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El antiimperialismo ingenuo y el westsplaining que indignan a la Europa Central y Oriental
Llevo ya diez años viviendo en Barcelona y por primera vez tengo la impresión de estar en una burbuja alejada de la cruda realidad que viven en estos momentos mis seres queridos en mi Polonia natal y sobre todo en la vecina Ucrania. La diferencia entre la oleada de solidaridad que reciben los ucranianos allá y la distancia y neutralidad que se percibe aquí es algo que sorprende y decepciona también a mis amistades polacas y ucranianas que viven en España. Oímos y leemos en internet que la culpa de la invasión es de la OTAN, que no deberían haber provocado a Putin y no salimos del asombro ante este antiimperialismo ingenuo.
Es comprensible que la izquierda occidental no quiera estar identificada con el imperialismo occidental pero tampoco debería caer en la trampa de tolerar a otros imperialismos como el ruso. ¿Será aplicable la vieja máxima de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo? ¿O tal vez condenar la invasión a Ucrania se ha vuelto demasiado mainstream? Disculpen, pero no hay que buscarle la quinta pata al gato en este debate. La culpa de la invasión es únicamente de Putin y la cúpula de su gobierno. El déspota del Kremlin reconoció varias veces que no ve a Ucrania como una nación independiente y no tolerará sus intentos de integración en la Unión Europea o la OTAN. Estamos ante un imperialismo que nuestros países en Europa Central y Oriental conocen de cerca, a diferencia de España y otros países occidentales.
El lugar de la izquierda debería ser con los más vulnerables frente a cualquier abuso de poder pero por desgracia una parte de la izquierda occidental peca de ingenuidad y perpetua narrativas propias de la guerra fría. Autores y activistas tan influyentes como Noam Chomsky, Naomi Klein y Yannis Varoufakis han enfocado sus críticas en el expansionismo de la OTAN y el imperialismo de Estados Unidos, obviando la amenaza que supone el imperialismo ruso. Desde la izquierda de Polonia y otros países de la región las declaraciones de estos referentes intelectuales sobre la invasión de Ucrania nos suenan a traición. Varoufakis diciendo que Ucrania debería mantenerse neutral representa un vergonzoso westsplaining de los privilegiados que no tienen la amenaza en sus fronteras.
La propaganda del Kremlin que intenta presentar a Rusia como una fortaleza asediada por sus enemigos ha sido asumida como verdad por estos intelectuales que se limitan a proponer un acuerdo entre los imperios de Washington y Moscú por encima de nuestras cabezas. El discurso de la fortaleza asediada choca abiertamente con la realidad de una Rusia que intenta imponer su voluntad a los estados vecinos a base de constantes amenazas y chantajes, presumiendo de un ejército poderoso y moderno con armas nucleares a su disposición. La idea de apaciguamiento de Putin a costa de los países limítrofes de Rusia recuerda demasiado a los esfuerzos de Francia y Gran Bretaña con otro dictador para evitar la segunda guerra mundial a toda costa. Ya sabemos cómo acabó aquella estrategia...
Estos días la prensa de nuestra región de Europa estalló en indignación ante este tipo de discursos paternalistas que reducen a Ucrania a un estado-colchón sin que importara la voluntad y el derecho a la autodeterminación de los ucranianos. Parece que algunos no salen de la visión geopolítica del mundo dividido por Stalin y Roosevelt en Yalta en el 1945 pero tal vez deberían darse cuenta de que nuestros países llevan décadas como estados independientes y no tenemos por qué tolerar los chantajes del vecino más poderoso. Lo más decepcionante es no poder contar con nuestros teóricos aliados de la izquierda occidental para la defensa de nuestros intereses, amenazados por las ambiciones de Putin.
Hay que recordar que no fue la OTAN la que expandió al este, sino que han sido los gobiernos de varios estados de Europa Central, Oriental y de los Balcanes que han decidido entrar en la organización por voluntad propia. En Polonia, por ejemplo, hasta los partidos de izquierdas como Razem defienden esta alianza y no es precisamente por amor sino por necesidad. La pertenencia a la OTAN es vista como una garantía de seguridad para los países que comparten frontera con Rusia. Juzguen ustedes mismas si fue una decisión razonable viendo lo que está ocurriendo en Ucrania. No queremos ser peones en ningún juego entre imperios, sino que quieren decidir nuestro futuro libremente y sin miedo. De la misma manera no quieren que nadie interfiera en sus decisiones sobre las alianzas económicas y militares.
En cuanto a Putin, que sea un dictador imperialista es absolutamente obvio y defender sus intereses desde posiciones izquierdistas es una incongruencia muy grave. Putin lleva más de veinte años en el poder, ya sea como presidente o como primer ministro, elegido siempre en elecciones muy controvertidas, con la oposición política real aniquilada. No debemos olvidar a los numerosos periodistas, antifascistas, activistas LGTBI y políticos de oposición que han sido asesinados, amenazados de muerte o apalizados en la Rusia de Putin. Recordemos los medios de comunicación cerrados por las autoridades y los miles de manifestantes detenidos por protestar contra la invasión. Me pregunto si realmente ese es el lado que quieren defender los izquierdistas occidentales en su intento de combatir el imperialismo de Estados Unidos y Europa.
No deberíamos tener dudas frente a la siniestra amenaza que representa Putin no sólo para Europa Central y Oriental sino también para la paz y el bienestar en el mundo, incluyendo la propia Rusia. Necesitamos una conciencia antibélica y antiimperialista más transversal que no tolere las ambiciones de Putin en nombre de un mal entendido antiimperialismo occidental. Espero que la izquierda occidental finalmente reconozca la voluntad propia y los derechos de los pueblos de nuestra región, ya que estamos hartos de la amenaza imperialista en nuestras fronteras y de los discursos paternalistas de nuestros teóricos aliados occidentales.
Llevo ya diez años viviendo en Barcelona y por primera vez tengo la impresión de estar en una burbuja alejada de la cruda realidad que viven en estos momentos mis seres queridos en mi Polonia natal y sobre todo en la vecina Ucrania. La diferencia entre la oleada de solidaridad que reciben los ucranianos allá y la distancia y neutralidad que se percibe aquí es algo que sorprende y decepciona también a mis amistades polacas y ucranianas que viven en España. Oímos y leemos en internet que la culpa de la invasión es de la OTAN, que no deberían haber provocado a Putin y no salimos del asombro ante este antiimperialismo ingenuo.
Es comprensible que la izquierda occidental no quiera estar identificada con el imperialismo occidental pero tampoco debería caer en la trampa de tolerar a otros imperialismos como el ruso. ¿Será aplicable la vieja máxima de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo? ¿O tal vez condenar la invasión a Ucrania se ha vuelto demasiado mainstream? Disculpen, pero no hay que buscarle la quinta pata al gato en este debate. La culpa de la invasión es únicamente de Putin y la cúpula de su gobierno. El déspota del Kremlin reconoció varias veces que no ve a Ucrania como una nación independiente y no tolerará sus intentos de integración en la Unión Europea o la OTAN. Estamos ante un imperialismo que nuestros países en Europa Central y Oriental conocen de cerca, a diferencia de España y otros países occidentales.