han hecho una apuesta por el turismo sostenible. La naturaleza se ha consolidado como un recurso turístico básico que es fuente de generación de riqueza económica ya que la oferta natural del país es uno de los factores diferenciales frente a otros países. Y los costarricenses han sabido ver algo que es evidente: si quieren que esta fuente de ingresos perdure y crezca en el tiempo es obligado preservar espacios naturales únicos.
En España todavía estamos a tiempo de evitar casos como el de El Algarrobico y conseguir que el turismo sea una herramienta poderosa para lograr generar riqueza económica respetando y fomentando el medioambiente. Hay que establecer ya las medidas que permitan conservar los espacios que todavía nos quedan. Y hacerlo de una forma en la que el propio modelo económico sea simultáneamente autosostenible económica y medioambientalmente. Los impulsos desde el sector público deben sentar las bases para ese nuevo modelo y no enfocarse exclusivamente en medidas paliativas que intentan deshacer atrocidades ya cometidas con, además, un altísimo coste económico.