Y ahora, la reina. La que no faltaba a un acto oficial. La que posaba con los nietos. La más valorada en todas las encuestas que se hacían hasta que dejaron de hacerse. La que participaba en actos benéficos. La apasionada de la música clásica. La que sonreía ante la prensa. La que lloraba en los funerales de Estado. La elegancia. La discreción. La profesionalidad. La entrega. La disciplina. La lealtad. El saber estar.
Así nos la dibujaron y así la vimos durante los 40 años de silencio que cubrieron la vida de la Familia Real española. Sofía de Grecia. Hija, esposa y madre de rey, ha sido la gran desconocida y de quien menos se ha sabido durante todo este tiempo, más allá de la rumorología que un día situaba su residencia habitual en Londres, otro le endosaba una relación extraconyugal y al siguiente, la retrataba como la gran conspiradora de todo cuanto ocurría entre las paredes de la Zarzuela.
El destino o los tiempos de la justicia han querido justo ahora -que cumple 82 años y empezaba a reponerse de tanta desgracia familiar y tanto escándalo real- que su nombre aparezca en una investigación de la Fiscalía Anticorrupción por los gastos realizados con varias tarjetas de crédito vinculadas a fondos en el extranjero. La exclusiva ha sido adelantada por elDiario.es y ha dejado perpleja a media España. La otra media ya barruntaba desde hace lustros que los tejemanejes de Juan Carlos I durante tantos años de impunidad no podían ser ajenos al resto de la familia, cuyos gastos al parecer se abonaban desde una cuenta en la que ni el rey emérito ni su familia aparecen como titulares.
Anticorrupción rastrea ahora los movimientos financieros de esa cuenta y los gastos cargados a las tarjetas utilizadas por Sofía y algunos de los nietos de Juan Carlos I durante 2016, 2017 y 2018. Unos años en los que el ex jefe del Estado ya no gozaba de la protección constitucional que durante 40 le hicieron inimputable. Ya no sería solo el ex jefe de Estado quien tuviera que responder ante los tribunales sobre el origen de un dinero procedente del extranjero, sino también la madre de Felipe VI. Caería por tanto otro mito, el de una reina sufridora siempre impecable bajo el maquillaje, pero víctima al fin y al cabo de la indignidad y la falta de ejemplaridad de un marido que, además de usar la jefatura del Estado para enriquecerse presuntamente de forma ilícita, le fue infiel desde el principio del matrimonio.
Si sabía de la procedencia del dinero que gastaba con las tarjetas será tan culpable como Juan Carlos I. Y si no lo sabía, como declaró Ana Mato sobre la procedencia del dinero de la Gürtel con el que su marido pagaba las fiestas de cumpleaños de sus hijos, será partícipe a título lucrativo.
Que el escándalo del emérito con Corinna Larsen había marcado un antes y un después en la historia del matrimonio de conveniencia de Juan Carlos y Sofía lo sabíamos, pero no hasta dónde llegarían las consecuencias de todo ello. En su relato ante los medios de comunicación, la ex amante del ex jefe del Estado ha dibujado a una Sofía despiadada hasta ahora desconocida para los españoles que, según su versión, llegó a conspirar para que Juan Carlos abdicara y que se benefició, como el resto de la familia, de los manejos financieros del ex monarca. “Toda la Familia Real se ha beneficiado del tren de vida que les ha asegurado Juan Carlos. Repudiarlo ahora así es desleal y es una falta de dignidad”, manifestó cuando se supo la noticia del autoexilio a Abu Dhabi.
Antes de todo esto, de Corinna, de Botsuana, de Urdangarin, de las presuntas comisiones ilegales y del autoexilio, ya tuvimos sin embargo algunas señales de cómo era y cómo pensaba la madre de Felipe VI. Seguramente no estará en el recuerdo reciente de muchos españoles porque fue hace 12 años. Pero ya en 2008, unas palabras de Sofía de Grecia recogidas en el libro de la periodista Pilar Urbano, La Reina muy de cerca, causaron una polémica que llevó como siempre a la Casa Real a reaccionar a la defensiva y a emitir una nota sin precedentes en la que criticaba la “inexactitud” de una transcripción con las opiniones de la entonces reina sobre algunos asuntos de la actualidad y la sociedad española de la época. Y entre ellas, además de contraponer lo que llamó “familias normales” al matrimonio homosexual, cargar contra los gays que se suben a las carrozas el día del Orgullo, rechazar “las cuotas en los cargos de dirección o de gobierno” o proclamar “los reyes estamos para solucionar conflictos, no para provocarlos”, Sofía hizo toda una declaración de intenciones: “Hacerse el sordo, cuesta. Hacerse la tonta cuesta. Callarse cuesta”.
Nunca jamás había sido tan explícita. Hacerse la tonta. Para lo bueno y para lo malo. Para soportar infidelidades y para beneficiarse del dinero presuntamente ilícito, claro. Ahí estamos. De momento, ante un presunto delito fiscal, una trama de fondos opacos y una posible instrucción sobre el rey emérito y su todavía esposa instruida por la Sala Segunda del Tribunal Supremo.