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Coreografía en torno a una pelota

Carlos Martín Gaebler

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En los últimos años, quien esto firma se ha convertido en una pelotazale, un apasionado aficionado a la pelota vasca, un activo fundamental de la cultura de Euskadi, que es tanto una disciplina deportiva como, si se quiere, una coreografía atlética.

El golpeo de la pelota genera espectaculares posturas aerodinámicas que semejan a las adoptadas por bailarines de danza contemporánea o del llamado teatro físico. El contacto violento de la mano con la bola tras armar el brazo les hace a veces gravitar unos segundos sobre la cancha, cual danzarín dando una pirueta sobre el escenario. Parte de esta coreografía sobrevenida es también el movimiento reflejo de desplazarse ligeramente sobre la cancha para evitar obstaculizar la pegada del rival. En general, los jugadores se conducen con elegancia y ligereza, haciendo parecer fáciles golpes que demandan fuerza y concentración, como cuando un gran tenista golpea un derechazo ganador, o como hacen los bailarines de una compañía para crear belleza aerodinámica.

Desde pequeños, muchos niños vascos se crían observando este deporte en sus pueblos, practicándolo con pasión, socializando con sus compañeros de generación en euskera, adquiriendo valores, y haciendo país desde la adolescencia. A presenciar una partida de pelota vasca acude un público respetuoso y entendido que me recuerda al de otro templo, verde también, del deporte mundial, la pista central de Wimbledon. Este jamás menciona a la madre de alguno de los contendientes, ni se oye nunca un insulto desde la grada.

Este deporte, unique in the World, como reza el eslogan internacional del Athletic Club, se nutre de pelotaris profesionales venidos principalmente de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Navarra y La Rioja, que juegan en distintos frontones norteños. [Eskerrik asko, youtuberos, por subir vídeos de partidos completos a la red, lo que nos permite disfrutar de la pelota vasca desde cualquier lugar del Estado.]

Ajenos por completo al postureo y a la coquetería que caracteriza a tantos futbolistas, los pelotaris son sobrios y elegantes en su equipamiento, que recuerda (pantalones largos blancos) al de los primeros tenistas, ocasionalmente un aro en la oreja como único adorno. Igualmente se conducen con nobleza ante el adversario, al que saludan y abrazan tras alcanzar los soñados 22 puntos. ¿Podría ser la pelota vasca un deporte de la nueva masculinidad?

En los últimos años, quien esto firma se ha convertido en una pelotazale, un apasionado aficionado a la pelota vasca, un activo fundamental de la cultura de Euskadi, que es tanto una disciplina deportiva como, si se quiere, una coreografía atlética.

El golpeo de la pelota genera espectaculares posturas aerodinámicas que semejan a las adoptadas por bailarines de danza contemporánea o del llamado teatro físico. El contacto violento de la mano con la bola tras armar el brazo les hace a veces gravitar unos segundos sobre la cancha, cual danzarín dando una pirueta sobre el escenario. Parte de esta coreografía sobrevenida es también el movimiento reflejo de desplazarse ligeramente sobre la cancha para evitar obstaculizar la pegada del rival. En general, los jugadores se conducen con elegancia y ligereza, haciendo parecer fáciles golpes que demandan fuerza y concentración, como cuando un gran tenista golpea un derechazo ganador, o como hacen los bailarines de una compañía para crear belleza aerodinámica.