Sumar, hija de la necesidad

14 de junio de 2023 22:06 h

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Vaya por delante una advertencia, por otra parte, obvia. Lo que viene a continuación puede estar condicionado por mi vínculo emocional con Sumar. 

No digo que mi análisis no sea objetivo; por definición, ninguna opinión lo es. Solo me curo en salud por si un excesivo optimismo me hace caer en la trampa de confundir los deseos con la realidad.

Sumar es hija de una necesidad. La necesidad de construir un proyecto de país para la próxima década. Eso es lo que a mi entender pone de manifiesto el proceso impulsado por Yolanda Díaz. Desde la complicidad de los 35 grupos de trabajo compuestos por muchas personas, en algunos casos 'huérfanas' de referente político, hasta el reciente acuerdo de coalición para las elecciones generales. 

Levantar algo nuevo, en un contexto tan complejo, por la incertidumbre global en la que estamos instalados, la fragmentación política en todo el mundo y la marea reaccionaria que se está levantando en toda Europa, es una tarea de alto riesgo. Mucho más si se intenta con los mimbres de anteriores experiencias frustradas. Quizás esta dificultad sea la que hace del proyecto una idea seductora y por la que tantas personas consideran que vale la pena intentarlo. 

Además, Sumar se plantea como una apuesta de largo recorrido que debe ahora acompasarse con un objetivo a corto plazo, unas elecciones anticipadas después de un significativo batacazo institucional de las izquierdas. Combinar ritmos que responden a lógicas distintas lo hace aún más complejo. Lo destaco porque estos días leo análisis 'amigos' que ponen de manifiesto las contradicciones e incongruencias del proyecto. Quien esté libre de contradicciones que tire la primera piedra. 

En este contexto de dificultades y a contracorriente, la coalición electoral ha conseguido abrirse paso. Quizás la razón se encuentre en la necesidad que muchos miles de personas sienten de participar en esta utopía de lo cotidiano que representa Sumar. Y eso, su necesidad, puede ser su activo más importante. 

No descubro nada nuevo si digo que el principal riesgo de Sumar no viene de fuera, sino de dentro. Aunque los ruidos y las broncas se cargan a las espaldas del complejo pacto de coalición, las cosas vienen de más lejos. En mi opinión, tienen su origen, entre otras cosas, en dos maneras muy distintas de entender la acción política.

El próximo 19 de junio termina el plazo de presentación de candidaturas. Ese día sabremos si las descalificaciones vertidas sobre el pacto de coalición responden a la necesidad que tiene la dirección de Podemos de justificar ante sus bases un acuerdo que consideran injusto y un error, a pesar de haberlo firmado. 

O bien, si hay otras razones que hunden sus raíces en lo que se conoce como profecía de auto cumplimiento. Si alguien pretende demostrar que Sumar no tiene futuro sin el “núcleo irradiador” o el “motor Podemos” -las dos metáforas más utilizadas por sus dirigentes- la cosa se pondrá chunga. 

No hay duda de que a los adversarios políticos les interesa que el ruido se mantenga. Lo confirman algunos curiosos apoyos externos a Irene Montero. Y lo ratifica la campaña puesta en marcha en las redes por la extrema derecha para promover el voto nulo a Sumar. 

Los límites del proyecto son nítidos. La convocatoria anticipada de elecciones ha obligado a hacer en pocos días lo que estaba previsto para varios meses. Y eso puede generar la impresión de que se trata solo de una mera coalición electoral construida por necesidad y no por convicción. Insisto en que la necesidad suele ser un motor muy potente en la vida. Pero además de necesidad detecto también convicción. 

Mi percepción es que muchas personas, incluso de las que no votarán a Sumar, consideran este proyecto necesario. En una realidad que conozco algo, la del mundo del trabajo, que el proyecto de Sumar salga adelante se vive como una necesidad. 

Mis amistades sindicalistas, que en muchos momentos de los últimos años se han sentido solas, ahora se sienten acompañadas en el conflicto social. Consideran que la apuesta laborista de Yolanda Díaz ha sido necesaria, incluso imprescindible, para el significativo aumento del salario mínimo, para una reforma laboral que ha producido un giro espectacular en nuestro mercado de trabajo precario. Y para todas las políticas puestas en marcha como respuesta a los efectos de sucesivas crisis. 

Coincido con quienes piensan que en la política, como en la vida, no se puede vivir de rentas y que a unas elecciones hay que ir generando ilusión sobre el futuro. Pero si la ilusión no se construye sobre hechos, en este caso sobre las políticas puestas en marcha durante esta legislatura, termina siendo mero ilusionismo. 

Las fuerzas que conforman Sumar se pueden presentar a estas elecciones con el activo y la autoridad de haber hecho cosas que mucha gente daba por imposibles. No solo en el ámbito laboral, también en el terreno de los derechos civiles y sociales. Si no se reivindica estos activos solo van a destacarse los pasivos que, haberlos haylos, como siempre en la vida. 

Los riesgos y los límites de Sumar son importantes, pero lo conseguido hasta ahora en el breve espacio temporal de dos semanas permite afirmar que las potencialidades son muchas. Poner de acuerdo a 15 organizaciones comporta un avance mayúsculo por su complejidad.

En primer lugar, porque supone revertir la tendencia a la fragmentación política del espacio de izquierdas no vinculado al PSOE. Por primera vez en mucho tiempo la convocatoria de elecciones no significa la aparición de nuevos sujetos políticos. Al contrario, se produce un reagrupamiento de fuerzas muy distintas y en algunos casos confrontadas. 

El mérito es aún mayor por el hecho de que la construcción de esta coalición se produce con una impronta confederal. Alguien podrá decir que también eso es por necesidad. Y sí, es necesidad, pero también virtud que fuerzas políticas que llevaban años cómodas en sus propias galaxias ahora vean la necesidad y utilidad de confederarse, de momento electoralmente. 

El espacio político que pretende ocupar Sumar será confederal o no será. Al menos en sus inicios. Las derechas se encuentran cómodas en formulaciones unitaristas, en coherencia con su concepción cerrada de España. Aunque eso comporte su irrelevancia en Catalunya y Euskadi. 

El PSOE tiene una estructura organizativa consolidada, con sus tensiones, lógicas en cualquier organización. Y con un modelo de relación federal, que no siempre lo es. 

En cambio, la izquierda que representa Sumar solo puede nacer si adopta formas de relación confederal. Para el futuro, quizás sea mejor una formulación federal, pero partiendo de la realidad de la que se parte, las formas confederales adoptadas son un primer paso. A condición, claro, de que no se convierta en un pacto de autarquías mutuas y la relación se fundamente en la lealtad. 

Además, esta forma confederal, adoptada por necesidad, virtud y utilidad, si se consolida puede ayudar a perfilar una propuesta de país en uno de los aspectos más pantanosos de la política en España, el de la estructura política del Estado. 

Sumar inicia su singladura rodeada de riesgos propios -los más importantes- y ajenos, que no son pocos. Con claros límites y dificultades. Pero tiene a su favor una gran fuerza motora. Me refiero a la necesidad que sienten muchas personas de construir una fuerza política que contribuya a consolidar las políticas desarrolladas por el gobierno de coalición en estos años. 

Y con la mirada puesta en un futuro en el que los trabajos recuperen centralidad política, las transiciones digital, energética y demográfica que hay en marcha se desarrollen atendiendo a los costes sociales y territoriales que van a generar, los derechos cívicos no retrocedan ante el auge de las fuerzas iliberales que niegan la diversidad y los derechos de las minorías. Y en el que la Unión Europea juegue un papel clave ante estos retos.  

Siempre es necesario hacer las cosas con ilusión, pero cuando esta flaquea, la necesidad puede ser un gran motor.  Recuerden, la necesidad mueve montañas.