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Nos estamos zampando el futuro

El nuestro y el de nuestros nietos. Los campos de cultivo ocupan ya un 35% de la superficie terrestre y absorben el 70% del agua que consumimos. Un sobreesfuerzo planetario que vamos a tener que intensificar todavía más para dar de comer a los 10.000 millones de habitantes que poblarán la Tierra a finales de este siglo. Para conseguirlo deberemos pasar de los 8.500 millones de toneladas de alimentos que producimos actualmente a cerca de 14.000.

Sin embargo, las previsiones de los expertos es que el impacto del cambio climático y la sobreexplotación de los recursos naturales (erosión, salinización, compactación o contaminación química de los suelos, entre otros) van a provocar una reducción de la superficie agrícola actual de casi un 10% antes de 2050. Luego, si tenemos que producir cada vez más alimentos pero vamos a disponer de menos terreno agrícola. ¿Qué vamos a hacer?

Según los expertos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) existe un escaso margen de aumento del área agrícola del planeta, salvo en algunas regiones de África o América del Sur el resto de la tierra disponible no es apta para la agricultura ya que el coste ecológico, social y económico de ponerla en producción sería muy elevado. Por eso advierte de que los alimentos adicionales para atender la demanda de la población tendrán que provenir de tierras que ya están siendo cultivadas en este momento, que ya están siendo sobreexplotadas, por lo que volvemos a la casilla de salida.  

Pero, ¿qué va a pasar con los que vienen detrás nuestro? ¿Alguien se ha parado a pensar en el panorama que les estamos dejando? Porque lo cierto es que nos estamos comiendo su futuro, y no solo el suyo, sino el del resto de las especies que habitan el planeta.

Eso es lo que demuestra la última entrega de uno de los trabajos de investigación y evaluación del estado de conservación del planeta más serios y rigurosos que se publican anualmente: el Informe Planeta Vivo de WWF, que analiza nuestro impacto negativo en el planeta y las consecuencias para el resto de especies con las que lo compartimos.   

Uno de los datos más alarmantes del informe de WWF es el impresionante ritmo al que avanza nuestra soledad en la Tierra. La pérdida de biodiversidad en los últimos cincuenta años ha experimentado un cambio de ritmo brutal. Si mantenemos esa presión sobre los ecosistemas en 2020 habrá desparecido casi un 70% de las poblaciones de peces, anfibios, aves, reptiles y mamíferos. Y buena parte de la culpa la tiene nuestro insostenible y derrochador modelo alimentario.

Porque, tal y como destacaba el Secretario General de WWF/España en su presentación, los datos del informe demuestran que nuestro sistema alimentario está detrás del constante aumento en el ritmo de destrucción del Planeta. Y es que producimos mal, comemos peor y derrochamos demasiado: hasta una tercera parte de los alimentos que le arrancamos a la Tierra van directamente a la basura. Y eso, además de insostenible, es algo inmoral si tenemos en cuenta que según la FAO unos 850 millones de seres humanos (uno de cada ocho de los habitantes del planeta) vive en situación de hambre.

Para alimentar a mucha más gente con mucha menos superficie agrícola vamos a tener que cambiar la dieta y la manera de cultivar la tierra, apostando por un sistema de producción, distribución y consumo de alimentos mucho más eficiente, sostenible y respetuoso con el planeta.

Puedes descargarte aquí el Informe Planeta Vivo 2016 de WWF.