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Embaucadores y embaucados
Vivimos tiempos de inquietante confusión. Parece como si la necedad se hubiera tornado en un virus extremadamente contagioso que se propaga con rapidez entre mentes carentes de sensatez y criterio. La extrema derecha, consciente de esta pandemia de estupidez e inmunodeficiencia, encuentra el campo abonado para avanzar en su cruzada para subvertir los valores éticos y democráticos. De manera que, cada vez más gobernantes malvados y tarados acceden al poder con el beneplácito democrático de una miríada de desubicados.
Podemos convenir que la democracia es el sistema político menos malo de los existentes, pero no exento de riesgos. Y uno de esos riesgos es que en democracia tienen cabida ideologías que pueden destruirla desde dentro, sirviéndose de ella para llegar al poder y convertirla en tiranía. Ahora bien, para que el tirano llegue al poder valiéndose de la democracia no solo es mérito del embaucador, sino de los embaucados que son capaces de votar contra sus intereses. En la antigua Grecia los ciudadanos que no participaban de los asuntos públicos se les denominaba idiotas; pero, en la actualidad, ¿cómo deberíamos llamar a los votantes que sí participan apasionadamente para aupar a indeseables al poder?
Vivimos tiempos de inquietante confusión. Parece como si la necedad se hubiera tornado en un virus extremadamente contagioso que se propaga con rapidez entre mentes carentes de sensatez y criterio. La extrema derecha, consciente de esta pandemia de estupidez e inmunodeficiencia, encuentra el campo abonado para avanzar en su cruzada para subvertir los valores éticos y democráticos. De manera que, cada vez más gobernantes malvados y tarados acceden al poder con el beneplácito democrático de una miríada de desubicados.
Podemos convenir que la democracia es el sistema político menos malo de los existentes, pero no exento de riesgos. Y uno de esos riesgos es que en democracia tienen cabida ideologías que pueden destruirla desde dentro, sirviéndose de ella para llegar al poder y convertirla en tiranía. Ahora bien, para que el tirano llegue al poder valiéndose de la democracia no solo es mérito del embaucador, sino de los embaucados que son capaces de votar contra sus intereses. En la antigua Grecia los ciudadanos que no participaban de los asuntos públicos se les denominaba idiotas; pero, en la actualidad, ¿cómo deberíamos llamar a los votantes que sí participan apasionadamente para aupar a indeseables al poder?