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Nunca segundas partes fueron buenas

Convertir al centro en rehén de la derecha fue la estrategia de AP desde su fundación en 1977 hasta su refundación como PP en 1989. Derrotar a la UCD en las elecciones generales de 1982 y llevarla a su disolución a continuación fue su máximo éxito, aunque la victoria no sería completa, ya que el centro con la fundación por Adolfo Suárez del CDS tendría una representación minoritaria pero significativa en el sistema político español.

La suficiente como para hacer imposible que AP tuviera posibilidad alguna de llegar al Gobierno. La división del voto de la derecha española entre un partido muy de derecha y un partido de centro otorgaba una ventaja considerable al PSOE, que, tras la crisis del PCE-PSUC, había concentrado el voto de la izquierda española. En las elecciones generales de 1989 se vería con claridad. La mayoría absoluta del PSOE se debió exclusivamente a la división del voto entre AP y CDS.

Acabar con el centro se convirtió en el objetivo de AP refundada como PP en el Congreso de Sevilla. Lo conseguiría tras la operación de hacer alcalde de Madrid a Rodríguez Sahagún, candidato del CDS, que había sido la tercera lista, tras PSOE y PP en las elecciones municipales de 1991. En las elecciones generales de 1993, el CDS había prácticamente desaparecido. Su secretario general, Calvo Ortega, estuvo a punto de obtener escaño por Madrid, pero la barrera legal del 3% se lo impidió. Se quedaría como partido extraparlamentario. Sería la puntilla para el centro-derecha español. A partir de ese momento el PP ocupó todo el espacio de la derecha.

Desde las elecciones de 1993 la preocupación del PP no ha sido el centro político, sino que no se abriera un espacio político a su derecha. Con buen criterio, José María Aznar daba por conquistado el espacio de centro derecha y conquistado de manera definitiva e irreversible. El PP no tenía nada que temer desde ese espacio. De lo que tenía que precaverse es de que en su espacio originario, en la extrema derecha, no se constituyera alguna opción que se considerara traicionada por una acción de gobierno que no fuera lo suficientemente consecuente con la ideología de origen. El PP siempre ha estado mirando de reojo hacia la extrema derecha con la preocupación de que no le saliera un competidor en ese espacio.

En realidad, la estrategia de AP primero y PP a continuación ha sido la estrategia del Partido Republicano de Estados Unidos desde la presidencia de Ronald Reagan. Desplazarse de manera continua y progresivamente más acentuada hacia las posiciones de extrema derecha en el convencimiento de que el centro derecha no tendría posibilidad de afirmarse autónomamente. La polarización social y política en el conjunto del país que con esa estrategia se produciría, achicaría el espacio de centro de tal manera que ninguna opción política podría prosperar.

Ese desplazamiento permanente hacia la derecha es el que conduciría al Partido Republicano a renegar del primer presidente Bush, al que el partido no consideró nunca lo suficientemente republicano. Esta fue una de las razones por las que en las elecciones de 1992, que ganó Clinton, hubo tres candidatos: Bush, Clinton y Ross Perot. Bush padre no fue lo suficientemente polarizador como para impedir que surgiera una tercera opción. El Partido Republicano aprendería la lección y acentuaría todavía más el desplazamiento hacia la derecha a partir de entonces. Ese desplazamiento es el que acabaría creando las condiciones para que Donald Trump fuera presidente de los Estados Unidos.

Algo similar es lo que le ha ocurrido al PP con el tránsito de José María Aznar a Mariano Rajoy. Aunque durante los últimos años el PP ha cerrado filas en torno a Mariano Rajoy, nunca ha ocupado la posición que tuvo en su día José María Aznar. Este último ha sido la referencia ideológica de la derecha española. A pesar de que Mariano Rajoy ha estado más años que José María Aznar como presidente del PP, no tiene comparación su presencia en el imaginario ideológico y programático de la derecha española con la de su predecesor.

En el Congreso del PP recién celebrado ha podido comprobarse. A pesar de estar presente, Rajoy era el pasado. A pesar de no estarlo, Aznar era el presente y el proyecto de futuro. Por eso Pablo Casado derrotó a Soraya Sáenz de Santamaría.

Ha vuelto el PP, ha dicho Pablo Casado. El PP que representó José María Aznar desde el Congreso de Sevilla, debería haber añadido. En todo caso, así se ha entendido. Es a ese José María Aznar al que Pablo Casado quiere imitar. La inmigración ocupará el lugar del terrorismo. Los españoles ya sabemos lo que eso significa. Nadie puede llamarse a engaño.

Pero también es sabido que nunca segundas partes fueron buenas.