Los ciudadanos están desbaratando el tinglado. Pocos lo han definido mejor que el ministro García Margallo al comentar lo ocurrido en las elecciones italianas: “Es un salto al vacío”. Más prudente, incluso, que su colega alemán Schäuble que lo ve “grave, contagioso, infeccioso para Europa”. Bruselas envía mensajes apremiantes, y los mercados apenas controlan su desasosiego. Los votantes están locos. Es intolerable, eligen a quién quieren o pueden, y no se corresponde con el plan trazado.
Esto ya lo han arreglado un par de veces. Propuso Papandreu hacer un referéndum para consultar a los griegos sobre los recortes y las políticas de la Troika y lo quitaron de un plumazo. En Italia, precisamente, llegó un día en el que el corrupto Berlusconi ya no era útil, y lo sustituyeron por Mario Monti. Y van los ingratos ciudadanos ¡Y lo mandan a las catacumbas en el escrutinio! Y osan más: recuperan a Il Cavaliere mascherato (a nivel de muñeco de cera) y encumbran a un cómico “antisistema” cargado de sombras. Doble salto mortal. En un circo, desde luego.
Estábamos divinamente. Pagando una crisis que la mayoría de nosotros no ha provocado. Viendo reducidos servicios esenciales y derechos. Contemplando un gobierno -en el caso de España- al que le sale hasta por las orejas la (presunta) corrupción y la desfachatez para intentar disfrazarla. Las continuas ofensas a la ética y a la inteligencia de los ciudadanos. Hartos andamos del “y tú más”, de las pocas expectativas que ofrece buena parte de la oposición. Con el PSOE en caída libre en su interior y en sus resultados. Pero nadie se aparta del guión que se han trazado. Creen que todo sigue igual y que los ciudadanos retornarán a la “cordura” de mantener todo como dispongan.
No hay que espantarse, pues, de lo que han hecho los italianos, aunque parezca incongruente. Aquí también contamos con numerosos berlusconis. En la política nacional y en la autonómica. Algunos con trazas que se asemejan a la Camorra. No nos faltaba más que otro cómico. Prosistema –en su caso- aunque de varias décadas o centurias atrás, alardeando de añejo machismo. Y también han sido elegidos, y es posible que vuelvan a ser votados. Una sociedad educada como la nuestra o la italiana, tiene estas cosas. O como la griega que, en su desesperación, ha terminado optando –en parte- por el fascismo. Se afianza de tal manera, que los conservadores de Nueva Democracia han puesto a votación tomar medidas para lograr la “pureza de raza” griega en el ejército y la policía y así arañar votos a los nazis de Amanecer Dorado. Y el PASOK aún no ha retirado su apoyo de gobierno al presidente Samaras, líder del partido que ha tenido semejante iniciativa. Los diputados socialistas se han exasperado, eso sí. ¿Hay quien dé más? Ése es el momento actual. La cumbre de ese paraíso perfecto desde el que salirse en un brinco implica “un salto al vacío”. ¿Queda muy lejos el vacío de la ciénaga donde vivimos?
Lo tenían bien planeado. Creían que pueden empobrecer a los ciudadanos hasta la extenuación con el fin de enriquecer sin freno a la minoría para la que gobiernan sin que nadie, salvo cuatro locos controlables, protestara. Ellos son la ley y el orden. Son ellos o el caos. Pero ya ni sus medios afines logran endosar la patraña. Al menos a una parte sustancial que les abofetea con los votos. Y siguen sin enterarse. La socialdemocracia europea dice por boca de Bersani en su pírrico triunfo: “la campana que ha sonado en Italia, también suena en Europa”. Sí, acompañada de una orquesta circense y de la banda sonora de El Padrino. Son estos políticos los que han degradado la democracia, no los votantes, con la gravísima responsabilidad democrática que acarrea. Y siguen viéndose como la solución. Tal como están, no lo son. Cada vez menos. No todos, ya sabemos, pero sí un porcentaje decisivo.
¿Cómo reaccionará esta vez Merkel tras perder las elecciones italianas? Ni siquiera ha comparecido para aceptar su derrota y, por el contrario, manda hablar de “infecciones” ciudadanas sin la menor autocrítica. O la Comisión Europea que vive al pairo de lo que ella diga porque comparte su ideología y sus métodos. ¿Y los mercados? ¿Moverán enérgicamente su batuta? ¿Quitarán todos ellos otra vez al presidente italiano si no les gusta? ¿Mandarán finalmente a los tanques?
¿Y qué planes tienen para España? ¿Vale todo, corrupción, mentir hasta el ridículo, acallar a palos las protestas, con tal de rendir culto a la sagrada “austeridad”, eufemismo de lucro para unos pocos y dolor para la mayoría?
Al borde del abismo están ellos sobre todo. Y la sociedad también porque todavía hay quien gira y gira en su desconcierto y arroja el voto como una bofetada… en su propia cara. Protestan por la corrupción y votan a Berlusconi. Protestan por la incongruencia y votan a Beppe Grillo. Lo que más claro tienen es que votan contra la política tradicional. Todavía muchos temen a lo desconocido: ese otro salto a una política limpia y participativa hecha para los ciudadanos. En éste creemos unos cuantos.