Viene a decirle Rouco a Rajoy que no le han puesto donde está para que mantenga la ley del aborto y el derecho a casarse de gays y lesbianas tal y como los dejó Zapatero.
Qué soberbia exhibe en sus demandas el jefe de la jerarquía de la Iglesia española, qué aires de que le deben y no le pagan, qué seguridad en que su regañina será tenida en cuenta, debe ser la certeza del que se sabe poderoso con trienios, del acostumbrado a mandar y que le obedezcan.
Rajoy, que parece que solo habla con el Papa, o en presencia del jefe de la ONU, guarda silencio, no habla ni en plasma y entonces sale Gallardón, con esa solemnidad redundante que tanto le acompaña, y nos dice que están estudiando tan a fondo la revocación de la ley del aborto que por eso no la han cambiado aún. Al hablar así, le enseña a Rouco un justificante de por qué no ha hecho los deberes el Gobierno del PP y le promete que pronto se los entregará como Dios manda.
Dice también Gallardón que a las mujeres se les ha acabado “el pretexto” para abortar en caso de que el embarazo pusiera en riesgo su salud física o psíquica. ¿Pretexto? ¿Cree Gallardón que un aborto es una fiesta? ¿Cree que las mujeres abortan como quien se toma unas cañas?
Resulta muy expresivo que en medio de seis millones de parados, de las miles de familias lanzadas de sus casas, de los jubilados robados en las preferentes, del abandono del país por centenares de españoles, jóvenes y no jóvenes, al jefe en la tierra de la iglesia española le parezca que lo más urgente es que un hombre no se pueda casar con un hombre y una mujer no se pueda casar con una mujer.
A Rouco se le entiende muy claro cuando, de manera apocalíptica, habla de aborto, de matrimonios gays y del abismo laico en el que España lleva tantos años cayendo que no se sabe como aún no hemos tomado tierra. Sin embargo, es imposible escucharle a Rouco una palabra condenando la masiva pederastia y abusos cometidos por curas de todo el mundo, así en México, en EE UU o Irlanda. No se le escucha tampoco una palabra sobre los bebés robados a sus madres por una monja española, jefa de un siniestro negocio perpetrado impunemente no solo en los tiempos del nacionalcatolicismo. Cuando se le preguntó por la monja sor María, fallecida antes de ser juzgada, hizo Rouco que le repitieran el nombre, para dejar claro que él solo sabía que no sabía.
No ha tenido piedad mediática Rouco con Rajoy y le ha reclamado su parte de poder el mismo día en que Mariano hablaba con el papa Francisco, unidos ambos de manera visible por el fútbol.
Mientras, vemos cómo en España parece haber terreno para recortar a parados, pensionistas, profesores, funcionarios, médicos, empleados de todo tipo; vemos cómo se suben impuestos a todo español que se mueva, pero no vemos que a la Iglesia le pueda cobrar ni un adarme.
Según Europa Laica, salimos a 260 euros por español en pagos a la Iglesia; da igual nuestra edad, nuestro sexo o nuestra religión, el que la tenga. Pagamos a los profesores de religión, les damos dinero recaudado por Hacienda y no les cobramos impuestos comunes ni IBI. Lejos, muy lejos, la idea de que la Iglesia católica se mantenga con el dinero de los católicos y no de todo el mundo.
Quedamos pendientes de saber cómo Gallardón pone a limpio los deberes que en su día le puso Rouco y seguros de que la Iglesia española seguirá en su paraíso celestial-fiscal.