“En ningún momento es la libertad de expresión más preciada que cuando uno se golpea el pulgar con un martillo”.
Marshall Lumsden (1922-2010)
Eres sindicalista y estás harto de las condiciones en las que tu contrata te obliga a currar. Limpias el arsenal militar de El Ferrol y en un manifestación de protesta, cabreado, dices a tus compañeros asistentes, “mirad el silencio de la puta bandera”. Lo dices en gallego, que aún suena más dulce: “Aquí tedes o silencio da puta bandeira”, y “hai que prenderlle lume á puta bandeira” y resulta que has cometido un delito y que el Tribunal Constitucional de una democracia occidental como la española falló ayer que sí, que eso es delito.
¿Puta bandera es delito?
¿Puto gobierno es delito?
¿Mi puta vida torera es delito?
El delirio - ¿puedo decir la puta locura?- se ha adueñado del Tribunal Constitucional español que en esta ocasión no sólo se sitúa fuera de la normativa europea ya establecida sino que se coloca mayoritariamente a la santa derecha del Opus. Era el ponente de esta cuestión el magistrado Andrés Ollero, conocido por sus cargos electos con el PP y su pertenencia o proximidad a la obra, y acudió con una ponencia en la que, haciéndose eco de la jurisprudencia y las normas europeas e internas, se decantaba por considerar que tales expresiones no podían constituir delito alguno. Pues bien, saltándole por la derecha la mayoría conservadora, tuvo que renunciar a la ponencia y pasar a engrosar las filas de los magistrados progresistas que consideran aberrante tal interpretación de la Constitución Española, que choca con toda la lógica y los preceptos y la normativa de las democracias occidentales. No puede uno ir dejando el prestigio en la gatera -excepto que carezcas de él- y Andrés Ollero, catedrático, no ha estado dispuesto a caer tan bajo.
Voy a explicarles muy fácil por qué es aberrante la posición que el Tribunal Constitucional ha adoptado en este asunto y por qué debe preocuparnos a todos los demócratas. Estas cosas eran impensables, son impensables, pero hay soldados que están intentando convertir el país y la Constitución en algo a su imagen y semejanza, así se aleje mucho de lo que la mayoría social española y europea considera aceptable. Como está siendo costumbre, mala, nos han dado el fallo sin tener aún la sentencia pero sé que ésta viene a decir que las expresiones “no eran necesarias” y “no tenían relación con la protesta”. ¿Y qué, oiga, y qué? Uno protesta y lo hace como quiere. Quemar fotos del Rey no es delito -ya nos condenó por eso Estrasburgo- ni tampoco quemar banderas ¿cómo pueden llegar a esta conclusión los preclaros intérpretes constitucionales? ¿a dónde van a llegar contradiciéndose y contraviniendo los convenios europeos?
La libertad de expresión, el uso que de ella se haga, las expresiones y actos, no sirve sólo para las ideas aceptadas y compartidas sino que especialmente protege a aquellas que ofenden a una parte de la población o al propio Estado. Cuando ejerces un derecho fundamental, no eres tú el que tienes que justificar su ejercicio sino que son otros los que han de especificar por qué es preciso en una democracia censurar esa libertad. Incluso si abusas de esa libertad, el reproche penal es el último que se debe utilizar.
Los sindicalistas gallegos ni siquiera quemaron una bandera sino que hablaron de la “puta bandera” y ahora vienen a decirnos que eso, eso es un delito. Puta bandera, puto gobierno, putos fachas, putos rojos ¿delito?
El nivel de desprestigio al que están llegando los órganos constitucionales españoles y algunos tribunales es estremecedor. ¿Saben lo que sucede? Que cuando llegas a estar presente en organismos que no tienen control más allá del propio, sólo el prestigio puede refrenar las tropelías. Si nombramos para estos puestos a gentes sin prestigio, no tendrán freno alguno.
Toda la normativa europea y española y la jurisprudencia que atañe a la libertad de expresión en nuestro país la pueden encontrar en Libex.es , un proyecto del Grupo de Trabajo sobre la Libertad de Expresión que busca con esta iniciativa ayudar a profesionales y profanos a encontrar los recursos necesarios. Pues bien, si pinchan aquí encontrarán todo lo necesario para comprender por qué el Constitucional está dictando una sentencia que contradice todo el acervo europeo y del propio TC sobre la cuestión. Dirán algunos que el ultraje a la bandera se encuentra en la ley, que está en el artículo 543 del Código Penal, y les contestaré que el Tribunal Constitucional es precisamente el órgano que está por encima de la ley y no sujeto a esta, es decir, el órgano que nos puede decir que esa ley está mal.
Esa legislación es insostenible en un estado democrático, desacorde con las convenciones europeas e impropia. Es buena idea que los legisladores deroguen tal artículo del Código Penal y que, como mucho, incluyan esa limitación para determinados funcionarios como pueden ser los militares. En este país, como en Estados Unidos (véase Texas contra Johnson, que anuló las leyes de los estados que penalizaban quemar la bandera) tiene que considerarse amparado por la libertad de expresión quemar los símbolos, la bandera o el retrato del Rey. Precisamente porque son símbolos evitan ningún daño a nada más y permiten protestar contra lo que significan. Se puede protestar contra lo que significan. Eso es lo que muchos neofascistas no comprenden y eso es lo que aterroriza que un órgano constitucional consagre.
No he quemado una bandera en mi vida. No voy a hacerlo. No voy a quemar biblias ni coranes. Exijo el derecho a hacerlo de los que así lo consideren. Exijo la libertad de expresión más amplia y, cuando haya dudas, más libertad de expresión. Un exceso de libertad de expresión es muy dudoso que nos haga daño, pero esta “patriótica” y represiva interpretación de lo que puedo hacer para protestar sí.
¿Puta bandera? ¿puto gobierno? ¿puto Constitucional? ¿Van a convertir a nadie en delincuente por decir eso? ¿por cagarse en lo más barrido? ¿En serio? No sólo no es civilizado ni democrático sino que conseguirán que nos tengamos que poner todos a la cabeza de una manifestación que ni siquiera deseamos.
Entre meternos la bandera por el gaznate, hasta por Navidad, y pretender que un sindicalista es un delincuente por decir que hay que quemarla ¿qué pretenden que hagamos, callarnos y tragar? La bandera es un símbolo y si se ama y se respeta debe ser por respeto y amor a lo que representa, lo cual es un acto de afecto individual.
La desafección no es delito, señores. ¿O van a condenar a los magistrados que van a firmarse unos votos particulares argumentando que eso que han votado es una barrabasada?
Y el Tribunal Constitucional sin renovar y sin reflejar la sensibilidad de la sociedad a la que sirve.
Sigan desprestigiando a las instituciones a las que sirven y luego culpen a los putos rojos del gobierno que son los que, según su torcida mirada, se están cargando la democracia.