Su denominación varía dependiendo de la ciudad en la que nos encontremos. Pueden ser consellers de districte, en Barcelona, vocalías vecinales en Madrid, o, más sencillamente vocales de las Juntas Municipales de Distrito, Parroquia o Barrio en gran mayoría de los municipios del Estado. Su función, sin embargo, suele ser similar según los reglamentos municipales: articular la participación ciudadana en los Ayuntamientos y gestionar la prestación de servicios descentralizados a sus habitantes. Esto en teoría, porque en la práctica política de las últimas décadas, y salvo honrosas excepciones, las entidades locales menores de carácter territorial, como se las conoce en Derecho Administrativo, han sido efectivamente “menores de edad”, políticamente hablando. Sin grandes competencias municipales ni financiación resultan desconocidas para la mayoría de la población, cuyo contacto con las mismas se limita a los trámites burocráticos.
El panorama es gris, pero en el horizonte se pueden vislumbrar claros entre las nubes. Mucho tienen que decir al respecto la red de “Ciudades por el bien común”, rótulo bajo el que se reunieron a principio de septiembre en Barcelona los equipos de gobierno de los principales Ayuntamientos en los que las candidaturas unitarias y municipalistas triunfaron el pasado 24 de Mayo. Ciudades que ya repetimos de carrerilla, quien para ensalzarlas quien para demonizarlas.
Pues bien, en muchas de ellas, en estas semanas, se van a constituir las Juntas de Distrito con sus consellers o vocales, como corresponde al inicio de los nuevos mandatos municipales. Las Candidaturas unitarias que auparon a los alcaldes y alcaldesas “del cambio” no han dejado pasar la oportunidad para innovar y democratizar la elección de las vocalías vecinales. Por ejemplo, ya se han realizado elecciones abiertas a toda la ciudadanía por parte de Barcelona en Comú y, mientras escribo estas líneas, está abierto el plazo para votar en las de Zaragoza en Común. En Madrid, la elección ciudadana de las vocalías vecinales de Ahora Madrid culminará este domingo 27 y lunes 28 de Septiembre con las votaciones presenciales en los 21 distritos que componen la capital.
Pero ¿qué sentido tiene hacer una elección participativa de unas figuras institucionales que no importan a nadie ni tienen competencia alguna? En primer lugar, precisamente, dar a conocer la existencia de las vocalías vecinales a nuestros vecinos y vecinas. En segundo, evidenciar la contradicción entre la irrelevancia del papel actual de juntas y vocalías y la potencialidad política que encierran.
Una potencialidad sobre la que no cabe engañar a nadie a inicios de este curso político. En el mensaje de año nuevo de 1973 Salvador Allende lo expresó así: “En vísperas de un nuevo año sería muy grato decirles que todo será fácil; desgraciadamente no es así”. En efecto, no va a resultar fácil transformar esta realidad en sus dos vertientes, institucional y de movilización popular.
En el ámbito institucional, en Madrid, se acaba de iniciar el largo y tortuoso camino hacia la reforma de los Reglamentos Municipales de Distrito y Participación en aras de conceder mayores competencias a las Juntas de Distrito, con financiación y recursos humanos aparejados, y establecer canales vinculantes de participación en los distritos. Deberes a medio plazo que en ningún caso van a poder llevarse a cabo si hasta que llegue esa reforma nos quedamos de brazos cruzados. En el “interregno” hay que ir dotando de protagonismo a los vecinos y vecinas en las Juntas de Distrito, articulando los espacios de participación ciudadana en los que las vocalías rindan cuentas y reciban propuestas, aportando a la elaboración participativa de los presupuestos del año que viene.
Han corrido ríos de tinta sobre la relación entre instituciones y movimientos sociales, sobre poder institucional y contrapoderes ciudadanos, sobre la tensión entre democracia representativa y participativa. En el marco político municipal surgido tras el 24 de Mayo, nos enfrentamos a una oportunidad única que a la vez es una prueba de fuego: llega la hora de mancharse las manos y bajar al barro. El proceso de descentralización municipal y el papel político que se asigne a las vocalías vecinales nos enfrentan al reto de pasar de una consigna tan bella como “la democracia empieza en lo cercano” a su disputa en la realidad política y social, distrito a distrito, barrio a barrio.