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Dislates sin límite

Antonio García Gómez

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Y que venga dios y lo vea, lo apruebe o lo decida, desde cuando se hacían rogativas para que intercediera el buen dios de la lluvia, Manitú y cía, hasta los tiempos actuales en los que ni los más creyentes moverán un dedo para lograr esa intermediación. Y es que hemos llegado a un punto que ni siquiera los obispos llaman a la oración para algo tan terrenal como rogar por la lluvia salvadora.

Mientras los pozos van secándose y nadie se da por autoalertado, unos más que otros en cualquier caso, hasta conseguir desertizar la tierra de nuestros mayores, pues los pozos irán secándose, antes que tarde.

Tomelloso, en el centro peninsular, poblachón manchego, parece optar a mostrarse como el pueblo más seco del país, porque ostenta la circunstancia de que es donde menos ha llovido desde el inicio de 2023, y eso es que tal municipio está libre de cualquier sospecha maliciosa de amiguismo o chufla partidista, por mucho que se quiera obviar que ciertas libertades van tomándose por algunos “mansos gerifaltes”, en medio de sonrisas beatíficas en esta España sedienta de nuestros desvelos, como sucede con el inefable presidente andaluz que quiere legalizar lo ilegal, léanse acuíferos que van sosteniendo apenas lo que queda del remanso natural de Doñana, pulmón europeo, reserva del medio ambiente para cuando sea preciso, en una agonía imparable, como sucede ahora mismo, a costa de ir cargándose lo poco que quede de elemento líquido, en contra de la ciencia y la evidencia, y de paso, y principalmente, para intentar torpedear al propio gobierno central, para que se erosione en medio de la penuria climática, a cuenta de hacer daño y mostrar la deslealtad más absoluta.

Tanto o más como para irse, comisión mediante con el Consejero de agricultura andaluz al frente, a Europa a explicar al Consejero, en este caso, europeo y del ramo “su plan”, el mismo que pretende ahondar en la sequía, tal vez, irrecuperable, a sabiendas, seguramente, insuperable, como para haberse enfadado y muy mucho por la respuesta recibida, al cabo de dos horas, para advertir a los emisarios andaluces de que España se arriesgaría a sufrir fuertes multas si insisten en esa deriva, para enfadar a la misma lideresa eurodiputada pepera, la meritoria Dolors Monserrat, nadie sabe en virtud de y por qué, para que corriese a protestar de palabra, no tanto ya por el fondo de la respuesta, no se trató ya el asunto, a quién le interesa eso ya, si no por las formas tan raudas, siendo del mismo partido conservador, los unos, europeos, los otros, castizos y patrios, como para culminar con el estrambote de que, al cabo, la advertencia se le hacía al propio gobierno de España, terminando por afirmar con maliciosa advertencia de que ahora deberá mover ficha… ese denostado y propio gobierno español. Valientes desahogados, tiralevitas de los suyo.

Los mismos que, ahora mismo, tras haberse opuesto, la derecha en bloque, a la aprobación de una originaria Ley de la vivienda, se resuma todo el problema alarmando a la población, siendo capaces y mendaces de asegurar que ahora España vaya a ser el paraíso de las “okupaciones”, y se quedan ten frescos como que continúan siendo irresponsables y desleales a toda máquina, queriendo poner en primer lugar un problema que, el año pasado, se retrajo hasta un 11% de menos incidencia. Pero da igual, si meter miedo les permitirá creer que les será rentable. Asegurándose que la propiedad privada sea intocable, sobre todo para quienes posean cinco o más viviendas a su nombre, tal vez para poder ver espectáculos como el de la dueña de un gran edificio que ha transformado sus 100 viviendas propias, en Barcelona, en “pisos turísticos”. Mientras que otro gran propietario, esta vez en Madrid, pretende subir a sus más de 145 inquilinos que terminan contrato más de un 50% de su importe. La propiedad es sagrada, suculenta e inmune a la moralidad.

Porque, en realidad, les importa un pito lo que haya de sufrir los inquilinos supervivientes en este mundo, en esta civilización, donde la desigualdad forma parte del enriquecimiento imparable de unos cuantos. ¡Artistas de lo suyo, implacables, codiciosos!

Lástima que no se trate todo de una macabra comedia.

Y que venga dios y lo vea, lo apruebe o lo decida, desde cuando se hacían rogativas para que intercediera el buen dios de la lluvia, Manitú y cía, hasta los tiempos actuales en los que ni los más creyentes moverán un dedo para lograr esa intermediación. Y es que hemos llegado a un punto que ni siquiera los obispos llaman a la oración para algo tan terrenal como rogar por la lluvia salvadora.

Mientras los pozos van secándose y nadie se da por autoalertado, unos más que otros en cualquier caso, hasta conseguir desertizar la tierra de nuestros mayores, pues los pozos irán secándose, antes que tarde.