La tozuda realidad

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España debe ser, sin duda, líder europeo en la publicación de encuestas electorales. Tanto es así que si no tenemos cerca unas elecciones para sacarlas, siempre aparece alguien dispuesto a inventarse unas, como Fernández Mañueco, el presidente de Castilla y León.

Las proyecciones de resultados a dos años de unos hipotéticos comicios generales ofrecen un interés relativo, aunque reconozcamos que dan mucho juego a la especulación y al salseo político, además de meter el miedo en el cuerpo o arrear un subidón dependiendo del lado y del día. Lo relativo del interés de las proyecciones cuando la convocatoria no es inminente se explica en el hecho de que la mayoría de los encuestados ni se habrían planteado la cuestión de a quién votar hasta que alguien se lo ha preguntado. El valor de esas respuestas debe manejarse con suma precaución por inestable.

Esta exuberancia irracional de sondeos tan hispana sí ofrece, en cambio, información más estable para evaluar las tendencias de fondo que pueden estar moviendo el corazón de los electorados. En todas las publicadas recientemente se aprecian algunas pautas reveladoras que pueden dar para algo más que algunos titulares más o menos llamativos. 

La primera sería que el actual Gobierno de coalición no consigue trasladar la buena valoración que logran sus políticas, sobre todo entre sus electorados, a ganas de volver a votarles. No todos quienes les dieron su papeleta hace dos años tienen claro repetir y la captación de nuevos apoyos flojea. La desmovilización se va decantando poco a poco hacia la izquierda mientras la extrema derecha se mantiene hipermovilizada y los votantes populares se van animando. Si mañana hubiera elecciones, la derecha iría con el voto en la boca a primera hora mientras la izquierda se lo seguiría pensando. Puede que sea un problema de comunicación -aunque nunca está muy claro qué significa eso exactamente- puede que sea que la izquierda es así o puede que sea que a este gobierno le falta un relato base, una historia comprensible con inicio, nudo y desenlace donde los buenos ganan al final, un argumento que unifique y dé sentido a todas las cosas que hace y la gente valora pero no acaba de conectar entre sí.

La segunda pauta se resume en la idea de que la dependencia de Vox por parte de Pablo Casado y el PP para recuperar la Moncloa no solo no disminuye, sino que aumenta. Lo peor de todo reside en que semejante tendencia se produce sin que la extrema derecha haya tenido que hacer nada especial para provocarla y a pesar de que el líder popular ha intentado de todo para revertirla. La debilidad de uno alimenta la fortaleza del otro. En términos de matemática electoral podría decirse que Pablo Casado es el pagafantas de Santiago Abascal.

La tercera pauta viene a confirmar una evidencia que muchos se niegan a aceptar, convierten en un drama o pretenden incluso erradicar. No se puede gobernar España sin los nacionalistas. Quien deje de convertirlo en un problema para aprovecharlo como una oportunidad tendrá bastantes más opciones de ganar. En lo que queda de legislatura el juego consiste en sumar, no restar. Pueden hacer las encuestas que quieran, la realidad es así de tozuda y no cambia fácilmente.