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La cara del coronavirus

Alejandro de Gregorio-Rocasolano Jaumot

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La relajación sobre el coronavirus es una estupidez sublima. El amenazar con no apoyar la continuación del estado de emergencia, con sus pros y sus contras, una irresponsabilidad por las consecuencias que puede acarrear en todos los sentidos. El coronavirus no es una tontería. Quien ha podido ver la degradación física en 5 días de una persona no le desearía a nadie ese final, preguntad a los sanitarios que dicen “como se come a las personas”.

Según la OMS se llama pandemia a la propagación mundial de una nueva enfermedad; o Médicos sin Fronteras un brote epidémico afecta a regiones geográficas extensas (por ejemplo, varios continentes) se cataloga como pandemia

Las pandemias no entienden de política ni estadísticas.

Como todas, se solucionará a base de investigación, disciplina y sacrificio. Esas son las herramientas, no la lucha electoral que vemos aquí y en otros países. Especular a través de estadísticas es absurdo y totalmente infructuoso.

Cada vez que después de una rueda de prensa del gobierno central veo la inmediata convocada por gobiernos autonómicos para criticarla me parece vivir en el mundo del absurdo absoluto, que causa efecto buscan que pueda beneficiar a la ciudadanía como concepto no como militante de sus ideas. Pagamos una cantidad de políticos cuyo trabajo es gestionar en sus ámbitos y zonas geográficas las decisiones provocadas por el estado de emergencia que interpretan este trabajo, en primer término como una necesidad inmediata de criticar las resoluciones tomadas cuestionando en ocasiones su implementación generando climas de desconfianza.

Por desgracia dentro del sistema político y económico que vivimos, democracias parlamentaria-neocapitalista, la opción legal que tenemos de activar toda una serie de medidas es a través del estado de emergencia dirigido desde el gobierno central. Cuando pase todo esto algunos más se plantearan que este modelo es inútil y entre muchos intentaremos que cambie, mientras lo que hay que hacer arrimar el hombro para que fallezcan el mínimo de personas posibles, que el virus sea una anécdota en nuestras vidas cotidianas y una triste historia para tenerla en cuenta en el futuro

Cuando todos estos políticos y partidos básicamente nacionalistas tanto estales como de nacionalidades históricas que con sus amenazas exigen o pueden provocar que desaparezca el estado de emergencia, no explican que supone suprimir todas las medidas económicas y sociales que excepcionales que cuelgan del mismo.

Todo porque nadie quiere perder su parcela de poder, que simple es el ser humano, impotentes reinos de taifas en las circunstancias que nos encontramos.

Alguien decía que a la democracia parlamentaria que rige actualmente el mundo de forma destructiva lo que hacen falta son más estadista y menos estadísticas, lo que hace falta es gente que piense en todos y no en unos cuantos.

No escribo esto para recibir lagrimitas, ni nada por el estilo, escribo para remover conciencias, que la gente se acuerde de las degradaciones próximas que han vivido y han finalizado en el fallecimiento de una persona próxima querida. Es la manera de ser conscientes de lo que estamos hablando esa es la cara final del coronavirus que puede llegar a cualquier sitio a cualquier puerta por la estupidez o irresponsabilidad de algunos.

La relajación sobre el coronavirus es una estupidez sublima. El amenazar con no apoyar la continuación del estado de emergencia, con sus pros y sus contras, una irresponsabilidad por las consecuencias que puede acarrear en todos los sentidos. El coronavirus no es una tontería. Quien ha podido ver la degradación física en 5 días de una persona no le desearía a nadie ese final, preguntad a los sanitarios que dicen “como se come a las personas”.

Según la OMS se llama pandemia a la propagación mundial de una nueva enfermedad; o Médicos sin Fronteras un brote epidémico afecta a regiones geográficas extensas (por ejemplo, varios continentes) se cataloga como pandemia