Sus rosarios y nuestros ovarios
La periodista Patrycia Centeno recordaba esta semana que los que fuimos universitarios en la Autónoma de Barcelona tenemos presente una frase que se convirtió en pintada en más de un muro: “A mayor oreja, menos cerebro”. El tiempo no ha hecho más que confirmarlo. Pero ojalá el exministro del Interior fuese solo un jubilado de la política que se dedica, desde hace años, a negar las evidencias científicas en nombre de unas creencias a las que solo falta identificar con un sombrero de papel de aluminio.
Mayor Oreja, acompañado de su discípula, María San Gil, fueron dos de los participantes en el aquelarre ultra que si se celebró este lunes en el Congreso fue porque al PP y Vox les pareció normal que ideas dignas de un capítulo del Cuento de la Criada se promocionasen en la Cámara Alta.
Formalmente se trataba de una cumbre antiabortista aunque, siendo eso ya mucho, fue más que eso. El exsenador del PP Javier Puente, que incluso tiene su propia entidad, se felicitó de que Madrid se convirtiese en el “epicentro mundial” de la ideología que gente como él defienden. A modo de resumen, esa ideología va desde el rechazo absoluto y sin matices al aborto y la eutanasia hasta negar, en nombre de la fe, la Teoría de la evolución. Por el camino no faltó nada, desde la defensa de la segregación por género en las escuelas a criminalizar la inmigración y, por supuesto, abominar del feminismo.
“Estamos ganando a pesar de que la moda dominante siga rabiosa y enfadada con nosotros”, presumió Mayor Oreja. No han ganado aún pero cada vez están más envalentonados. No solo porque la victoria de Trump pueden exhibirla como un triunfo de una internacional ultra muy bien organizada sino porque también aquí empiezan a aparecer más sondeos en los que se vaticina que derecha y extrema derecha sumarían escaños suficientes para gobernar España.
La jornada de este lunes es una pista interesante para intuir por dónde podrían ir las cosas si una alianza entre Feijóo y Abascal se hiciese con el Gobierno. Porque ahí estaba también Ignacio Garriga, de Vox, criticando que en España “se restringen las libertades” mientras ni a él ni a ninguno de los participantes nadie les afeó la sarta de barbaridades que soltaban en una institución como el Senado. Si eso no es libertad, ya me dirán.
A quienes se les podrían restringir sus libertades si Garriga y los suyos lograsen su propósito es a las mujeres, a las que nos niegan el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo. Amnistía Internacional recuerda que tenemos derecho a controlar nuestra propia fertilidad y al ejercicio de la autonomía reproductiva.
Así que Mayor Oreja tiene razón en una cosa, la única, y es en que muchas mujeres estamos rabiosas y enfadadas con personas que nos minusvaloran como hacen él, Garriga e incluso otras mujeres. Rabiosas e indignadas pero no resignadas. Como millones de mujeres que en Estados Unidos y en otros países siguen defendiendo el derecho al aborto por más que las penalicen o intenten estigmatizarlas.
La OMS calcula que cada año se llevan a cabo 25 millones de abortos inseguros, la gran mayoría en países en desarrollo. Algunos acaban con la muerte de la madre o provocando problemas de salud de por vida. En muchos casos, la imposibilidad de interrumpir el embarazo no hace más que añadir mayor marginalidad a situaciones que ya son muy complejas.
Pretenden intimidarnos y tal vez en eso puedan también estar obteniendo victorias aunque los resultados electorales demuestran que las mujeres votamos mucho menos a opciones de extrema derecha que los hombres. Tal vez no podamos parar la ola ultra, pero sin nosotras será imposible.
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