Tras los atentados de las torres gemelas en Nueva York el 11s, el psiquiatra Luis Rojas Marcos diagnosticó una especie de depresión colectiva. Hoy, quince años más tarde y apenas a un par de días del último atentado yihadista, con miles de refugiados que llegan a Europa huyendo de la brutalidad del ISIS, más que depresión yo diría que los sentimientos predominantes son el desconcierto y la rabia. A pesar de esto el mundo occidental continúa su vida cotidiana ignorándolo en la medida de lo posible, como haría una persona neurótica ajena a sus zonas oscuras (¿será que quizás no hay otro modo?).
Las palabras con que Europa se reivindica frente al fanatismo islamista son: tolerancia, solidaridad, laicismo, bienestar común, democracia, libertad. Estupendo, pero a nadie se le oculta que -detrás o al lado, debajo o arriba, no importa- existe una realidad simultánea en la que Europa no es otra cosa que un casino inhumano donde las personas apenas cuentan nada y el motor es el dinero. Una maquinaria engrasada por el mercado que rara vez se somete a un criterio político. Dos Europas. Dos caras. Imponiéndose una sobre otra.
Mientras tanto, en su propio mundo paralelo –envidiable desde el punto de vista del marketing-, Barack Obama se desliza con su hipnótico swing por el centro de La Habana, conquistando a izquierda y derecha con una estupenda sonrisa y el pantalón impecable. Un guiño a los periodistas, el salto ágil de un charco. Yo soy la primera en reconocerle su encanto, con permiso de @PoliticayModa.
Sin embargo es el mismo hombre que mandó tropas a Afganistán e intervino militarmente en Libia, que armó y entrenó a los rebeldes Sirios, y que mantiene una estrecha alianza con Israel y Arabia Saudí. El amable Cary Grant siglo XXI que visitó Cuba haciendo que se pusieran en un primer plano los derechos humanos es el que mantiene abierta la prisión de Guantánamo.
Este perfil maníaco depresivo, esta convivencia desquiciante de contrarios ¿podrá sostenerse indefinidamente? Las buenas palabras lo tienen cada vez más difícil para competir con una realidad que tercamente va imponiéndose. Lo cierto es que formamos parte de una compleja problemática que desestabiliza países y crea zonas de conflicto. No deberíamos ignorarlo.
Esta semana apareció en mi buzón de correo un anuncio de un curso de auto-creatividad que decía “¿Cansado de ser siempre tú? ¡Rediséñate!”. El curso trataba, nada menos, de enseñar a desarrollar un alter-ego. Como si no fuera suficiente con todos los yoes que traemos de serie, con todas las contradicciones que arrastramos. No obstante, hay quien puede necesitarlo. Quizás a Mariano Rajoy, sin ir más lejos, podría servirle para diseñar una cara medianamente agradable que contrarrestara un poco al menos su soberbia. Porque el presidente en funciones ni comparece ante el Parlamento ni da explicaciones ni siquiera sonríe. No es de extrañar, por otra parte, si siguiendo con esta idea podría concluirse que el alter ego del PP se ha independizado para constituirse en Ciudadanos.