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¿Sobrevivirá Feijóo a las europeas?

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en el cierre de campaña del partido, en Valencia.

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Mientras los europeos votamos si dejamos nuestro futuro en manos de los nuevos autoritarismos de derechas en unas elecciones cruciales, Alberto Núñez Feijóo se ha situado de nuevo en su propia encrucijada, contradiciendo la creencia popular de que los gallegos temen los cruces de camino y por eso los bendicen con cruceiros. Qué necesidad había de plantear, otra vez, unos comicios en los que no se vota a Sánchez como un plebiscito a Sánchez, cuando había tanta tela que cortar sobre política común, fronteras, migración, agricultura, competitividad, tecnología y lo que significa ser europeo en un mundo desigual, polarizado y vociferante. Europa, que tanto nos ha dado a los españoles, que ha sido horizonte de bienestar, progreso y normalidad civilizadora, no ha merecido conversación ni debate. Una oportunidad perdida para afrontar entre todos el regreso de los esencialismos que nos condujeron al abismo y los retos de la inmigración, el cambio climático, la IA o el proteccionismo económico de EE UU y China.

El objetivo único de Feijóo de acceder cuanto antes al poder que siente que se le arrebató el 23 de julio de 2023 necesita dimensiones más abarcables que Europa, debates menos complejos que la migración o la supervivencia del estado del bienestar y enemigos concretos nacionales con cara, ojos y esposa. Toda la impotencia acumulada en estos meses ha conducido a un final de campaña centrado en el caso Begoña Gómez, aprovechando que algunos miembros de la judicatura se apuntaban al barullo político. Se ha abandonado hasta la épica de la victoria, anticipando un empate que hasta hace un mes era victoria segura y aplastante. Las escasas proclamas ideológicas de Feijóo podrían haber sido pronunciadas por un dirigente de Vox, y la defensa de un proyecto europeo de derecha democrática ha brillado por su ausencia.

En estas elecciones en las que todos deberíamos estar conjurados contra la intolerancia y la violencia, contra el oscurantismo y el racismo, a favor de la justicia social y la igualdad, Feijóo ha apostado por profundizar en la crisis de reputación y confianza que sufren los partidos políticos y las instituciones. No es un caso único dentro de Europa, con una derecha clásica que no encuentra su sitio y sucumbe al populismo ultra, dejando a la izquierda la defensa de valores antaño compartidos. La democracia funciona si los ciudadanos encuentran que es un sistema justo, pero también un espacio cómodo y alineado con sus intereses individuales. Gane quien gane las elecciones. El PP mantiene al país en un constante intento de ataque y derribo de un presidente que nunca acaba de caer. Pedro Sánchez se mostraba al final de campaña más pimpante que nunca, si esto es posible, consciente de que a pesar de su ego, su flexibilidad a la hora de cumplir promesas electorales y sus cartas a la ciudadanía, Feijóo le ha cedido el papel de muralla contra la ultraderecha y defensa de los valores europeos. 

Ya lo dejó dicho Pérez Galdós en 'Fortunata y Jacinta': “La inseguridad es la única cosa constante entre nosotros”. No sabemos lo que ocurrirá en el futuro, si entre todos seremos capaces de combatir la pulsión ultra que anida en Europa o nos rendiremos a ella, si estamos preparados para los retos que vienen o perderemos la voz y el estado del bienestar. Lo que sí tendremos más claro el lunes es si Alberto Núñez Feijóo habrá superado esta encrucijada particular en la que él mismo se ha situado, teniendo en cuenta, como escribió Álvaro Cunqueiro, que “en las encrucijadas gallegas el lobo ataca siempre por el camino de la izquierda y la peste y las ánimas en pena por el de la derecha”. Y que al final de cualquier camino en la trayectoria política de Feijóo aguarda una madrileña desacomplejada que se mueve de maravilla en un posible futuro trumpista. 

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