Protestas sin organización con imágenes a la carta

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La violencia aparecida en las movilizaciones como reacción al encarcelamiento del rapero Pablo Hasel ha generado un debate en torno a su origen, explicación, objetivo y responsabilidad. Y, por supuesto, su relación con la lucha política.

La primera cuestión que describir es, que como lleva sucediendo hace ya varios años, muchas de las movilizaciones surgen de forma espontánea, sin estructura organizada detrás (más allá de que un grupúsculo pueda convocar en redes) que planifique en qué consistirá un determinado acto movilizador y menos todavía intentar cumplirlo. 

Eso supone que su desarrollo siempre estará a merced de fuerzas o intereses que no tienen por qué ser los de quienes inspiraron la movilización y de muchos de los que con ella se solidarizaron. Es por eso que, históricamente, las manifestaciones, huelgas y todo tipo de actos de lucha política han necesitado una estructura que se dedicara y garantizara que se iba a hacer lo que estaba previsto hacer, y no otra cosa diferente. Es por eso también que el resultado, si funcionaba la organización, solo dependía del mayor o menor apoyo de la ciudadanía o colectivos, no de otros elementos perturbadores, que debían ser neutralizados por las organizaciones convocantes. 

Pero, claro, eso era antes, cuando detrás de las reivindicaciones había organizaciones y no deflagraciones de redes sociales, cuando había planificaciones previas en asambleas o comités y no grupúsculos de encabronados que deambulan entre disturbios, cuando se había debatido y recogido en un documento por qué se protestaba y qué se exigía, y no cuando cada uno al que se le pregunte en la manifestación te dirá que ha ido a una cosa diferente. 

Intentos de desestabilizar unas movilizaciones infiltrando grupos en una lucha popular suceden siempre. Agentes infiltrados que recurran a una violencia que sea mal recibida por la opinión pública y desprestigie una movilización o que provoque la intervención de la policía, incluso policías infiltrados, forma parte de los intentos de los sectores reaccionarios para dañar la imagen de una reivindicación y de sus protagonistas. Es por eso que las organizaciones sociales que convocan movilizaciones tienen criterios claros de comportamiento y acción, servicios de seguridad y una militancia que entiende que debe ajustarse al comportamiento y movilización que se ha decidido. Esas organizaciones saben que serán las responsables ante los poderes públicos, la justicia y, sobre todo, la opinión pública de todo lo que suceda en esa movilización. 

Si, por el contrario, no hay estructura ni colectivo organizado detrás de una movilización, lo que suceda estará a merced de todos los intentos de boicot, daño a su imagen o interés por desprestigiar esa causa. Es lo que ha sucedido con las protestas por el encarcelamiento del rapero y lleva sucediendo en muchas movilizaciones juveniles, donde no hay un línea de comportamiento definida. En realidad tampoco la hay para saber lo que se pretende. Podremos encontrar estudiantes pacíficos que marchan con sus pancartas o consignas, grupos que destrocen mobiliario urbano, otros que tengan como objetivos propiedades que consideren son del poder establecido, como escaparates bancarios o de grandes empresas, otros que sencillamente incendien todo lo que encuentren, desde una bici aparcada o la luna de una mercería.

Cuando observamos el debate político que intenta explicar las protestas, unos dirán que surgen por la sentencia de prisión, otros que ese es el detonante y que la verdadera razón es el escandaloso nivel de desempleo que les impide emanciparse, otros que la frustración por una juventud sin futuro, o la desesperación de llevar un año con su libertad limitada por las medidas sanitarias, otros señalarán que el objetivo es seguir luchando por su república independiente. Cuando se informa de las detenciones descubres que más de la mitad son jóvenes menores de edad, es decir, que muchos de los anteriores problemas no les afectan especialmente en estos momentos. Es evidente que todo se mezcla, y por eso mismo no podrá salir ningún resultado eficaz, porque ni ellos mismos coinciden en cuál es el objetivo. Mucho menos el método por el que se llega: ¿un indulto? ¿una derogación de la reforma laboral? ¿de la ley mordaza? ¿tiene relación la ley mordaza con el encarcelamiento de Hasel? ¿mejorar las leyes para tener acceso a una vivienda para emanciparse? ¿una declaración unilateral de independencia? Difícilmente se puede buscar un cauce de resolución con todos esos temas juntos en una calle con miles de jóvenes manifestándose tras una sentencia de cárcel a un rapero. 

La siguiente cuestión es que, tras desaparecer las organizaciones detrás de las protestas y movilizaciones, ignorar los procesos institucionales para lograr los cambios y despreciar a los agentes políticos que puedan materializarlos en esas instituciones, el objetivo de todas ellas se centra en lograr la presencia mediática. Pero la presencia mediática es una trampa, sobre todo cuando, como hemos señalado antes, nada de lo que suceda en el desarrollo de la protesta está bajo el control de nadie. Al contrario, está a merced de cualquier agente desestabilizador. Por tanto, el resultado mediático y también en el discurso político es que habrá imágenes para todos los gustos, según lo que se quiera presentar: jóvenes encapuchados quemando un contenedor o unas motos, grupos pacíficamente sentados, individuos lanzando piedras y cócteles molotov a unos policías, policías apaleando a un joven que huye que no sabes a cuál de los anteriores grupos pertenece. En las redes habrá policías apaleando a manifestantes y manifestantes atacando a policías, una sentada pacífica y un saqueo a un pequeño comercio.

De nada servirá que diferentes participantes o partidarios de la movilización se pronuncien sobre lo sucedido, no hay proyecto de lucha, cada uno tiene el suyo. Del mismo modo que no hay un relato de la movilización, hay varios y todos reales, de hecho se ofrecen escenas y fotografías para cada interpretación o tesis. 

Normalmente un mismo hecho es retorcido por diferentes sectores sociales para rentabilizar y argumentar su propio relato, pero en estas movilizaciones es que todos los relatos son verídicos. Y en eso se basa la inutilidad de la movilización, en que se mezcla la reivindicación pacífica y la violenta; la represión policial injustificada y la acción policial que intenta proteger bienes públicos o particulares; reivindicaciones legítimas por un lado frente a vandalismos contra los vecinos; grupos con objetivos políticos y nihilistas borrachos; agentes antidisturbios psicópatas que deberían estar fuera de servicio junto a bomberos que intentan que unos contenedores ardiendo no prendan a un edificio. Lógicamente cada televisión, cada analista, cada político, cada sector social incidirá en su encuadre preferido para presentar su discurso. 

La izquierda intenta manejar indistintamente dos discursos, ambos inútiles. Uno, señalando que los manifestantes son pacíficos y que la violencia es fruto de infiltrados y desestabilizadores. Ya he señalado que eso solo se resuelve si convocas una movilización con una organización y planificación responsable detrás. Si se trata de explosiones de indignación espontáneas sin objetivo, rumbo ni plan siempre acabará así. Y, lógicamente, la causa social por la que se originó la movilización será la desprestigiada ante la opinión pública. Si además la izquierda no ofrece una salida institucional y democrática, el caos está servido. Y estamos viendo que no son precisamente las posiciones de la izquierda las que están ganando con el caos, teniendo en cuenta que el discurso asentado y explotado por la derecha es que está gobernando la izquierda. 

Al mismo tiempo, la izquierda también señala que un cierto nivel de violencia se genera porque las manifestaciones pacíficas no sirven. En Barcelona triunfó una pancarta que decía “Nos habéis enseñado que ser pacíficos es inútil”. No es verdad, lo que sucede siendo pacífico es que no sales en la televisión, y, como hemos señalado antes, parece que ahora lo útil es salir en la televisión. Y ya hemos explicado que en televisión no solo las noticias que ellos quieren, es que sale el encuadre que ellos quieren, y en estas protestas había encuadres para todos los gustos. Y si quieren presentar a los manifestantes como criminales y vándalos, imágenes no les van a faltar. Así que, si tu objetivo es salir en televisión, si inicias una protesta que no controlas y se generan imágenes que no te gustan, luego no podrás evitar que en la televisión las emitan asociadas a tu protesta.