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Sobrevivir al cáncer: no es un lazo rosa, es un nudo y doble
Soy superviviente de un cáncer (linfoma estadío IV). Un milagro estar escribiendo hoy esta carta, tres años después.
Desde el diagnóstico de la remisión total estoy obligada a ser feliz como nunca. Pues no, no soy tan feliz como la gente presupone.
Cuando me diagnosticaron el cáncer era una mujer de 52 años, aunque menuda, con un buen estado físico, practicaba algo de deporte, era capaz de bailar, correr y saltar. Mi cuerpo respondía bien a cualquier actividad que se me antojaba practicar.
Tras el calvario del diagnóstico, ingreso, intervención quirúrgica, quimioterapia, pasé a ser una mujer muy delicada. Se acabó el correr, saltar de roca en roca por la playa o por el monte, bailar... Tareas imposibles. Mi cuerpo es un cansancio permanente, debilidad, mareos, calambres, neuropatías.
Mi ritmo al caminar se redujo estrepitosamente. Bien es cierto que ahora percibo mejor el detalle, el momento, no me están permitidas las prisas, “slow”.
Aun así, al producirse la remisión total del linfoma, estoy lista para trabajar, estoy “sana”.
La incorporación me permitió observar que tanto mi cuerpo como mi mente van a otro ritmo que no me permite desarrollar mi trabajo de profesora como antes. Pero la Administración estima que sí, que estoy al cien por cien.
Para mantenerme un poco mejor y esquivar la temida recidiva, aconsejada por médicos, acompañan mis comidas un sinfín de complementos que no cubre la Seguridad Social y clases privadas de Pilates. En torno a 300€ mensuales, que afortunadamente yo puedo afrontar.
Me consta que hay muchísimas personas que no están en mi misma situación, bien porque su sueldo no se lo permite o porque simplemente después del cáncer han perdido su trabajo.
También puedo disfrutar de alguna baja laboral cuando mi cuerpo y mi mente no pueden más. ¿Cuántas mujeres y hombres tienen que seguir adelante sin fuerzas, pero sin opciones?
Me quedé sin cejas y me permití el “lujo” de una micropigmentación: un pastizal, ¿y otras?
No, después de un cáncer no estamos recuperadas, arrastramos secuelas que marcan tu día a día durante años o, tal vez, durante el resto de tu vida.
Demando un seguimiento, no sólo oncológico, sino integral. Que se establezca algún protocolo que determine cuáles son nuestras capacidades tanto físicas como psicológicas. Que se adapte nuestra situación laboral a nuestras capacidades reales. Que se cubran nuestras necesidades farmacológicas y de otro tipo (complementos vitamínicos, ejercicio físico, rehabilitación, nutrición, estética...)
Nuestra vida tras sobrevivir a un cáncer no es de color rosa, es un nudo que aprieta, y mucho.
Soy superviviente de un cáncer (linfoma estadío IV). Un milagro estar escribiendo hoy esta carta, tres años después.
Desde el diagnóstico de la remisión total estoy obligada a ser feliz como nunca. Pues no, no soy tan feliz como la gente presupone.