Hay un riesgo de desaparición de los de en medio. El ejemplo más palpable lo encontramos en Estados Unidos, que está registrando un crecimiento económico notable, pero con una creación de empleo que va muy por detrás, y una población activa que se está encogiendo a pesar del aumento demográfico del país, una tendencia que ya estaba en curso antes de la Gran Recesión y que también se ha empezado a registrar en España.
Ello se debe, en una parte, a que los procesos de automatización y robotización se están implantando rápidamente en buen número de industrias y servicios. Es un proceso que se ha acelerado –como otras cosas– durante la crisis, aunque no de su mano. Es posible que ello favorezca que una serie de industrias regresen a EE UU, o a Europa y dentro de ella a España. Pero será una reindustrialización muy diferente. Y, claro, también afecta a los servicios.
No se trata de caer en el ludismo, en el odio a las máquinas, ahora inteligentes, que están llegando de una manera imparable. Es la “segunda era de las máquinas”, como la llaman Andrew McAfee and Erik Brynjolfsson en un libro de impacto. La primera fue la Revolución Industrial que nos permitió superar nuestras limitaciones físicas, mientras la segunda nos lleva a superar nuestras limitaciones mentales.
La literatura sobre el tema de las consecuencias de la automatización empieza a abundar, aunque sea una cuestión aún poco debatida en nuestro país. The Economist le dedicó recientemente un amplio estudio monográfico en el que señalaba que las anteriores innovaciones tecnológicas siempre han llevado a largo plazo a más empleo, pero esta vez puede que no sea así. Michael Osborne y Carl Benedikt Frey, de la Universidad de Oxford, en un estudio que ha ido ganando notoriedad, llegan a la conclusión de que, aunque hay algunos límites tecnológicos, la computerización del trabajo puede suprimir un 47% de los empleos actuales en EE UU en las próximas dos décadas.
Incluso si surgen nuevas oportunidades y nuevos empleos (la reindustrialización podría generar muchos puestos de trabajo indirectos, pero no está asegurado), el mayor problema es la transición, el presente y el futuro inmediato, como lo fue en las anteriores revoluciones industriales y tecnológicas.
Uno de los que mejor ha estudiado y divulgado estos fenómenos es el economista Tyler Cowen en un magnífico libro titulado El promedio se ha acabado (Average is over). Su tesis central es que la automatización de una parte del trabajo, la creciente productividad de las máquinas inteligentes, la globalización económica y la división de las economías modernas en unos sectores estancados y en otros muy dinámicos, va a tirar hacia abajo una parte de los salarios, para los que encuentren trabajo, y hacia arriba otra parte, la de los que controlan la tecnología y saben trabajar y crear con las máquinas inteligentes con pericias y capacidades que llegan a donde estas no alcanzan, que es mucho. Así se puede fraguar una sociedad en la que no es que haya una diferencia colosal en ingresos entre el famoso 1% más rico y el resto, sino entre un 10 o 20% con buenos y bien pagados empleos –la “hipermeritocracia”–, y una masa por debajo que verá sus sueldos congelados, aunque con empleos necesarios pues no todo, como el cuidado de las personas dependientes, se va a robotizar. Pero “los ricos van a crecer en número, y eso implica que van a crecer en influencia”, señala Cowen y ello puede agudizar las desigualdades y las disparidades en casi todo: gustos, alimentación, cuidados sociales, vivienda y barrios, etc.
La pregunta clave que plantea Cowen a cualquier ciudadano es si es bueno trabajando con máquinas inteligentes. ¿Son sus conocimientos complementarios con los de la máquina o no, sobre todo para llegar a lo que la máquina inteligente no puede? La respuesta no está solo en la educación –aunque haya que apostar por ella– pues cualquier persona capaz de manera un teléfono inteligente puede usar un ordenador en su trabajo (y la educación on-line tiene un enorme futuro). La respuesta será mucho más compleja. Y es un debate en el que España debería entrar.
Según Arne Ducan, secretario de Educación con Obama, tres cuartas partes de los jóvenes en EE UU no están preparados para trabajar en lo que se demanda en la actualidad. Es mucho. Y en España se puede calcular que unos dos millones de los actuales desempleados van a resultar irrecuperables, y muchos de los otros tendrán que conformarse, si los encuentran, con empleos mal remunerados.
Una vez superada la Gran Recesión, que no la crisis, muchos empleos de clase media que se han perdido no se recuperarán. Hay que ir inventando otros. Lo que estos procesos están produciendo es un vaciamiento en el medio de la sociedad. A largo plazo, del medio de las clases medias. Y esto tendrá repercusiones sobre la estabilidad de nuestras democracias y sistemas sociales.