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Sin alma

Antonio García Gómez

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Insisten. Ayer mismo en el Parlamento andaluz, contra los más pobres entre los pobres, contra migrantes desesperados, acusados por una “señora de bien”, representante de Vox, supondrán ellos y ellas, de su misma cuerda, vomitando bilis de odio, alertando con su voz delicada, de puro hielo, para rechazar la llegada de los más desesperados, aduciendo “el efecto llamada”, porque les dan “una paga vitalicia y un piso para toda la vida”, un bulo, una mentira, y que, sin embargo, funciona para consumo insano y perverso de quienes quieran incorporar a su acervo mezquino ese discurso de odio, anticristiano, antipatriótico, antihumano, cerril incluso, de malas personas, de quienes insisten en poner en peligro la convivencia, la generosidad, la hospitalidad, e incluso ya que está en boca de otros líderes que aborrecen de la justicia social, esa atención debida a quien “necesita” de nosotros.

Sin alma, sin entrañas, sin humanidad, enardeciendo el miedo para que se establezca el odio, frente a la desigualdad y el trato preferente a los “ricos”, sean blancos, negros o alienígenas, siempre que tengan dinero.

Ahora en Francia, donde la extrema derecha avanza en los sondeos, camino del poder, ya se anuncia “la pérdida automática de la nacionalidad de los hijos de migrantes aunque hayan nacido en suelo francés”.

Y seguimos callando, y seguimos dando por aceptable lo inaceptable, como si la gentuza que alienta el discurso del odio fueran compatriotas de respeto, aunque solo fueran “sepulcros blanqueados” generadores de pus moral y de mala saña capaz de hacernos a todos “peores personas”, gracias al silencio de tantos y tantos que luego discursean como si la vida mereciera vivirse con el alma tan podrida, aunque movieran al buen humor y a la comprensión contra tales tipos que enfangan, aunque lo nieguen, que señalan aunque acusen a los de enfrente, que odian porque ya su naturaleza destila ponzoña, porque reivindican un mundo del que yo reniego. Porque “entre esos tipos y yo ya hay algo personal” (Serrat).

Porque se les olvida a esas malas gentes que “van pudriendo la tierra”, Machado, cada uno de los cinco mil, y muchos más, seres humanos que han quedado desaparecidos, ahogados, en el fondo del Mediterráneo, con su sueño de llegar a un mundo mejor enterrado bajo el odio de muchos, bajo toneladas de agua y de indiferencia.

Mientras aún seguimos sin indignarnos lo suficiente, en mala hora, en pésima hora para la Humanidad.

Y a todo estos los referentes religiosos callados como ratas, y que me perdonen las ratas.

Insisten. Ayer mismo en el Parlamento andaluz, contra los más pobres entre los pobres, contra migrantes desesperados, acusados por una “señora de bien”, representante de Vox, supondrán ellos y ellas, de su misma cuerda, vomitando bilis de odio, alertando con su voz delicada, de puro hielo, para rechazar la llegada de los más desesperados, aduciendo “el efecto llamada”, porque les dan “una paga vitalicia y un piso para toda la vida”, un bulo, una mentira, y que, sin embargo, funciona para consumo insano y perverso de quienes quieran incorporar a su acervo mezquino ese discurso de odio, anticristiano, antipatriótico, antihumano, cerril incluso, de malas personas, de quienes insisten en poner en peligro la convivencia, la generosidad, la hospitalidad, e incluso ya que está en boca de otros líderes que aborrecen de la justicia social, esa atención debida a quien “necesita” de nosotros.

Sin alma, sin entrañas, sin humanidad, enardeciendo el miedo para que se establezca el odio, frente a la desigualdad y el trato preferente a los “ricos”, sean blancos, negros o alienígenas, siempre que tengan dinero.