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¿Otro error de Pablo Iglesias? Y van...
Que nadie se engañe. Detrás de la situación actual de Podemos, en el marco de la estrategia a la izquierda del Psoe para las elecciones generales, está el cesarismo de Pablo Iglesias y la obsesión por la supervivencia de su estrategia de imponer debates meramente nominalistas. Acantonarse detrás de propuestas retóricas y repetir los peores errores históricos de la izquierda española: aburrir a los ciudadanos con tacticismos esterilizantes y desmovilizadores, con argumentos dirigidos exclusivamente a espolear a los propios seguidores. Pero ahí no se gana nada; ahí se pierde la única opción, para la izquierda, de seguir en el gobierno del Estado en 2024. Y esta crítica al ex-lider no va de ningunear a la actual dirección de Podemos; simplemente, yo no he escuchado a sus actuales dirigentes más que una repetición de lo que el ex-líder opina cada vez que se encuentra delante de un micrófono, que es cada día. Si los maitines del PP, donde se reparte el argumentario que luego sus voceros repiten como papagayos resulta empalagante, algo parecido comienza a ocurrir con las declaraciones de los dirigentes actuales de Podemos. ¿Jarrón chino o espada de Damocles? Pablo Iglesias, en todo caso, ha acreditado que hace mucho tiempo que dejó de sumar votos en las elecciones para pasar a convertirse en un eficaz movilizador del electorado más retrógrado.
Primero dilapidó su capital inicial logrando convertirse en el político en activo que provocaba mayor rechazo en los votantes; luego cometió el error de creerse imprescindible -salvador- para echar del poder a la derecha en la Comunidad de Madrid, consiguiendo una mayor movilización de la derecha ayusista; ahora día sí y día no pone zancadillas en el único proyecto ilusionante (¿o hay otro?) que necesita cuajar antes de las elecciones generales si la izquierda quiere tener opción de seguir manteniendo una mayoría en el congreso y el gobierno de la nación. Si eso no ocurre, no será por la acción del cada día más errático y torpe Feijóo sino por el empecinamiento de una organización (Podemos) en imponer al resto de organizaciones que se aglutinan en torno a Sumar su estrategia particular. No hemos escuchado a ninguno de los colectivos que se aglutinan en torno a Sumar poner dificultades o condiciones a la incorporación de Podemos ni a tener en cuenta sus aportaciones, ni su lugar en las listas que se acuerde entre todos y se sometan a primarias ¿A qué esperan entonces para subirse al carro y comenzar a poner ideas sobre la mesa en condiciones de igualdad?
Como otros muchos ciudadanos de izquierdas, desencantados con la situación política española en 2011, viví con ilusión y esperanza la articulación del movimiento 15-M en una organización política ilusionante que se planteaba llegar a las instituciones para hacer otra política; el primer gobierno de coalición progresista ha sido una experiencia que hay que valorar como muy positiva en un contexto muy difícil, pero que puede desembocar pronto en un gobierno PP-Vox que borre los avances de estos cuatro años. Esa es la única y tozuda realidad y, quien es protagonista, tiene que asumir su responsabilidad y saber estar a la altura.
Que nadie se engañe. Detrás de la situación actual de Podemos, en el marco de la estrategia a la izquierda del Psoe para las elecciones generales, está el cesarismo de Pablo Iglesias y la obsesión por la supervivencia de su estrategia de imponer debates meramente nominalistas. Acantonarse detrás de propuestas retóricas y repetir los peores errores históricos de la izquierda española: aburrir a los ciudadanos con tacticismos esterilizantes y desmovilizadores, con argumentos dirigidos exclusivamente a espolear a los propios seguidores. Pero ahí no se gana nada; ahí se pierde la única opción, para la izquierda, de seguir en el gobierno del Estado en 2024. Y esta crítica al ex-lider no va de ningunear a la actual dirección de Podemos; simplemente, yo no he escuchado a sus actuales dirigentes más que una repetición de lo que el ex-líder opina cada vez que se encuentra delante de un micrófono, que es cada día. Si los maitines del PP, donde se reparte el argumentario que luego sus voceros repiten como papagayos resulta empalagante, algo parecido comienza a ocurrir con las declaraciones de los dirigentes actuales de Podemos. ¿Jarrón chino o espada de Damocles? Pablo Iglesias, en todo caso, ha acreditado que hace mucho tiempo que dejó de sumar votos en las elecciones para pasar a convertirse en un eficaz movilizador del electorado más retrógrado.
Primero dilapidó su capital inicial logrando convertirse en el político en activo que provocaba mayor rechazo en los votantes; luego cometió el error de creerse imprescindible -salvador- para echar del poder a la derecha en la Comunidad de Madrid, consiguiendo una mayor movilización de la derecha ayusista; ahora día sí y día no pone zancadillas en el único proyecto ilusionante (¿o hay otro?) que necesita cuajar antes de las elecciones generales si la izquierda quiere tener opción de seguir manteniendo una mayoría en el congreso y el gobierno de la nación. Si eso no ocurre, no será por la acción del cada día más errático y torpe Feijóo sino por el empecinamiento de una organización (Podemos) en imponer al resto de organizaciones que se aglutinan en torno a Sumar su estrategia particular. No hemos escuchado a ninguno de los colectivos que se aglutinan en torno a Sumar poner dificultades o condiciones a la incorporación de Podemos ni a tener en cuenta sus aportaciones, ni su lugar en las listas que se acuerde entre todos y se sometan a primarias ¿A qué esperan entonces para subirse al carro y comenzar a poner ideas sobre la mesa en condiciones de igualdad?