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Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

Prohibido protestar

Rivera pide a la Fiscalía que actúe contra el intento de boicot en su acto de Rentería. Y por los abucheos e interferencias al acto de su candidata en Barcelona en la Universidad. Pablo Casado teme que se pierdan libertades cuando recibe protestas en sus periplos electorales.  Ambos, con su extrema derecha oficial, Vox, no dejan de evidenciar el nulo respeto que tienen por las libertades de los demás y por las opiniones que no sean la suya. Lo peor es que se esté imponiendo, que se haya impuesto ya, la represión de las ideas propia de los regímenes autoritarios. Y antes de llegar al gobierno en el supuesto de que tal cosa suceda. Varios medios convencionales y algunos de sus periodistas participan de la mano dura contra quien levanta la voz, la voz exclusivamente, con gran entusiasmo.

  No sé si la sociedad es consciente de que la Ley Mordaza del Partido Popular restringió ya un grueso paquete de derechos. Se diría que supuso un bozal a la libertad de expresión, a la libertad intrínseca de las personas vista la forma en la que ha calado: la mayoría lo acepta. No por casualidad España es el país que se arrodilló ante el rey felón para pregonar su sumisión con aquel aterrador “Vivan las caenas”. No tenemos más que ver que esta ley denunciada hasta por la ONU  o el Consejo de Europa sigue vigente por las trabas puestas a su derogación en el Congreso. Y que a los nuevos piopíos de la derecha se les hace la boca agua pensando en qué más derechos restringirán o anularán si llegan al poder.  No paran de anunciarlo, nadie puede llamarse a engaño.

   Las tres derecha sueñan con una Catalunya sometida a Madrid por un 155 perpetuo. Varios líderes han hablado de ilegalizar a los partidos nacionalistas, Albert Rivera, presidente de Ciudadanos, en cabeza.  Huelgas, manifestaciones, protestas, no gustan a esta derecha radical. Si sus miembros pudieran reformar la Constitución, la dejarían en tres artículos como suelo comentar. Derechos ni uno, solo unidad de España, fuerzas de Seguridad para mantener sus órdenes y barra libre para los saqueos permitidos del neoliberalismo.

  El tema de las protestas, los escraches, es enormemente delicado. No cabe en la puerilidad sin matices, no cabe en el conmigo o contra mí. Nos encontramos con unos líderes -y una parte de la sociedad que les sigue- totalmente inmersos en el maniqueísmo. Solo existe para ellos el blanco y el negro. Les ocurre a los niños en general y a los adultos que no han logrado madurar su inteligencia. Como era de esperar, Casado “denuncia –en la terminología subjetiva mediática- el ”silencio cómplice“ de Sánchez ante la ”violencia“: ”O con los demócratas o con la kale borroka“.  En mi caso soy tan contraria a la violencia que acompaño a las moscas fuera de la ventana en lugar de aplastarlas.  Lo que no quita para ver que se está suprimiendo por coacción hasta la crítica y que es intolerable. 

  La libertad de expresión y el derecho de manifestación están recogido en la Constitución española, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en los tratados internacionales y  en cualquier conciencia democrática. Dejen tranquila a la Fiscalía. Es lícito protestar, pacíficamente, ante políticos con los que se discrepa o que han insultado a su vez.  No son dioses, están al servicio de los ciudadanos. Y algunos no lo saben. Unas de las nuevas adquisiciones, Díaz Ayuso, del PP, contó con voz mohína ante la mirada compungida de su entrevistadora que si se iba a fiscalizar todas sus propuestas no era plan. Lo de los embriones incluidos ya en la familia. Y, sí, la fiscalización forma parte del sueldo.

  En ese circo de candidatos que han montado las derechas, Juan José Cortés, PP, Huelva, acusa a Pedro Sánchez de “sentarse a la mesa con asesinos, pederastas y violadores”. Eso es insultar. Villegas de Ciudadanos dice: “Pedro Sánchez está inhabilitado para presidir el Gobierno”.  Otro insulto. No parecen entender que insultan a sus rivales… y, sin duda, a sus millones de votantes y a la ciudadanía en su conjunto.

 No se paran ante nada. La cabeza de lista por Barcelona, Cayetana Álvarez de Toledo ha dicho, sentada en TV3, que TV3 “hace daño” y “humilla” a la mitad de los catalanes. Su primo ideológico Albert Rivera ha llegado a amenazar al director de la televisión autonómica catalana.  Están fuera de sí. Pablo Casado insulta a cuanto se mueve cada vez que abre la boca.  Lo primero que deben aprende es a predicar con el ejemplo.  

   El colmo es resucitar ETA para atacar a Sánchez. El final de ETA, hace 9 años, llegó con el PSOE de Zapatero. Leer esta noticia y sus sumarios cargados de insidias nos recuerda la falta de escrúpulos de una derecha que siempre utilizó a las víctimas del terrorismo en su provecho. Y lo sigue haciendo.

   PP y Cs buscan la crispación y en ella el voto de la ira. Irracional, destructor, que no piense el propio votante ni en el daño que se hace.  Con éxito, la crispación se palpa hasta andando por la calle. Escribía Íñigo Saenz de Ugarte aquí que Ciudadanos obtuvo 682 votos en Errenteria en las últimas elecciones generales. Ahora van, más que a por votos, a salir unos minutos en televisión. Y, añado, en radios y periódicos.  Por supuesto que todo el mundo tiene derecho a hablar en todas partes. Pero el País Vasco es una herida abierta, la historia de un dolor inconmensurable, y algunas visitas huelen a ir a buscar votos en la bronca. Pueden ir, por supuesto, lo deseable es que les dejen hablar, por supuesto,  pero ellos saben lo que hacen y muchas otras personas también.

  El coro de voces mediáticas alarmadas por estas protestas sorprende en sí mismo y, ya puestos, se echa de menos cuando toca a la parte estrecha del embudo. El colmo es colgarle el muerto a una persona ajena por un tuit, como ha sucedido con Pablo Echenique en el caso de Rentería. Entiéndase sin maniqueísmo, a ser posible.  Algunas tertulias y portadas terminan por venir cargadas de gasolina.

  Clama este paripé de las formas cuando políticos que se dicen hoy tan agraviados nos han robado a saco. Será, por haber metido la mano en las arcas públicas con su mejor sonrisa. En algunos casos se adivinaban hasta carcajadas. Han cercenado la sanidad pública, dejado sin atender a tiempo a pacientes con enfermedades caras, con modales no censurables. Han echado a la gente de sus casas, han permitido trapicheos de los bancos con las hipotecas, con toda amabilidad. Han alimentado cloacas de basura policial con fines políticos partidistas, han mentido, profanado derechos, hecho trampas al infinito, sin alzar demasiado la voz. ¿Quieren más escrache, más insulto, que todo eso?

  La democracia exige respetar hasta la crítica y más cuando se cobra un sueldo público por trabajar por los ciudadanos de un país. Lloran de emoción cuando escuchan aquello de “el corazón ingobernable de Nelson Mandela”, porque vieron Invictus y se jugaba al rugby.  Pero luego legislan mordazas y llaman a la Fiscalía.   La libertad es el más preciado valor humano, poderosamente imbricado en la dignidad. Y no la entienden.