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Vientres de alquiler: consecuencias éticas y jurídicas

Alicia Miyares. Filósofa. Portavoz de NoSomosVasijas

En los últimos meses las personas favorables a la, eufemísticamente, denominada “gestación subrogada” expresaban, a través de los medios de comunicación, que era urgente abrir un debate sobre esta práctica. La campaña “NoSomosVasijas” se ajusta, pues, a ese petición de debate.

Sin embargo, por la reacción que ha suscitado pudiera pensarse que la petición de debate no era tal y que lo que realmente se demandaba era que la sociedad española aceptara, como normal y sin más, la práctica de alquilar vientres, puesto que para algunas personas es el único modo de acceder a la maternidad/paternidad.

Para los defensores del alquiler de úteros para la gestación de hijos en favor de terceros, el deseo de ser padres, enmarcado en el ámbito de la libertad individual, ha de ser condición suficiente para su regularización, minusvalorando las consecuencias éticas y jurídicas de esa práctica.

Abordar esta cuestión invocando el principio de la libertad individual suele producir debates estériles, puesto que siempre se olvida, no sé si de modo consciente o inconsciente, que el principio de libertad necesariamente ha de conjugarse con otros principios del mismo rango, “igualdad”, “dignidad” o “integridad física”.

Expresado de otra manera, ganar espacios de libertad significa utilizar esa libertad para plantearnos qué sociedad queremos y, entre otras cosas, establecer los límites de lo que se puede comprar o vender. No podemos sacrificar esta aspiración por la mera invocación de la palabra “elección”. Quienes reducen la libertad a la “elección” abren la puerta al “todo vale”. Y, pese a quien pese, “no todo vale”. De ahí que sea más fructífero para dirimir y debatir sobre la “gestación subrogada” evaluar sus consecuencias éticas y jurídicas que no abordarla desde el limitado marco de la experiencia individual, las vivencias o los deseos.

Hay demasiadas preguntas sin respuesta para que alegremente mostremos una posición favorable a aceptar el alquiler de vientres, sea este altruista o comercial. De ahí que la campaña “NoSomosVasijas” pretenda poner en el centro del debate cuestiones y problemas como los siguientes:

¿Puede ser objeto de contrato el útero de la mujer y la criatura que nace? Creemos que no, porque no es posible evitar la mercantilización y, por lo tanto, la cosificación de que se hace objeto a la mujer gestante y los propios niños. De hecho todos los datos disponibles nos confirman en la idea de que estamos ante un nicho de negocio evidente. No es posible sostener que haya un tipo de contrato del alquiler de úteros “altruista” porque si así fuera no habría agencias de intermediación lucrándose, abogados de despachos especializados beneficiándose, etc...

El altruismo

Respecto a las madres gestantes “altruistas” se nos plantea otra cuestión y no menor, por cierto ¿Puede la “generosidad” de la gestante altruista poner en riesgo los derechos reproductivos del conjunto de las mujeres a través de los cuales se reconoce la filiación y custodia legal de los hijos/as que nacen de la mujer que gesta? Evidentemente no.

Se nos pide que aceptemos la condición de “altruismo” para transferir la custodia y en un hipotético mañana ¿Cuál será la trampa? Si aceptamos esta premisa no estará lejano el día en que nos encontremos que las mujeres no posean ninguna capacidad de custodia legal sobre los hijos que paren.

Por si lo anterior no fuera suficiente, la admisión legal de contratar un vientre para gestar un hijo a favor de terceros refuerza los estereotipos de género y da lugar al surgimiento de nuevos colectivos de mujeres explotadas como sucede en la India, Nepal, México y en nuestras propias sociedades donde también hay, por si a alguien se le olvida, mujeres pobres. El fin de la justicia social exige de nosotros erradicar la explotación de las personas y no asumir simplistamente que, como la explotación existe, no he de poner impedimentos a nuevas formas de explotación: la explotación de las personas no se combate preguntándose retóricamente si es más explotación hacer A o hacer B. Se combate erradicando A y B.

Otra cuestión, si en los casos de adopción al uso, la madre natural no puede dar su asentimiento a la adopción hasta transcurrido un determinado plazo de tiempo posterior al parto ¿Cómo es que para el caso de la gestación subrogada se permite su consentimiento incluso antes de que se inicie la gestación? Y esta cuestión nos lleva a la siguiente ¿Por qué si una madre natural no puede dar su asentimiento para que lo adopte un particular se permite, sin embargo, cuando se contrata un útero?

Acortar los tiempos de espera

Lo que parece es que, dado que los procesos de adopción son largos en el tiempo, requieren pruebas de idoneidad de los futuros adoptantes y cumplir una serie de requisitos, se prefiere buscar la fórmula de contratar un útero que acorta los tiempos de espera y que no precisa de las exhaustivas pruebas de idoneidad a cargo del estado. Vistos los interrogantes sin respuesta nada impide describir esta práctica como “adopción express”, cuestionable en el fondo y en la forma.

Se puede contestar que el recurso a alquilar un vientre conlleva también el deseo de ser padres biológicos, pero ello suscita otra pregunta ¿Por qué es más legítimo el deseo de ser padre biológico que el deseo sobrevenido de quedarse para sí el hijo que una mujer ha gestado y alumbrado? Porque lo cierto es que ya son muchas las madres gestantes arrepentidas y firmantes de la campaña internacional “Parar la subrogación Ya” a las que nadie da respuesta y por lo que parece carecen de derecho alguno.

Estos interrogantes y muchos otros son los que deberían enmarcar el debate de “los vientres de alquiler” porque la manida invocación “de la elección personal” no da respuesta a nada de lo aquí planteado. Quien, por otra parte, pretenda enmarcar este debate en el terreno del feminismo abolicionista frente al feminismo reglamentista está haciendo un flaco favor al feminismo como teoría política que se reafirma en el avance de todas las mujeres, sin exclusión, garantizando los derechos de todas y no sólo de aquellas que pueden hacer uso de su libertad individual, pero que nunca se preguntan por las consecuencias para el resto de las mujeres. Ganar libertad también significa utilizar bien esa libertad.