El presidente del PP del País Vasco, Carlos Iturgaiz, impuesto por Pablo Casado, manifestaba en su canal oficial de Twitter hace unas semanas refiriéndose a EH Bildu y sus dirigentes, que organizan “vomitivos ongi etorris a los etarras desde Bildu” y que se “ríen de las víctimas”.
Este pasado lunes, el colectivo de presos hacía pública su decisión de no realizar más ongi etorris (bienvenidas a los presos). “Hay personas que han expresado honestamente que sienten dolor con los ongi etorris públicos”, reconocían, por eso “decimos con claridad que nuestro deseo es aliviar todo sufrimiento y abrir nuevas opciones, ir sanando heridas y fortalecer la convivencia entre la ciudadanía vasca”, por lo que no habrá más ongi etorris públicos, tal como pedían las asociaciones de víctimas del terrorismo, el PP y el propio Iturgaiz.
Logrado el objetivo, Iturgaiz tardó en elaborar su nueva estrategia, pero tras sesudas elucubraciones, lo logró y así lo explicó en su canal oficial de Twitter: “Pasan a privados los vomitivos recibimientos y así conseguir de Sánchez la excarcelación de asesinos etarras y blanquearles”. Está claro que el problema no eran los “vomitivos ongi etorris”, ahí había, y hay, algo más. A Iturgaiz no le ha gustado nada el anuncio de que no habrá más ongi etorris públicos.
Es obvio que algo se mueve en el, hasta hace poco, inamovible mundo de la izquierda abertzale. La penitencia democrática a la que están abocados Arnaldo Otegi y su partido Sortu, integrado en la coalición EH Bildu, parece activarse. Es cierto también que siempre planea la duda, la diferencia entre el discurso público y el discurso privado. Lo que se dice de puertas para fuera y de puertas para adentro. Lo precisaba el presidente del PNV, Andoni Ortúzar: “Con la izquierda abertzale siempre nos queda la duda de si es sincera o puramente instrumental, si hay un análisis ético y un propósito de enmienda o si es para situarse en el tablero político de mejor manera y dar pasos en su estrategia”.
Tras la disolución de ETA, que algunos veíamos irrealizable, reconozcámoslo, llegó este pasado octubre, diez años después, la puesta en escena en Aiete de la declaración solemne de los dirigentes de Sortu, Arnaldo Otegi y Arkaitz Rodríguez dirigiéndose a las víctimas del terrorismo: “Queremos trasladarles que sentimos su dolor y afirmamos que nunca debería haberse producido”. Esta misma semana el colectivo de presos anuncia que se acaban los ongi etorris públicos, tal como habían exigido, entre otros, los colectivos de víctimas del terrorismo. Efectivamente, algo se mueve.
Pero para Iturgaiz, este movimiento no es sino un cuento chino. Él tiene claro, como algunos otros, que contra ETA vivíamos mejor, y hay que seguir con la matraca. Lo malo es que la estrategia política, por llamarlo de algún modo, de Iturgaiz al mando del PP vasco, le ha dado datos ridículos. En las últimas elecciones autonómicas vascas, celebradas en 2020, el PP unido a Ciudadanos en coalición, y con el propio Iturgaiz de candidato a Lehendakari, obtuvo el 6% de los votos, en concreto 60.000 votos. Su peor resultado histórico. Mientras tanto, el PNV lograba el 39,0 % y casi 350.000 votos, y EH Bildu el 27,86% y casi 250.000 votos.
El PP es hoy un partido residual en la política vasca, pero eso no obsta para que Iturgaiz pretenda influir en la aprobación de los presupuestos autonómicos. Y, la pregunta es, ¿con qué números? El gobierno de coalición PNV-PSE los tenía ya encarrilados gracias a sus propios votos, 41 sobre 75 escaños parlamentarios, pero abrió unas negociaciones que, sorpresivamente, provocaron que EH Bildu retirara su enmienda a la totalidad y negociara determinados aspectos de esos presupuestos. Este miércoles EH Bildu firmaba su primer acuerdo presupuestario con el Gobierno vasco. Es decir, en la coalición EH Bildu se muestran dispuestos a hacer política y cumplir, para ello, la penitencia democrática de su más potente formación, la de Otegi y Rodríguez, Sortu.
No sólo es en Madrid, con el apoyo a los presupuestos del Gobierno de coalición, sino también en el propio País Vasco con ese viraje político que intenta influir en la gobernanza, apoyado en un importante rédito electoral que no parece vaya a bajar en las próximas confrontaciones electorales.
Es obvio que algo se mueve en el ámbito de la izquierda abertzale y eso parece no gustarle a Carlos Iturgaiz, presidente del PP vasco, quien denunció que es el camino para “avanzar hacia la independencia” de Euskadi y “acelerar las políticas identitarias”. Está claro que a Iturgaiz, y a buena parte de su partido, no le gusta que la izquierda abertzale haya cambiado armas por política. Por eso denuncia el “raca raca del derecho a decidir del PNV”, sin percatarse de que él vuelve una y otra vez, con el raca raca de ETA, que ya no existe.
No se puede negar que EH Bildu, tiene entre sus objetivos “lograr un País Vasco basado en una justicia social independiente”. Pero también Vox tiene como objetivo declarado la eliminación completa de las autonomías, fundamentalmente la vasca y la catalana, y eso a Iturgaiz no le preocupa lo más mínimo. Ya lo dijo en la última campaña electoral, utilizando en la expresión su propio nombre: “Lo que nos une a los votantes de Vox y a Carlos Iturgaiz, es la defensa de las libertades, de la Constitución Española y la unidad de España en esta tierra”. La tierra vasca, en concreto.
Iturgaiz, en ese sentido, es un buen alumno de Isabel Díaz Ayuso, no tiene ni el asesor, ni la gracia, ni la capacidad comunicativa, ni el falso candor de la madrileña, pero pretende instituir una componenda de derecha recalcitrante, lejos del espíritu de otros populares como Borja Sémper, que le permita influir en el panorama político vasco. El camino de Sémper en el PP se cortó, a pesar de que logró aumentar votos en la ultimas elecciones municipales en San Sebastián, con una idea clara: “Vox es un partido diametralmente opuesto a lo que representa el PP”. Iturgaiz representa el camino contrario.