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Algunos desmanes vigentes en la creciente anomia social
Estamos llenando las ciudades de perros, dejando solos a los ancianos y olvidándonos de tener niños. Las parejas heteros no quieren saber nada de la soledad cotidiana del progenitor viudo o viuda. Tienen más en cuenta la posible soledad de sus mascotas. Estamos llenando las viviendas con perros , con lo que tiene de disminución del nivel de higiene familiar y social. Móviles y perros forman parte del visionado diario de las calles de nuestras ciudades. Móviles adictivamente usados y perros con los que paliar el sufrimiento de nuestros traumas personales. Los escasos metros cuadrados de jardines son convertidos en el defecadero diario de sus amadas mascotas. Hay, incluso, los que defienden el derecho de los dueños a no limpiar las heces de su animal preferido. Con el tiempo, acabarán reclamando el derecho de sus animalitos urbanos a la operaciones quirúrgicas gratuitas, pues para algo pagan como ciudadanos sus impuestos... El posible miedo de algunos de nosotros a compartir el ascensor de la vivienda con ciertas razas caninas es, para sus amables dueños, una paranoia tratable por el psicólogo de turno. Sus narices yendo a oler nuestras partes íntimas, para reconocernos obviamente, no deja de ser una nimiedad que hace gracia a sus protectores. Algo que, lógicamente, se permite a los canes y en modo alguno a los seres humanos. Y no digamos nada de los micciones ácidas de las esquinas negras de nuestras ciudades... Sólo ellos tienen derecho a mear en la via pública. Sólo ellos. Sus orines no son escandalosos como los nuestros. Sólo son orines perrunos.
Móviles como compañeros-pantallas del caminar por la calle, perros al lado, y una sensación personal de estar viendo seres humanos convertidos en auténticos zombis humanos...Esta visión dolorosa es la que estamos creando a mansalva por las ciudades. Al pueblo no se le ha preguntado sobre la posible influencia negativa de las tecnologías mal llamadas de la comunicación. Al pueblo, como a un niño, se le socializa en la estupidez humana postmoderna y aquí no ha pasado nada. Los jóvenes ya no hablan con los amigos reales, sino que confraternizan con los amigos virtuales, a los que llaman, también, sus amigos... ¿Quién ha dado permiso, o qué debate público se ha llevado a cabo, sobre la introducción, nada neutra, de estas nuevas tecnologías, posiblemente perversas, de las relaciones humanas?... El capital hace lo que quiere con la población humana. Transforma sus relaciones íntimas al albur de sus intereses económicos y politicos. Y así nos va. El libro desaparece del entorno público, y el móvil, casi nunca utilizado como libro, sustituye al posible desarrollo educativo de la lectura como fuente de formación conceptual. Ver, ver desde los prejuicios y mitos personales, se impone frente a la lectura comprensiva y crítica con lo dado. Ver lo tenemos en común con los animales, pensar conceptualmente es propio de nuestra especie. Vamos, con el simple ver, para atrás. Y, por cierto, si no llevas perro y móvil al andar por la ciudad te has convertido ya en un pobre marciano urbanita. Un ser ya extraño. La misma policía, por la noche, si te ve paseando solo, sin perro, te imagina más fácilmente, un posible delincuente: sacar a pasear un perro es más natural que pasear solo. A esta estupidez social hemos arribado. Cada vez más idiotas en el viejo sentido etimológico del término. Cada vez más egoístas y pobremente hedonistas. Cada vez menos humanos.
Estamos llenando las ciudades de perros, dejando solos a los ancianos y olvidándonos de tener niños. Las parejas heteros no quieren saber nada de la soledad cotidiana del progenitor viudo o viuda. Tienen más en cuenta la posible soledad de sus mascotas. Estamos llenando las viviendas con perros , con lo que tiene de disminución del nivel de higiene familiar y social. Móviles y perros forman parte del visionado diario de las calles de nuestras ciudades. Móviles adictivamente usados y perros con los que paliar el sufrimiento de nuestros traumas personales. Los escasos metros cuadrados de jardines son convertidos en el defecadero diario de sus amadas mascotas. Hay, incluso, los que defienden el derecho de los dueños a no limpiar las heces de su animal preferido. Con el tiempo, acabarán reclamando el derecho de sus animalitos urbanos a la operaciones quirúrgicas gratuitas, pues para algo pagan como ciudadanos sus impuestos... El posible miedo de algunos de nosotros a compartir el ascensor de la vivienda con ciertas razas caninas es, para sus amables dueños, una paranoia tratable por el psicólogo de turno. Sus narices yendo a oler nuestras partes íntimas, para reconocernos obviamente, no deja de ser una nimiedad que hace gracia a sus protectores. Algo que, lógicamente, se permite a los canes y en modo alguno a los seres humanos. Y no digamos nada de los micciones ácidas de las esquinas negras de nuestras ciudades... Sólo ellos tienen derecho a mear en la via pública. Sólo ellos. Sus orines no son escandalosos como los nuestros. Sólo son orines perrunos.
Móviles como compañeros-pantallas del caminar por la calle, perros al lado, y una sensación personal de estar viendo seres humanos convertidos en auténticos zombis humanos...Esta visión dolorosa es la que estamos creando a mansalva por las ciudades. Al pueblo no se le ha preguntado sobre la posible influencia negativa de las tecnologías mal llamadas de la comunicación. Al pueblo, como a un niño, se le socializa en la estupidez humana postmoderna y aquí no ha pasado nada. Los jóvenes ya no hablan con los amigos reales, sino que confraternizan con los amigos virtuales, a los que llaman, también, sus amigos... ¿Quién ha dado permiso, o qué debate público se ha llevado a cabo, sobre la introducción, nada neutra, de estas nuevas tecnologías, posiblemente perversas, de las relaciones humanas?... El capital hace lo que quiere con la población humana. Transforma sus relaciones íntimas al albur de sus intereses económicos y politicos. Y así nos va. El libro desaparece del entorno público, y el móvil, casi nunca utilizado como libro, sustituye al posible desarrollo educativo de la lectura como fuente de formación conceptual. Ver, ver desde los prejuicios y mitos personales, se impone frente a la lectura comprensiva y crítica con lo dado. Ver lo tenemos en común con los animales, pensar conceptualmente es propio de nuestra especie. Vamos, con el simple ver, para atrás. Y, por cierto, si no llevas perro y móvil al andar por la ciudad te has convertido ya en un pobre marciano urbanita. Un ser ya extraño. La misma policía, por la noche, si te ve paseando solo, sin perro, te imagina más fácilmente, un posible delincuente: sacar a pasear un perro es más natural que pasear solo. A esta estupidez social hemos arribado. Cada vez más idiotas en el viejo sentido etimológico del término. Cada vez más egoístas y pobremente hedonistas. Cada vez menos humanos.