La polémica sobre los 20.000 euros que nos cuesta el cuadro de Wert bien da para un retrato de esta España nuestra. Es pintoresco cómo despilfarramos en algunas partidas y en otras recortamos sin ponernos colorados. Suele ser cuestión de quién tiene la llave de la caja. Aquí, tienen derecho a que les paguemos sus retratos para la posteridad hasta los altos cargos de más infausto recuerdo, para satisfacción de su ego y esquilme de nuestros bolsillos.
¿Dónde está el criterio? 82.600 euros para un cuadro de José María Aznar, 69.600 euros para el de Felipe González, 81.200 euros para un expresidente de la Diputación de Sevilla o 59.400 euros para una expresidenta del Tribunal Constitucional. Hubo un presidente del Congreso, Manuel Marín, que optó por una fotografía y nos costó 24.780 euros, pagados a una Premio Nacional… Cada alto cargo elige y queda retratado a dedo, sin concurso público.
Aquí hemos pagado retratos de presidentes, ministros, presidentes del Congreso, del Senado, presidentes autonómicos, de parlamentos regionales, presidentes del Constitucional, del Supremo, del Poder Judicial, del Consejo de Estado, de Diputaciones provinciales, rectores, decanos, alcaldes… La lista sigue. Cada uno tiene su momento de gloria y algunos hasta permanecen escondidos en algún desván, porque todos no caben y, a este paso, tendremos que pagarles también un museo.
Puede ocurrir que le paguemos al alto cargo más patán un retrato más caro que el de un presidente del gobierno. También sucede que hay políticos a los que les hemos pagado el cuadro en varios organismos. Un buen ejemplo es Rajoy, cuyo cuadro hemos sufragado en varios ministerios. Lo mismo ocurre si el político en cuestión ha pasado por otras instituciones autonómicas, provinciales… ¡Ah!, sumemos a esto los diversos retratos de los reyes, que también cuelgan de distintos organismos públicos.
No se trata de hacer brocha gorda, pero sí de analizar por qué se nos va la mano con tanto retrato. Sin desmerecer el trabajo de los pintores, que también deben ganarse la vida: ¿a quién pintar?, ¿por qué?, ¿con qué presupuesto?, ¿cómo adjudicar la obra?, ¿hay límites?, ¿vale lo mismo para todos?, ¿por qué hay organismos públicos que muestran lo que hemos pagado en retratos y otros lo ocultan? Y, en definitiva, ¿es necesario? La gama de colores es tan amplia como que en un Ministerio, el de Educación, cuelga un autorretrato de la exministra Pilar del Castillo, que nos salió gratis y, al lado, ya está José Ignacio Wert, que vuelve a sacudirnos el parné.
Wert posaba con su retrato como exministro. Fue el peor valorado, pero ahora le pagamos 10.000 euros al mes como embajador ante la OCDE. El mismo día que Wert descubría su cuadro, este organismo nos decía que en España la tasa de pobreza infantil se acerca al 25%. El ministro “españolizador” se hizo la foto junto al retrato y volvió a París. Allí le seguimos pagando la vida padre con otros 10.000 euros al mes de palacete. No me dirán que no es suficiente cuadro. Algunos no necesitan lienzo, porque hace tiempo que quedaron retratados.