Vox en la primavera de 1936. La estrategia de tensión llega al Congreso

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Una rata acorralada es muy peligrosa. Esa es la imagen que tienen que fijar para comprender lo que ha hecho Vox estos días en el Congreso de los Diputados. Es una estrategia premeditada de tensión para hacer insoportable la convivencia y así justificar cualquier actuación hacia las instituciones democráticas. Un asesor de comunicación ultra del partido posfascista intentaba victimizarse después de los insultos de Carla Toscano a Irene Montero compartiendo una foto de José Calvo Sotelo cuando fue asesinado en julio de 1936. No es consciente, pero lo que hizo fue definir de manera clara la estrategia de un partido en caída libre y su manera de actuar cuando se siente débil. La historia de nuestro país tiene un claro referente en esos marcos de actuación, y es el modus operandi de la derecha tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936 y de Falange en particular. La primavera negra fascista de 1936.

La extrema derecha siempre miente, también y sobre todo cuando recurre a la historia de nuestro país. El relato que durante años han difundido es que la guerra fue provocada por el asesinato de Calvo Sotelo, al que además señalan como jefe de oposición. Ambas afirmaciones son mentira. El líder de la oposición era José María Gil Robles como jefe de la CEDA. La violencia política se intensificó después de las elecciones de febrero de 1936 con la victoria del Frente Popular en una estrategia de provocación, tensión y crímenes perfectamente planificada por la derecha para hacer irrespirable la convivencia y justificar la necesidad de un golpe de Estado que llevaban años planeando e intentando.

Los fascistas nunca aceptan la derrota ni el gobierno de la izquierda. Por eso planificaron el golpe desde el inicio de la llegada de la II República. Primero con el golpe fallido de La Sanjurjada en 1932, después con la planificación del golpe de 1936, años antes de que se llevara a cabo. Antonio Goicoechea, de Renovación Española, era el interlocutor preferente de José Antonio Primo de Rivera para lograr apoyos de cara a planear un posible golpe. El 31 de marzo de 1934 Goicoechea, Antonio Lizarza y Emilio Barrera se reunieron en Italia con Benito Mussolini e Italo Balbo para manifestarles la intención golpista en España y pedir ayuda al Gobierno fascista italiano. Mussolini se comprometió a facilitarles 10.000 fusiles, 10.000 bombas de mano, 200 ametralladoras y 1,5 millones de pesetas del momento. En 1936 se produjo un nueva reunión entre Emilio Mola y Goicoechea y el conde Ciano para tratar nuevos acercamientos y apoyos de Italia al golpe en España. La sucesión de hechos tras el golpe indica que fueron fructíferos.

Las mentiras fascistas alcanzan al relato de lo ocurrido en los meses previos al golpe del 18 de julio de 1936. La correlación de hechos de aquella primavera de 1936 antes del asesinato de José Calvo Sotelo explica de forma detallada cuál era la planificación. El 26 de febrero de 1936 se produce la victoria del Frente Popular que termina con Manuel Azaña como presidente del Consejo de Ministros. A partir de ahí la violencia fascista se desata con toda su crudeza. El 12 de marzo de 1936 se produce el atentado por parte de falangistas sobre el diputado socialista Luis Jiménez de Asúa, candidato a la vicepresidencia de las Cortes. En el atentado asesinan a su escolta, Jesús Gisbert. Tras la manifestación masiva en el sepelio del escolta crecen las provocaciones por parte de los fascistas y los grupos que acompañan el entierro provocan disturbios que acaban con la quema de la iglesia de San Ignacio en la calle Montera y la destrucción de la redacción y los talleres del diario La Nación, convertido en un diario de cabecera de los falangistas.

Ese es el primer atentado de Falange contra un miembro del Congreso y el motivo por el que las autoridades detienen a José Antonio Primo de Rivera y al resto de cargos de la Junta Política de Falange y cabezas de escuadristas. El día siguiente a la detención de los cargos de Falange pistoleros derechistas tirotean el domicilio de Francisco Largo Caballero. La estrategia de tensión continúa. El 13 de abril asesinan al magistrado Manuel Pedregal, el instructor del intento de asesinato de Jiménez de Asúa por miembros del SEU. El 14 de abril el falangista Isidoro Ojea lanza un petardo contra la tribuna de autoridades en el aniversario de la República, ocasionando un tumulto que acaba en disparos y con la muerte del alférez de la Guardia Civil Anastasio de los Reyes, abatido por la policía al considerarlo una amenaza contra las autoridades. Después del entierro del derechista Anastasio de los Reyes la turba fascista intenta asaltar el Congreso de los Diputados.

En España ya hubo un precedente del asalto al Capitolio y sucedió un 16 de abril de 1936 aunque es posible que pocos lo sepan. El 3 de mayo asesinan al periodista de izquierdas Luciano Malumbres y el 12 de julio matan al Teniente Castillo, un prominente militar de izquierdas. Ese es el camino hasta el asesinato de José Calvo Sotelo, pero nunca se cuenta cuál fue la estrategia de tensión premeditada y violenta que los fascistas llevaron a cabo para tener una justificación para el golpe.

El relato de la persecución izquierdista a los derechistas durante el Gobierno del Frente Popular para justificar el golpe de Estado es solo un mito fundacional. Según González Calleja, el 42,85% de los muertos eran izquierdistas, el 29,64% eran derechistas y el 5,4% policías o militares, algunos manifiestamente de izquierdas como el capitán Faudo o el teniente Castillo. Pero es posible que creas o te hayan hecho creer que el golpe de Estado fue causado por la reacción al asesinato de José Calvo Sotelo sin nada que lo precediera.

La primavera de 1936 supuso la deriva terrorista de Falange que, tras la orden de Primo de Rivera de que los miembros de la SEU se unieran a las milicias falangistas y su proceso de decadencia y degradación política -recordemos que Primo de Rivera perdió su escaño en esas elecciones- solo vio salida a su situación a través de los atentados y la violencia política. La violencia fascista tuvo contestación. Los actos terroristas de Falange acabaron con la vida de 64 izquierdistas, los muertos por represalias y reacción policial alcanzaron los 67 miembros de Falange. Las víctimas de sus cacerías respondieron a esa violencia entrando en una espiral que terminó con la vida de José Calvo Sotelo, pero la intención de los golpistas estaba fijada y necesitaba una justificación que encontraron tras meses de violencia política, muertes y atentados. Ese es el fin último del proceso de deslegitimización violenta que ha iniciado Vox en la fase final de la legislatura en España. La estrategia de tensión que Falange y los militares implementaron de manera más intensa en la primavera de 1936 tras la victoria del Frente Popular es la que Vox ha comenzado a implementar con mayor fiereza en los últimos meses de la legislatura de Pedro Sánchez y está justificada por su debilidad y decadencia. Es su último recurso, también el más peligroso.