El ratoncito está a punto de caer en la trampa del súper. Tres kilos de naranjas, dos euros: cinco kilos, tres. Yo no soy tonto. Y como no soy tonto me llevo la bolsa de cinco kilos por tres euros. Pero resulta que como no como tanta naranja, al cabo de una semana todavía me queda media bolsa y finalmente las tengo que tirar a la basura porque han empezado a florecer. Si. Soy tonto. Mi bolsa era la de tres kilos. He vuelto a caer en la trampa.
Las estrategias de mercado con las que las grandes cadenas de distribución intentan que compremos más de lo que necesitamos (tipo 3x2, segunda unidad a mitad de precio y el resto de reclamos) persiguen un solo objetivo: que almacenemos nosotros la mercancía en casa para que ellos puedan trabajar con el mínimo stock. Por eso la leche y el caldo vienen también en packs de 6 unidades, los yogures de 8, el papel higiénico de 24 y las latas de refresco de 36. Su objetivo no es fomentar el consumo responsable, sino estimular el derroche y colocarnos el mayor volumen de mercancía por unidad de venta.
Cabeceras de góndola con pirámides de producto, flechas señalando presuntos chollos en el lineal, azafatas promocionando por los pasillos. Quién compra a quién ¿nosotros a la mercancía o la mercancía a nosotros? De ahí que sea tan importante ser más listo y hacer la lista antes de ir al súper. De ese modo ajustaremos la compra a nuestras verdaderas necesidades en lugar de a las suyas y evitaremos el alto impacto medioambiental que está generando el creciente despilfarro de alimentos y su constante incremento como residuo.
Suena ridículo pero según los datos sobre hábitos de consumo y derroche alimentario, una cuarta parte de nuestro carrito de la compra va a parar directamente a la basura sin obtener provecho alguno: casi cien millones de toneladas de alimentos anuales a nivel europeo. Una de cada cuatro bolsas de la compra. Sin llegar siquiera a abrirla.
Las estadísticas comunitarias indican que España desperdicia una media de 163 kilos de alimentos por persona y año, lo que suma 7,7 millones de toneladas anuales. En términos absolutos somos el séptimo país de la UE que más comida tira al contenedor, después de Reino Unido (14,4), Alemania (10,4), Holanda (9,5), Francia (9), Polonia (8,9) e Italia (8,7).
Según esos mismos datos, en el caso de los productos perecederos el 67% de los alimentos que compramos van directamente a la basura por escoger demasiada cantidad o, lo que resulta todavía más grave, porque nos dejamos embaucar al echarlo al carrito: ni lo necesitábamos, ni nos gusta.
Del resto, un 23% se desecha durante la preparación de las comidas, mientras que el 10% restante corresponde a los desperdicios que quedan en el plato. La suma de ambos porcentajes equivale a lo que en realidad hubiéramos tirado a la basura de haber acertado mucho más a la hora de comprar. Por eso es tan importante no caer en las trampas del súper.
Durante los próximos días se va a celebrar la Semana Europea de la Prevención de Residuos. Su objetivo es organizar acciones de sensibilización en todos los países de la UE para avanzar en la prevención de residuos y evitar el derroche de alimentos. Se trata de educar los hábitos ciudadanos para que compremos con un poco más de sensatez y sentido común, evitando el consumo compulsivo y rechazando las propuestas al estilo 3x2 que acaban atiborrando de comida los cubos de la basura.
Hace unos años el escritor y activista contra el despilfarro alimentario Tristram Stuart, autor del libro “Despilfarro” (Alianza Editorial, 2011), calculó que con toda la comida que se desperdicia en Gran Bretaña durante un solo día, se podría dar de comer a sesenta millones de personas. Se trata pues de una cuestión moral antes que medioambiental.