París, siglo XXI. Un presidente francés de derechas asustado ante la crisis inminente se saca de la manga una frase redonda. Un titular, un eslogan que le permita imponer su relato en los tiempos duros que se avecinan. Lo hizo Nicolas Sarkozy en 2008 con aquella “refundación del capitalismo” (¿lo recuerdan?). Lo acaba de hacer Emmanuel Macron en 2022 con “el fin de la abundancia” (porque el de la historia ya estaba pillado y se demostró poco certero).
La historia no se acaba, se repite y ya sabemos que la segunda vez no toca tragedia: toca farsa. Lo dijo Marx en su ensayo sobre el último monarca de Francia (de dónde si no). Un Napoleón, nombre -y síndrome- que podrían aplicarse en mayor o menor medida a nuestros dos protagonistas. Pero esta vez parece que hemos alterado el orden de los factores.
Aquel que pretendía refundar el capitalismo (“sobre bases éticas”, no lo olvidemos) acabó condenado por financiación ilegal, tráfico de influencias y corrupción. Los bancos, nacionalizados fugazmente de facto para su rescate, no devolvieron los miles de millones que costó salvarlos de sí mismos y antes de que nos diésemos cuenta estaban en otras manos, pero repitiendo las mismas prácticas. Igual que las constructoras. O las petroleras. O las empresas energéticas. O...
Y, entre enormes sufrimientos, se lo permitimos. La tragedia, entonces, todavía debe estar por llegar.
Francia nos trajo la Revolución, la Comuna, la Marsellesa de Víctor Lazslo en Casablanca, La Haine… pero también una de las series -distópicas, bien sûr- que mejor han retratado lo que puede ser este Fin de la Abundancia o, directamente, de la civilización tal y como la conocemos. El Colapso, 8 capítulos de 20 minutos rodados en un nervioso plano secuencia allá por 2019 (la prehistoria, ni siquiera se había declarado la pandemia, aunque quienes la vimos durante el confinamiento seguro que le añadimos algún matiz en el que no habían pensado sus creadores).
No hago espoilers (y si los hago, lo siento: habéis tenido tres años) cuando digo que, incluso en ese escenario postapocalíptico, los ricos siguen ganando. Se acaba el mundo pero no la abundancia. Ni siquiera cambia de manos.
“Esta noche, tirititiratití tirititi, yo me voy a bailar”. Lo cantaban a finales de los 80 Los Coyotes liderados por un tipo de apellido Abundancia. Entonces todo iba bien, o lo parecía; pero si finalmente esto se acaba, mejor que también nos pille bailando. Con los REM: “It´s the end of the world as we know it. And I feel fine”.
Sobre todo porque, como en 2008, tampoco es culpa nuestra. Aunque nos lo quieran hacer pagar. Otra vez.
¿Se viene la tragedia?