La portada de mañana
Acceder
Lobato evita la humillación en el congreso del PSOE y allana el camino para Óscar López
Crónica - València, año cero: un retrato tras la hecatombe
Opinión - El bucle de la M-30. Por Neus Tomàs

La verdad es tan rara

“La verdad es tan rara, es encantador contarla”. Leer a la poeta norteamericana Emily Dickinson es ver el mundo con luz clara, ilumina hasta aquello que no se ve. Como la verdad. Es rara y se esconde al final de un pozo largo lleno de matices, pistas trampa y sectarismo. Por ello la relación del periodismo con la verdad es rara también, tirando a compleja. En los tiempos de la postverdad, la verdad ha dejado de tener un puesto principal. El rumor, la filtración interesada, el sectarismo, la trinchera, los intereses evidentes y también los ocultos ensanchan cada vez más la distancia entre el periodismo y la verdad. La verdad debería ser prioritaria, pero ha perdido fuelle y capacidad de atractivo por las prisas y los odios de nuestro tiempo. Se elevan a la categoría de verdad verdades parciales, especialmente cuando estas vienen a confirmar fobias y filias del emisor.

Por poner un ejemplo: ha pasado, está pasando aún, en las horas posteriores a la detención de los nueve independentistas catalanes, siete de los cuales duermen desde hace más de una semana en la prisión de Soto del Real. Sobre la causa, secreto de sumario, aunque eso no está evitando las filtraciones. Antes incluso de las filtraciones muchos ya habían optado por difundir un relato elevado a categoría de verdad.

En aquellas horas, y aún hoy con lo poco que se ha filtrado, la única verdad contrastada es que no sabemos casi nada. La filtración sirve para construir una verdad que algunos dan por completa con una falta de rigor que debería ser denunciable y que alumbra una relación perniciosa entre lo político y lo periodístico en nombre de un bien considerado superior.

Es triste y alguien dentro de unos años lo contará por nosotros, cómo en nuestros días la verdad llegó a tocar el barro con la complicidad del periodismo de trinchera, que nos convierte a todos en víctimas de la especulación y la conspiración. Nos lleva a un punto de colisión en el cual deberíamos parar a reflexionar.

El caso de los CDR detenidos es paradigmático. Con ellos en el centro del debate se producen una serie de lamentables limitaciones a la única verdad hasta el momento -no sabemos nada o casi nada- que condicionan a la opinión pública y hasta ha provocado enfrentamientos propios de pandilla de callejón en el Parlament de Catalunya.

Una parte del independentismo convierte el 'no sabemos nada' en 'todo es mentira, no hay nada', es una burda operación de Estado para amedrentar al movimiento social. Para estos, tomarse el 'no sabemos nada' con cautela es casi como condenarlos y cargarse su presunción de inocencia.

A una parte del unionismo el 'no sabemos nada' le suena a 'son terroristas', cargándose la presunción de inocencia de la que debe gozar todo el mundo. Pero debe ser que no mostrarse combativo resta y es muy poco ibérico. De macho, digo. Si no les gusta la verdad -no sabemos nada- acójanse por lo menos a la ley: son inocentes mientras no se demuestre lo contrario. Y más si hablamos de terrorismo. Ambos comportamientos los han reproducido algunos políticos y también algunos medios.

Quizá algunos de ustedes avanzan en la lectura preguntándose ¡pero chica, es que sí que sabemos! Sabemos de filtraciones y exclusivas sobre un sumario que es secreto, que beben de intereses y que son reproducidas con más o menos cuerpo y cautela en función de otros intereses. Eso no quiere decir que el contenido de las filtraciones no sea cierto, pero asumamos que puede ser información sesgada que se da por completa. Hay silencios que contienen más verdad que algunas palabras. En cuanto se levante el secreto de sumario, lo hablamos. Deberemos entender que lo que el juez escriba quedará como la verdad, aunque incluso así pudiera no serlo.

Lo que estamos viendo estos días respecto a este caso es una vulneración extraordinaria y extrema de la que debería ser la principal motivación del periodismo: aproximarse al máximo a la verdad y sustraerse de la presión y de las propias ideas. O lo denunciamos o solo nos quedará la poesía.

Querida Dickinson: la verdad es tan rara, es complejo contarla.