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El domingo tienen lugar las elecciones griegas así que permítanme que vaya al grano:
- Es esperanzadora la posible victoria de Syriza y sus socios, y es buena noticia que Los Verdes griegos converjan con Syriza.
- Syriza es un agente esencial para reconfigurar la relación de fuerzas en Europa.
- El apoyo ecologista tendría que estar condicionado a la capacidad de Syriza de ser, más allá de la deuda, un actor relevante hacia una transición ecológica de la economía y de la sociedad.
Permítanme ahora detallar un poco más cada aserción:
1) En momentos históricos como éste, es necesario saber sumar y confluir. Es un punto de inflexión que puede orientar no solo Grecia, sino toda Europa hacia un lado u otro de su historia: hacia la depresión cíclica o hacia la esperanza de que otra Europa posible y deseable.
Desde la pluralidad y el respeto de la identidad de cada cual, Syriza y Los Verdes griegos –entre otras fuerzas políticas han hecho un ejercicio fundamental de generosidad, tanto por el programa, como por la inclusión de compañeros ecologistas en las listas electorales. La fórmula escogida por los griegos es un mensaje claro al resto del continente. La hegemonía no es el único camino hacia el poder: es posible ganar las elecciones desde la heterogeneidad de fuerzas, la diversidad de sensibilidades y la complejidad de la sociedad.
2) La victoria de Syriza significaría una victoria de la dignidad para millones de griegos y griegas. El plan de choque de la Troika (Comisión europea, Banco central europeo y Fondo Monetario internacional) ha causado una situación profundamente dolorosa para la población griega que se evidencia en la tasa de desempleo de más de 25%, que llega al 50% en el caso de la juventud. Al mismo tiempo, a nivel ecológico se ha acentuado la presión para que los inversores extranjeros pudieran conquistar sin demasiadas trabas legales los últimos rincones naturales y bienes comunes.
Grecia ha sido el primer laboratorio a gran escala de la ideología de la austeridad impuesta. Es por tanto capital que los griegos hagan una auditoría de su deuda, y posteriormente, una reestructuración negociada y posible cancelación de (parte de) la misma. De este modo podrán salir de la dinámica perversa de avasallamiento y recuperar capacidad de decisión sobre su futuro. También recuperarán capacidad de maniobra financiera si luchan, de forma coordinada con la Unión Europea, contra la evasión y el fraude fiscal o reducen radicalmente su presupuesto militar (el más elevado de la OTAN después de Estados Unidos…).
Pero sobre todo, una victoria de Syriza y sus socios significa el alzamiento de una voz diferente en el Consejo de la Unión Europea y una brecha en la máquina apisonadora de la Troika. En este nuevo escenario, donde la amenaza del “Grexit” se ha esfumado en un abrir y cerrar de ojos, el triunfo de Syriza es una potencial puerta abierta a la negociación del equilibrio de fuerzas entre acreedores y deudores en Europa. Las elecciones griegas trascienden los límites de sus fronteras y plantean un reto con profunda carga política, democrática y simbólica a nivel europeo. El domingo Grecia, la cuna histórica de nuestro continente, será de nuevo el epicentro de Europa.
3) Cada vez son más voces que se suman en el análisis de que más allá de una crisis económica y de la deuda, estamos en una crisis de civilización. Es la crisis terminal de unas sociedades que se olvidaron de que existen límites ecológicos y de que no existe crecimiento infinito en un planeta finito. El mensaje es diáfano: solo nos vale como modelo de futuro uno que proponga pan para hoy y pan para mañana.
En este sentido, celebramos que en el programa de Syriza se haya incluido que “la crisis económica esté estrechamente ligada a la crisis ecológica” y que, por lo tanto, se necesita “una estrategia común para el tratamiento de ambos tipos de crisis” a través de “una reforma social y ecológica de la producción basada en la producción y las fuentes locales.” Al mismo tiempo, el último artículo de Alexis Tsipras (El País, 15/01/2015) deja un sabor agridulce. Allí, ni rastro de crisis ecológica. Más bien, volvemos a leer propuestas anticuadas de políticas social-demócratas expansivas; vuelve el mantra clásico del crecimiento que como bien sabemos ya no es la solución, sino parte del problema.
Digámoslo claro: no queremos más promesas electorales que no se cumplen y donde el programa lo aguanta todo. Los conflictos y causas socio-ecológicos no son secundarios, son la gran contradicción de este siglo XXI. Así que el apoyo no es incondicional, ni indefinido. Se basa más bien en la voluntad de tender puentes y construir convergencias de futuro hacia la imprescindible Gran Transición ecológica, justa y democrática a nivel local y europeo.