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Querid@ profe
¡Cómo me gusta el profe que nos ha tocado para este curso! Me refiero a Manuel Castells, que este año nos va a dar clases de Universidades. Ha caído en mis manos como por casualidad un artículo que escribió en el año 2000 (que publicó El País el 3 de enero), que creo digno de relectura. En él resalta las contradicciones sociales que llevaron a las revueltas de Seattle, ciudad donde se había celebrado el noviembre anterior la Cumbre de la OMC (Organización Mundial del Comercio). Revueltas que la prensa resaltó como las más importantes en USA desde las habidas en los años 60 contra la guerra del Vietnam. 1960-2000, cuarenta años que bien merece la pena analizar para estudiar los desequilibrios que vienen marcando el arranque del nuevo milenio.
Es de esos artículos lúcidos en que no se sabe muy bien si lo que narra es así de claro porque responde a la realidad, o si la realidad compleja resulta así de clara por lo bien que se narra: la protesta es contra la “globalización sin representación”, porque el desarrollo sólo está regido por los mecanismos del mercado que busca desmontar los mecanismos de control, sin tener en cuenta la conservación del planeta o el sentido de la vida. Y es que la globalización sólo es posible si se tiene en cuenta, también, a las tortugas que nos enseñan que “ir despacio alarga la existencia”. La globalización, dice el profesor Castells, “será democrática, informada y controlada por la gente o no será”.
Resulta esperanzador comprobar que un buen razonamiento hecho hace 20 años no pierde vigencia con el tiempo, y apunta tan certeramente al núcleo del problema, que seguimos en la senda de la resolución del mismo. Buscando mecanismos por los que incorporar al debate social la voz de todos los implicados (tortugas incluidas) y la forma de evitar que los intereses creados de los pijos de Serrano (pelayos equinos que llama Malvar) den al traste con la construcción del nuevo mundo.
¡Cómo me gusta el profe que nos ha tocado para este curso! Me refiero a Manuel Castells, que este año nos va a dar clases de Universidades. Ha caído en mis manos como por casualidad un artículo que escribió en el año 2000 (que publicó El País el 3 de enero), que creo digno de relectura. En él resalta las contradicciones sociales que llevaron a las revueltas de Seattle, ciudad donde se había celebrado el noviembre anterior la Cumbre de la OMC (Organización Mundial del Comercio). Revueltas que la prensa resaltó como las más importantes en USA desde las habidas en los años 60 contra la guerra del Vietnam. 1960-2000, cuarenta años que bien merece la pena analizar para estudiar los desequilibrios que vienen marcando el arranque del nuevo milenio.
Es de esos artículos lúcidos en que no se sabe muy bien si lo que narra es así de claro porque responde a la realidad, o si la realidad compleja resulta así de clara por lo bien que se narra: la protesta es contra la “globalización sin representación”, porque el desarrollo sólo está regido por los mecanismos del mercado que busca desmontar los mecanismos de control, sin tener en cuenta la conservación del planeta o el sentido de la vida. Y es que la globalización sólo es posible si se tiene en cuenta, también, a las tortugas que nos enseñan que “ir despacio alarga la existencia”. La globalización, dice el profesor Castells, “será democrática, informada y controlada por la gente o no será”.