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Una constitución ideológica

Alejandro Rocasolano

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La frase de Díaz Ayuso sobre el Mobile, “a por él”, rectificada posteriormente, entra dentro ese patriotismo tergiversado del nacionalismo español franquista donde se comparten frases o expresiones como: “arriba España” o el “a por ellos” (los enemigos), políticamente o policialmente hablando a los que hay que derribar. O el miedo a los “rojos”, fomentado por el nacional-catolicismo, ya insinuado o en boca de algunos obispos.

Una expresión de adoctrinamiento sobre algo desconocido, de un episodio de “peligro” del pasado, repetido durante generaciones ligado al “una, grande y libre” a la que se le han añadido por impotencia a los independentistas y nacionalistas de las diferentes culturas del estado, definiendo de esta manera los demonios contra los que hay que luchar.

Este órdago de Díaz Ayuso llevaba consigo un entuerto dirigido a todos los ciudadanos de Catalunya, demuestra la confusión de quien se dice patriota para justificar el derecho, que se cree poseer al tener fe en el nacionalismo español, de poder perjudicar a los que considera ateos a su doctrina: todo aquel que desee modificar y modernizar el modelo de estado de forma sustancial.

La permisibilidad de todas estas palabras y frases actualmente se encuentra apoyada por el blindaje de la Constitución. Una Constitución rígida protegida a base de judicializar cualquier regla política infringida, lo que conlleva la pérdida de capacidad de los ciudadanos respecto a sus derechos individuales y a la vez arrastra al poder judicial a un protagonismo político de primer orden. Que lo aleja de su independencia como encargado de la garantía de los derechos de los individuos.

La frase de Díaz Ayuso corta, breve, falta de ética y moral es un agravio a los ciudadanos de Catalunya por parte de un importante dirigente político del estado. Pero no nos engañemos entra en la estrategia de la derecha y extrema derecha para paralizar todo lo que puedan al nuevo gobierno: hacerse dueños y garantes de la Constitución.

Convertir la Constitución actual en una ideología o un tótem es el camino elegido para luchar contra los que cuestionan el modelo de estado o no se sienten identificados con el mismo. Para ellos intentan conseguir hacer prevalecer una Constitución ahora sectaria redactada a la medida de hace 42 años que debería evolucionar de una vez para ser la todo un pueblo y en cambio la han convertido en la de “el pueblo” que piensa como ellos vaya poco menos que en un su programa político.

El blocaje de las normas del 78, su nivel de exigencia para modificarla impide establecer debates serios cuando el consenso de varias minorías más la izquierda se desvía claramente de las líneas marcadas en el 78 (en temas como república, estado multinacional, independencia poder judicial, ley de electoral...), ese nacional-constitucionalismo lo único que consigue es que los ciudadanos que no entran en su “horquilla” ideológica perciban la constitución como un imposición de los que confunden patria con nación, provocando relaciones de tensión entre individuos y grupos reformistas con el estado, ya que se sienten indefensos por unas normas rígidas que son solo garantistas para unos.

El actual tratamiento de la constitución por parte de un sector de la sociedad junto con la intervención de sectores del poder judicial la hace mostrarse al resto de la sociedad como un texto monolítico, excluyente que no permite el pluralismo ni la alternativa, provocando la perdida de empatía hacia la idea de estado.

Por eso, la única manera de restablecer un equilibrio de las libertades pasa por constitucionalizar para todas las ideologías mayorías y minorías. Sobresaltar dentro del texto la ética, garantizar constitucionalmente al mismo nivel los derechos civiles, políticos y sociales, establecer la realidad histórica multinacional-cultural del territorio reconociendo la variedad lingüística como una de las virtudes y peculiaridades del estado, reformar la justicia para que se garantice su independencia o cambiar la ley electoral.

En definitiva todo lo que permitiría a los individuos desarrollar sus derechos individuales dentro de un estado. Las constituciones no pueden ser corsés del pasado, deben ser marcos de convivencia y debate no de instrumentalización partidista.

La frase de Díaz Ayuso sobre el Mobile, “a por él”, rectificada posteriormente, entra dentro ese patriotismo tergiversado del nacionalismo español franquista donde se comparten frases o expresiones como: “arriba España” o el “a por ellos” (los enemigos), políticamente o policialmente hablando a los que hay que derribar. O el miedo a los “rojos”, fomentado por el nacional-catolicismo, ya insinuado o en boca de algunos obispos.

Una expresión de adoctrinamiento sobre algo desconocido, de un episodio de “peligro” del pasado, repetido durante generaciones ligado al “una, grande y libre” a la que se le han añadido por impotencia a los independentistas y nacionalistas de las diferentes culturas del estado, definiendo de esta manera los demonios contra los que hay que luchar.