Una semana lleva Pedro Sánchez reuniéndose con una parte de la sociedad civil, el mismo tiempo que lleva a la deriva, pidiendo auxilio, el barco Open Arms. La ONG española necesita urgentemente atracar en un puerto seguro tras rescatar a 121 personas de las aguas del Mediterráneo. Entre estas hay bebés, embarazadas, menores de edad y otros adultos que necesitan atención urgente. Sin embargo, Sánchez no ha incluido en sus rondas de contactos a los colectivos de población migrante. Imagino que para #ConstruirGobierno necesita una foto que no tenga el riesgo de salir movida.
El ejecutivo del PSOE ya no quiere ser pionero en materia migratoria ni coordinar ningún sistema de reparto y acogida en Europa. Ha pasado página y ya no saca pecho por la protección de los refugiados como hacía el pasado verano. Ahora ya ni se suma a las propuestas que otros hacen (Francia y Alemania) para que haya una respuesta europea al drama migratorio. Sánchez y sus ministros dan por cubierto su cupo de solidaridad con la recepción del Aquarius hace un año. Tampoco en este tema parece tener ganas de dialogar y negociar.
“El gobierno no tiene porque interceder ante la Unión Europea para que se autorice el desembarco del Open Arms”, dice Carmen Calvo. La vicepresidenta deja claro que no van a mover un dedo por salvar la vida de un centenar de mujeres, hombres, niñas y niños que necesitan ser atendidos ya. No deberían extrañar las palabras de Calvo. Fue ella la que, precisamente, a los muy pocos días de llegar el Aquarius, recordó insistentemente (y con el apoyo de Grande Marlaska) que el destino aquellas 600 personas iba a ser el mismo que el del resto de la población migrante y refugiada que llegaba a España. Sus palabras e inmovilismo confirmaban que los socialistas no tenían previsto pensar en las necesidades de las personas (migrantes) sino en ellos mismos y en cómo caer bien a la opinión pública y a las ongs.
No sé si se da cuenta Pedro Sánchez que con su posicionamiento ante el Open Arms tendrá que actualizar su libro para retirar o reformular aquella afirmación que tan bien quedaba: “haber salvado la vida de 630 personas hace que valga la pena dedicarse a la política”. Si se decide, le sugiero que no borre y sustituya la frase por esta: “haber dejado a la deriva a un centenar de personas y desentenderme de si vivían o no hace que valga la pena poner la política por encima de la humanidad”.
No obstante, la decisión del gobierno socialista de desentenderse del Open Arms (veremos si en su preocupación por caer bien no cambia de opinión) solo es una gota más en un modelo de políticas migratorias y de asilo al que, con Grande Marlaska, le han dado una vuelta de tuerca más. En este último año, lejos de revertirse las deficiencias del sistema, evitarse los abusos e impedir la vulneración de derechos de la población migrante y refugiada, la situación ha empeorado y se agrava.
Por ejemplo, ante el aumento de las demandas de asilo, el Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social decidió, a finales del 2018, despedir a más de un centenar de funcionarios interinos de la Oficina de Asilo y Refugio (AOR). Llevaban trabajando desde hacía tres años en una materia que requiere una alta especialización e inversión en formación. Meses más tarde se cubrió parte de esos puestos con la bolsa de trabajo y se contrató a personal no cualificado ni motivado con el tema. Están instruyendo las solicitudes de protección internacional personas con cero vocación y preparación en estos temas. Es decir, en pleno aumento del fascismo, el gobierno socialista desatiende la instrucción de estos casos tan delicados, pero también la acogida e integración de las personas migrantes. En vez de una respuesta social apuesta por una respuesta policial.
Tampoco ha frenado Grande Marlaska “las devoluciones en caliente”. Le ha dado igual lo que aconsejan multitud de organismos internacionales y organizaciones de derechos. Mientras el Tribunal Europeo de Derechos Humanos no confirme su ilegalidad (algo que ya estimó una sentencia en 2017 que ahora se está revisando) el ministro prefiere ir contra la Convención de Ginebra, y eso que Pedro Sánchez se había a comprometido a eliminar estas prácticas irregulares. Así que, tampoco le interesa al gobierno de España lo que le pase a las decenas de personas en situación de extrema vulnerabilidad que son devueltas en frontera sin escucharlas ni garantizar su integridad y seguridad personal.
La lista de situaciones que han empeorado para las personas migrantes sería interminable, pero hay dos más que es necesario mencionar. Por un lado, el tema de los centros de internamiento para extranjeros que los socialistas no solo no cierran, sino que consolidan y expanden a pesar de que más de 150 ONGs piden su cierre. Por otro, la inacción del presidente y la ministra Carcedo ante la violenta incitación al odio contra los chavales extranjeros no acompañados. Esta creciente y peligrosa retórica de odio no ha sido objeto de una sola declaración institucional que centre el tema ni tampoco ninguna propuesta política que ponga límite a este racismo.
Por tanto, no es casual el abandono ni la inacción y dejación del Gobierno de Sánchez en el tema migratorio. Estas actuaciones son parte de su programa político, ese que no tiene interés en contrastar con las organizaciones de la sociedad civil. La posición de Pedro Sánchez frente al Open Arms es clara y la ha anunciado el ministro de Fomento, el mismo que presumía de coordinar in situ el recibimiento del Aquarius. Ábalos se lava las manos y sentencia: “lo que tenga que ser, será”.