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La imbecilidad y el simplismo
Hay una enorme cantidad de artículos sobre la “guerra de Israel contra Hamas”. Al principio de la guerra en curso, el reduccionismo por parte de los medios de comunicación está justificado. La prensa escrita y audiovisual tienen un número limitado de palabras para hacer un titular y no es menos limitado el espacio que se puede destinar al desarrollo de la noticia.
Dicho esto, mucha tinta y mucha saliva se han gastado desde el ataque de Hamás sobre suelo israelí. Ha habido espacio informativo de sobra para analizar en profundidad y entrar en sutilezas que permitan a los políticos y a los ciudadanos tener elementos de juicio para posicionarse del lado de la legalidad y del respeto a las normas que las naciones civilizadas han establecido para la conducta de hostilidades; empezando por el preámbulo de la Carta de Naciones Unidas hasta los últimos acuerdos internacionales firmados en la creación del Estatuto de Roma, el Derecho de Ginebra y el Derecho de la Haya.
Para quienes no conocen cada uno de ellos, es interesante detallar un poco. Utilicemos un orden arbitrario, pero lógico.
El preámbulo de la Carta de Naciones Unidas prohíbe la guerra, punto. A lo largo de los artículos de la Carta, se afina más y se regula en qué condiciones la guerra está justificada. Básicamente se justifica en dos casos, en el caso de la respuesta a un ataque, el cacareado derecho a la legítima defensa de los autodenominados partidarios de Israel, y la supresión del peligro en el caso de una nación que desestabiliza la región.
Como se ha dicho hasta la saciedad, la legítima defensa no justifica los ataques de Israel tal como se están planeando y ejecutando. En cuanto a desestabilizar la región, Israel lleva años desestabilizándola con sus constantes violaciones del Derecho Internacional Humanitario o Derecho de Ginebra, violaciones del Derecho de la Haya con el uso de armas químicas y la negativa a reconocer y aplicar las resoluciones de Naciones Unidas respecto a la ocupación ilegal de territorio palestino.
La conducta de hostilidades por parte de Israel no solo es criminal en el más amplio sentido de la palabra, cosa que debería activar de una vez por todas al Tribunal Penal Internacional llevando a juicio a los dirigentes israelíes que están dando las órdenes de conducir un genocidio en toda regla, también es ilegal ya que sus ataques no se reducen a Hamas sino que atacan toda Palestina como nación como demuestran la falta de distinción entre gazatíes frente a portadores de armas y el desbordamiento de sus acciones militares al territorio de Cisjordania.
La guerra actual no es “simplemente” una guerra Israel-Hamas. Es una guerra entre Israel y Palestina que no está justificada por los ataques terroristas de Hamas. Si fuera un conflicto armado contra Hamas, no se trataría de un conflicto interno ni un conflicto internacional, sería un conflicto no internacional internacionalizado. Este último concepto no vale la pena ser desarrollado porque a estas alturas podemos descartar ya su aplicación en este contexto.
No todos los israelíes están a favor de la guerra con Palestina, no todos los judíos están involucrados en este conflicto armado, nadie culpa a Israel como nación, aunque parezca lo contrario. Se culpa a los asesinos genocidas que están en el gobierno y las fuerzas armadas de Israel, con nombre y apellidos puesto que los crímenes de guerra no son realizados por un Estado o una nación, sino ordenados y ejecutados por individuos concretos.
Es estupidez, manipulación y mala fe pretender que aquellos que apoyamos a Palestina estamos en contra de Israel. Estamos en contra de la impunidad de los criminales y a favor del imperio de la ley en toda su extensión. Hay partidarios de la creación y la consolidación del Estado de Israel que están en contra de los crímenes de guerra y de lesa humanidad, exactamente como deberían estar todos los gobiernos de naciones pertenecientes a la ONU y los partidos políticos de izquierdas, derechas, verdes y de cualquier opción política mínimamente decente.
Es absurdo, corto de miras y de una inteligencia muy limitada posicionar a los defensores del Derecho Internacional en el campo de los que están contra Israel o apoyan los ataques de Hamas o Hizbollah contra los civiles israelíes. Medios de comunicación, políticos, expertos y opinión pública disponemos de suficiente información para no caer en la imbecilidad y el simplismo.
Hay una enorme cantidad de artículos sobre la “guerra de Israel contra Hamas”. Al principio de la guerra en curso, el reduccionismo por parte de los medios de comunicación está justificado. La prensa escrita y audiovisual tienen un número limitado de palabras para hacer un titular y no es menos limitado el espacio que se puede destinar al desarrollo de la noticia.
Dicho esto, mucha tinta y mucha saliva se han gastado desde el ataque de Hamás sobre suelo israelí. Ha habido espacio informativo de sobra para analizar en profundidad y entrar en sutilezas que permitan a los políticos y a los ciudadanos tener elementos de juicio para posicionarse del lado de la legalidad y del respeto a las normas que las naciones civilizadas han establecido para la conducta de hostilidades; empezando por el preámbulo de la Carta de Naciones Unidas hasta los últimos acuerdos internacionales firmados en la creación del Estatuto de Roma, el Derecho de Ginebra y el Derecho de la Haya.