Empecemos por la obviedad. Nadie nace racista. La intolerancia se fomenta y se aprende. Del mismo modo que se puede enseñar la igualdad, se puede alimentar la división. Está demostrado que repetir una mentira incrementa las posibilidades de que mucha gente la considere una certeza. Es lo que se conoce como el efecto de la verdad ilusoria, un fenómeno cada vez más común en ámbitos políticos y también periodísticos (a menudo se confunden los papeles).
El Informe Anual 2023 del Foro para la Integración Social de los Inmigrantes identifica algunos de los bulos más extendidos sobre las personas migrantes: desde el “más del 25% de la población tiene nacionalidad extranjera” al “colapsan la sanidad pública”, “suponen una carga para España y tienen más ventajas sociales” o “nos quitan el trabajo”. Con diferentes versiones, son comentarios que igual se escuchan en sobremesas dominicales que en tuits no deseados.
Ni a Elon Musk, Alvise Pérez o Santiago Abascal, cuya última barbaridad ha sido incitar a los españoles a “empezar a defenderse por sí mismos” contra la inmigración, les interesa conocer la verdad. Ellos son de los que mienten sin caretas, pero existe una zona de grises en discursos y artículos en los que el discurso racista va calando.
Vamos con el de que los migrantes colapsan las visitas al médico. Según los datos de la Encuesta Nacional de Salud del Ministerio de Sanidad y del INE, de las más de 16 millones de consultas médicas realizadas en el Sistema Nacional de Salud, solo 1,7 millones (11%) fueron de personas nacidas en el extranjero.
Otro bulo que circula a diario es acusar a los migrantes de acaparar las ayudas sociales, la famosa ‘paguita’. Ahí va el desmentido: Según el Informe de Rentas Mínimas de Inserción (2021), de los 305.340 titulares de Rentas Mínimas en España, el 26,1% tenían nacionalidad extranjera. No debería hacer falta recordar que estas prestaciones dependen de la renta y no del origen del beneficiario, pero es evidente que no todo el mundo lo entiende cuando todavía hay quien insiste en difundir esa falsedad. Cuando la extrema derecha alega que el porcentaje de personas migrantes que cobran esas ayudas está por encima de la media, obvia que es por su situación de vulnerabilidad, no por su color de piel. En cuanto a la afiliación a la Seguridad Social, solo el 12,8% son personas nacidas fuera (datos de diciembre de 2023).
Las cifras oficiales confirman también que, entre 2012 y 2023, la posición de las personas de nacionalidad extranjera y con doble nacionalidad en el mercado de trabajo apenas ha cambiado. En el último trimestre de 2023, el sector de “ocupaciones elementales” o “trabajos sin cualificación” empleó a un 26,1% de la población migrante.
No es que España sea una excepción o un país más racista que otros. Coincidiendo con la campaña de las últimas elecciones europeas, se comprobó que una quinta parte de los mensajes falsos detectados y desmentidos por los medios homologados como verificadores presentaba a los migrantes como criminales. Según los datos recopilados por esta base de datos, en Suecia mentiras ampliamente difundidas aseguraban que nueve de cada diez delitos eran cometidos por individuos de origen extranjero.
Ante el alud diario de desinformación, imágenes manipuladas y datos descontextualizados no basta con dudar de su veracidad o mirar hacia otro lado. Hay que combatirlo porque, como ha teorizado la activista Angela Davis, no basta con no ser racista, hay que ser antirracista.
A los partidos lo mínimo que se les debe exigir es que no aticen las bajas pasiones y que entiendan que el fenómeno migratorio no puede gestionarse en solitario desde una comunidad o limitándose a negociar un reparto de los menores migrantes. Hace falta financiación (en eso tienen razón el PP y los partidos nacionalistas cuando le reclaman dinero al Gobierno) para llevar a cabo políticas transversales que van desde la educación a sanidad y empleo.
En lo que se equivoca y mucho el PP es en intentar sacar rédito electoral de un fenómeno que no siempre es fácil de gestionar pero del que no puede desentenderse como parece estar haciendo. Acusar a Pedro Sánchez de ser “irresponsable” y de alentar un “efecto llamada” por firmar acuerdos con Mauritania, Gambia y Senegal, países de origen de buena parte de los inmigrantes que llegan a las costas de Canarias, Ceuta y Melilla es un error mayúsculo. Una estrategia que solo sirve para dar argumentos a los bulos y medias verdades que alimentan el racismo. La migración debe atenderse en origen, en el tránsito y en el destino. Si Feijóo no lo sabe aún ya se lo explicarán si algún día llega a presidente del Gobierno.
El líder del PP haría bien en escuchar más a sus compañeros de Andalucía o al presidente de Ceuta, Juan Jesús Vivas, y desmarcarse de voces como la del alcalde de Badalona. La portavoz de la Junta, Carolina España, es de las pocas que en su partido ha señalado que Xavier García Albiol “no estuvo afortunado” con su famoso tuit y posteriores declaraciones racistas. No es nuevo que Albiol vincule migración y delincuencia. Muchos otros alcaldes, algunos en municipios colindantes a Badalona, hacen frente a las dificultades (porque las hay) que conlleva gestionar la migración en más de un barrio metropolitano. Si Albiol vuelve a reforzar ahora su mensaje ultra (ese que disimuló en campaña) es porque intuye que le dará réditos. En manos de Feijóo está frenar esta peligrosa derivada a no ser que haya decidido anteponer los votos a la convivencia.