Señor Restauración

“Ay, en ese minuto / corazón mío, un sueño / con sus alas terribles te cubría”

El sueño, Pablo Neruda

A veces sueño que sueño, quizá por estar despierta. A veces las cosas se confunden, se amontonan, olvidas si las oíste o si poblaron ensoñaciones tremendas. Ahí me muevo cuando les hablo de esa posible quimera que son los planes para conseguir que todo lo establecido vuelva a confiar en este Pedro Sánchez, alejándolo de aquel supuesto outsider de la mochila que se metió a la izquierda militante de su partido en un bolsillo, pero que hizo saltar las alertas de los aparatos y de las castas. Ahora preside un Gobierno que brilla, con esa pátina esperada por muchos de vuelta a las esencias y hay quien dice, quien cuenta, que existe en bambalinas todo un proyecto para convertirle en el artífice de una segunda Restauración. Que él arroja sobre su propia espalda la responsabilidad de volver a dar estabilidad a la monarquía, de apaciguar Catalunya y de regresar, después de este viaje desenfrenado por la nueva política, a las esencias del pacto de la transición que tanta estabilidad nos trajo. Lo dicen, o lo sueño, y les miro raro. Cuando uno es periodista lo primero que aprende es a desconfiar de todo y de todos. ¡Pero qué me cuentas! No tengo nada contra Sagasta, claro, Práxedes Mateo era paisano y el único riojano que ha llegado a jefe del Gobierno y, además, era de los progres pero ¿un nuevo Sagasta? Y de Cánovas, ¿quién hace? ¿Casado?

Además todas estas ensoñaciones que arrastran sobre el gurú en la sombra, ese Redondo que “siempre gusta de llevar aire nuevo y que no se somete a la tradición de los partidos” y al que pretenden urdidor de un plan perfecto para ganar las siguientes elecciones, no pueden tener nada que ver con algunas de las cosas que tiene patidifusos, no sólo a muchos de los votantes socialistas, sino también a los que más a la izquierda, andan felices de sostener un Gobierno progresista para avanzar hacia la España que desean.

Lo que pasa es que, saliendo del sueño, siempre va uno y aterriza en la luz de la realidad. A veces con alivio y a veces con miedo. Esta semana veíamos cómo el PSOE aceptaba a la primera el nombramiento por cinco años como máximo representante y regidor del Poder Judicial al cerebro indiscutible de la derecha judicial en los últimos años. A ese al que el propio Rubalcaba le puso el veto. Marchena en estos cinco años no ha cambiado. Es muy de principios, sobre todo de los suyos. Así que debe ser el partido el que ha mutado. No sé de quién es el argumento, el relato, de que tragando ese sapo se ha logrado un hito inconmensurable obteniendo con 84 diputados un “Consejo progresista”. Lo cierto es que con su voto de calidad, sus dotes de seductor y los resortes administrativos-legales que tiene un presidente, le bastará con arrastrar a uno sólo de los once llamados progresistas -¿lo son todos, cabalmente?- para ser él quien decida. ¿Qué hay más restaurativo que entregarle tal poder al elegido del PP? ¿Quién puede sospechar que un peligroso outsider se dedique a estos juegos? Restaurar la confianza ciudadana, también en la Justicia, en las instituciones. Igualito que Felipe en el 82. ¡Quita, hombre, por más que me digas que está hasta por escrito no voy a creerlo hasta que no vea el documento! Señor Restauración. Pero podría ser, ¿o no?

Es que no es la primera vez que a muchos se les quedan los ojos como al coyote del Correcaminos al ver algunas de las decisiones del nuevo Pedro Sánchez. Del nuevo, porque el antiguo hacía declaraciones, entonces cuando Iván no existía, que ahora chirrían en las hemerotecas. Cosas de la política, ya lo dijo Calvo. No es la primera. Está el nombramiento de Grande-Marlaska como ministro del Interior, tan sorprendente también para muchos, y que incluye el cambio de opinión sobre las devoluciones en caliente, que se siguen defendiendo en Estrasburgo. O la marcha atrás, con el consiguiente desdoro, de la decisión inicial sobre la defensa privada de Llarena o sobre el cumplimiento de los tratados internacionales cerrando un pedido de misiles de Arabia Saudí. A fin de cuentas, Robles lo único que hizo fue aplicar lo que ella misma había defendido en comisión en el Congreso, cuando quizá era todavía un sueño que Pedro Sánchez fuera el Señor Restauración. Porque es cierto que en España hay mucho que restaurar y que restañar, la cosa es si importa más restaurar lo que le importa a los poderes o lo que le importa a las gentes. A veces los sueños de muchos, se tornan en pesadillas.

Yo de todo esto apenas he soñado un boceto. Pero creo que, al despertar, seguiré viendo cada vez más signos, señales, indicios y síntomas. Incluso puede que pruebas. Sólo espero que si el Señor Restauración existe, si tiene vida propia, no termine poniendo los huevos en cestas que no sean las más adecuadas para incubar futuro. Todos sabían que los oráculos eran sabios pero también que no eran infalibles. Y pueden seguir sin serlo.